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Sibaté: el drama de una comunidad que ha vivido bajo el peligro del asbesto

Al sobrevolar Sibaté, a escasos 27 kilómetros de Bogotá, todo parece normal, pero no es así.

En el recorrido por la población de Sibaté, donde está la fábrica de asbesto, hemos evidenciado nuevas víctimas y no solamente nos referimos a una persona sino a familias enteras, comunidades que están siendo afectadas por esta fibra mineral.

Según expertos, Sibaté es el lugar donde nace la conexión entre las más recientes víctimas fatales del asbesto y la fábrica vecina, que desde la década de los 70 empezó a utilizar esta fibra mineral en  su producción de materiales para la construcción, con un resultado dramático en vidas humanas.

El cirujano de tórax Julio César Granada lo explica: “Nosotros tenemos el problema de una generación perdida, es la generación del año 70 que hoy tiene más de 40 años en adelante. O sea es una generación que estuvo directamente expuesta al producto”.

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Una generación a la que perteneció el médico, un sobreviviente que vivió 10 años de su infancia en la ciudadela que construyeron los dueños de la compañía para las familias de sus funcionarios administrativos, donde su padre era jefe de departamento; 21 familias se beneficiaron con esas viviendas.

“Había un molino grande que era donde cogían el producto y lo molían ahí bajo una nube permanente; la gente no se protegía bien”, agrega Granada.

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Cuando empezaron a aparecer los casos, Granada buscó especializarse en cirugía de tórax retado por el cáncer que padecían sus conocidos y amigos de infancia. Querían que los tratara y los salvara de ese tipo de cáncer fatal que les quitaba el aire y les restaba vida, el mesotelioma.

Pero hizo más. Lleva 20 años levantando la cartografía de las zonas aledañas al embalse del Muña, que fueron rellenadas con desechos de asbesto para levantar barrios enteros de donde salieron los enfermos.

“Aquí en esta área estaba un barrio que se llamaba el barrio Eternit y se patrocinó para los obreros de la empresa. Lo hizo con material hecho de asbesto”, relata.

Amelia es la viuda del periodista Edgar Francisco Sosa que murió hace dos años por mesotelioma. Ella asegura que su esposo se contaminó de asbesto en el año 1986, cuando manejó una retroexcavadora para la Alcaldía del municipio.

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“Entre los oficios que él hacía estaba esparcir todos los residuos, todo lo que venía y botaba Eternit aquí a Sibate. Fueron secando la represa de Sibaté, eran como humedales y lo que hacia la gente es rellenar”.

Sibaté tiene el 30% de su subsuelo fabricado de asbesto que, si se toca, saca a flote la fibra contaminante.

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“En la cancha de fútbol esparcía los residuos que botaba Eternit, otra fue en las torres nuevas de apartamentos”, dice Amelia. 

Los sitios de mayor concentración de asbesto son: la cancha de futbol, el polideportivo y la escuela, las torres de apartamentos, la cancha de patinaje y fútbol, así como la plaza de toros.

De hecho unas excavaciones que se hicieron en la cancha de fútbol pudieron observar una capa de asbesto bastante gruesa, en donde radica el problema.

Hoy el reto científico es mayor pues los estudios del médico Granada lo han llevado a descubrir que este tipo de cáncer es mutante, se basa en estudios realizados en Estados Unidos.

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“Esta mutación se trasmite de generación en generación, así que en una familia no solo uno sino dos o tres tiene mesotelioma o cáncer como rectales, de mama o páncreas. Está relacionado con esta mutación”.

Es decir, la siguiente fase de la investigación es poder hacer un mapeo genético sobre todas las familias que estuvieron y están expuestas dentro del municipio de Sibaté, para determinar cuáles  están predispuestas a tener mesotelioma por exposición al asbesto.

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Pero existen familias cuyos miembros han muerto y son sus sobrevivientes quienes claman justicia.

El drama de los Bravo

La familia Bravo ha sido duramente golpeada por causa del asbesto, durante más de 10 años convivieron con 20 familias en un condominio que se construyó dentro de las instalaciones de Eternit en Sibaté.

Diana Carolina es la nieta de Julio Bravo y así lo recuerda.

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“Mi abuelo trabajaba como jefe de personal y mi abuela como maestra. Mi abuelo tuvo que durar un tiempo con oxígeno, después se supo que tenía un tumor. No se quiso hacer un estudio específico sobre el cáncer, se sabía que era un tumor maligno y por los antecedentes que era producto del asbesto.

El abuelo fue el segundo en morir en 2012. Primero tendría que ser testigo de la muerte lenta  de su hijo mayor Jaime.

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Él empezó con tos, hizo todo el proceso y se descubrió que tenía adbestosis. Perdió el pulmón, hizo todo el proceso de quimioterapia y después desafortunadamente hizo metástasis y murió.

Su papá fue la tercera víctima.

“Era ingeniero electrónico, nunca se enfermaba, nunca le daba una gripa, nada. A finales de 2011 llego de viaje con tos y lo llevamos al médico. Le tomaron una placa y le salió síndrome de pulmón blanco; eso es que el pulmón está recubierto de agua. Al punzar y sacar el líquido se dieron cuenta que era un líquido maligno y que eso era cáncer”.

El ingeniero William bravo murió en el 2013, a los 52 años, cuando era más vital.

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La familia nunca mencionó a los médicos los antecedentes del asbesto que tenían, querían un diagnóstico limpio.

“En todos los estudios se determinó que era asbestosis y que mi papá tenía un mesotelioma, que es el cáncer que recubre toda la capa del pulmón”,

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El proceso fue largo y doloroso, incluía quimioterapias, le quitaron un pulmón y quedó dependiendo del oxígeno.

“Hizo metástasis y se empezó a llenar el corazón de agua y a crecer, a crecer, hasta que murió.

Si la familia Bravo tiene tres víctimas de asbesto, ¿en algún momento buscaron ustedes comunicación con los dueños de Eternit?

“En el caso de nuestra familia no, por la gratitud que les hemos tenido”.

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Era importante conocer el punto de vista del médico investigador Granada.

“Es seguro que hay una corresponsabilidad de la empresa productora de los productos derivados del asbesto y otra a nivel municipal por dos razones. Una, por haber permitido hacer estos rellenos con el asbesto durante los años 70 y 80 conociendo ya la relación directa de la exposición al asbesto con mesotelioma; y lo segundo, debe haber una indemnización a las víctimas y al municipio”.

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“Se sabe que hay un asesino en serie que está rondando, sabemos dónde está, cómo se llama, donde está ubicado y no hacemos nada porque no me importa”, se lamenta Diana Carolina.

Rostros de víctimas que van en aumento: Alfonso Mayorga, Ana Cecilia Niño, el periodista Sosa, los tres de la familia Bravo. Pero, ¿cuáles serán los nuevos rostros de las víctimas de asbesto?

Noticias Caracol seguirá investigando.

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