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Juan Manuel Santos gana el Premio Nobel de la Paz

El presidente colombiano Juan Manuel Santos, de 65 años, apostó todo su capital político para intentar poner fin a medio siglo de guerra interna en Colombia, un sueño inconcluso que recibió este viernes el espaldarazo del premio Nobel de la Paz.
El Comité Nobel noruego atribuyó su influyente galardón a este incansable defensor del camino negociador, que dice no querer claudicar en su meta a pesar del resultado negativo del plebiscito a que sometió su propuesta de paz.

"Seguiré buscando la paz hasta el último minuto de mi mandato porque ese es el camino para dejarles un mejor país a nuestros hijos", decía el domingo tras la bofetada del veredicto popular a la opción que preconiza.
Muchos cuestionaron a Santos por su empeño de validar en las urnas el histórico acuerdo con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas). Pero el jefe de Estado se mantuvo firme.
La paz con las FARC, la mayor y más antigua guerrilla de América, "requería coraje, audacia, perseverancia y mucha estrategia: las cualidades y fortalezas de Santos", dijo a la AFP Mauricio Rodríguez, su cuñado y consejero desde hace más de 20 años.
Bogotano proveniente de una familia de alcurnia, que siempre anheló conducir los destinos de su país, Santos puede ahora valerse del prestigio del Nobel para buscar revivir su esfuerzo de pacificación a través de la salida negociada, meta que empezó a trazar antes incluso de iniciar su carrera política en 1991.
"Extremo centro"
Como periodista, ganó el premio Rey de España con unas crónicas sobre la Revolución Sandinista en Nicaragua. Ese trabajo "nos marcó profundamente a ambos", ha dicho el mandatario sobre la investigación que realizó con su hermano Enrique, también clave en el proceso de paz con las FARC que se instaló formalmente en 2012, pero se inició confidencialmente apenas Santos asumió su primer mandato en 2010.
Para cuando se estrenó en la Casa de Nariño, este político que se autodefine de "extremo centro" ya había perseguido con implacable crudeza a las FARC como ministro de Defensa de su predecesor Álvaro Uribe y, tras descabezar a su cúpula, se alistaba para dialogar desde una posición de fuerza.
Hizo la guerra para alcanzar la paz, han señalado analistas. Pero su viraje le costó no pocas críticas como "traidor" a la doctrina de mano dura de Uribe, quien desde entonces es su más feroz opositor, fortalecido tras el plebiscito.
Aunque hace apenas unos días aseguraba no buscar el Nobel, la recompensa llega como bastante más que un premio consuelo en momentos en que el presidente debilitado busca una salida para la reconciliación de Colombia, azotada por décadas de violencia de guerrillas, paramilitares y fuerzas estatales que han causado ocho millones de víctimas, entre ellos 260.000 muertos.
Un pragmático obstinado
 

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