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Exguerrilleros, exparas, militares en retiro y víctimas curan sus heridas de guerra con teatro

Hace pocos años eran enemigos irreconciliables, pero ahora suman sus talentos en las tablas para construir la verdadera paz en Colombia.
"Victus II: la memoria", un proyecto nacido el año pasado en pos de la reconciliación y la paz, se presentará por primera vez al público a partir del martes con una puesta en escena con 17 víctimas y victimarios.
Una de las historias es la de Ferley Ruiz, de 30 años, reclutado en 1998 por paramilitares y desmovilizado a instancias del gobierno en 2006. Sobre su experiencia teatral afirma: "Lo bonito fue conocerse (...), pues así uno venga de un grupo armado ilegal siempre tiene una parte humana".
Para la excombatiente Dayra Hernández, el proceso creativo ha sido positivo. "Se han sanado las heridas, no se olvida, pero se sana. Ya no nos derrumbamos tanto como antes", señala sobre la obra dirigida por la actriz Alejandra Borrero.
La producción tuvo momentos duros, cuenta Borrero, sobre todo cuando se habló de los abortos forzados. "Fue el día más horroroso, ahí terminamos todos llorando, nos sentamos a llorar y a llorar y a llorar porque no había nada más que hacer", afirma con lágrimas en los ojos.
Como víctima de secuestro, tortura, abuso sexual y desplazamiento forzado, Yulisa Mosquera, de 37 años y oriunda del convulsionado Chocó (noroeste), encarna lo más espeluznante de la violencia, que sufrió por oponerse al reclutamiento de jóvenes.
"Al principio fue muy doloroso encontrarme con mujeres que habían hecho parte de grupo (de las AUC) que me había violentado", asegura con voz firme. "Fue muy duro entender las razones de ellas y poder colocarme en sus zapatos".
Pero el arte ha aliviado su pena, dice. "Necesitamos que Colombia sepa la verdad, pero también que empecemos a reconciliarnos los unos con los otros", enfatiza.
"Nunca jamás pensé que iba a tener que encontrarme con mis verdugos", admite Antonio Erira, de 48 años, retirado hace tres del Ejército.
Para este sargento primero, que casi toda su carrera estuvo en la primera línea contra los grupos armados, "Victus" ha significado poder "abrazarse, charlar, almorzar" con quienes antes enfrentaba.
Borrero contó que fue un coronel quien le propuso hacer teatro con militares marcados por el conflicto. Ella sugirió incluir al resto de los actores de la conflagración, y también a las víctimas.
"¿Y sabe qué dijo él? 'Los militares estamos listos para oír la verdad'", cuenta.
Cuando los 17 protagonistas estaban seleccionados, Borrero los reunió. "¿Tienen miedo?", les preguntó. "Y ellos dijeron: 'sí', pues ninguno sabía la identidad del otro", relata, aunque aclara que nunca debieron llamar a psicólogos.
"El arte y la educación son las herramientas del posconflicto, estoy segurísima", afirma Borrero, también convencida de que la memoria no está "tallada en piedra", sino "viva".

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