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Infierno en Buriticá a causa de fiebre de oro y guerra sin cuartel de las Bacrim

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A lo lejos se ve Buriticá, enclavado en las montañas del occidente de Antioquia, y más parece un pesebre improvisado por los buscadores de oro.

En el descenso nos encontramos con una población atrincherada, bolsas de arena, retenes militares y requisas, es la segunda intervención militar que se hace en la zona para controlar la economía ilegal de oro.

La situación está muy tensa en este municipio, esto se debe al sellamiento de las bocaminas de la minería informal. La población está enmallada y controlada.

Es la llamada Operación Creta, que se inició el pasado 23 de abril, cuando llegaron 1.300 policías y 300 soldados. Atenazaron el pueblo y llegaron hasta la boca de las minas de oro para obligar a los mineros informales a salir de los socavones. Buscaban desarticular la minería criminal del Clan Úsuga.

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“Yo era sembrador de café, frijol, pero lo que uno se consigue en un año, en la minería se lo consigue en un mes”, cuenta Libardo Antonio Higuita, campesino minero.

Libardo representa la tragedia que están viviendo dos mil mineros informales desde hace ya un mes.

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“Todos estamos de brazos cruzados porque no tenemos que hacer “, agrega Libardo.

El diminuto Parque Central, a donde se encuentran las cuatro calles que forman el pueblo que hasta hace diez años era cafetero, y tenía tan solo 6 mil habitantes, con la embestida de la fiebre minera llego a soportar 20 mil personas, la mayoría buscadores de oro.

Carmen, la administradora del único hotel del pueblo, nos recibe con quejas.

“Esta es la tercera vez que nos toca desplazarnos, antes era por los grupos armados y ahora es por el Estado, porque estamos trabajando la minería y entonces el Gobierno dice que los que trabajamos la minería que somos ilegales, somos gente mala”, explica Carmen Rosilda Castro.

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Se van, dejando un pueblo fantasmal que hoy tiene más palomas que personas.

Esta es una casa donde arriendan piezas, ya todo está vacío porque la gente ha tenido que desplazarse, irse, no hay para el arriendo, la comida, no hay nada.

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Es una economía artificial que se infló por el oro hasta alcanzar las nubes, y que con la intervención los está dejando en punto de quiebra.

La Operación Creta tiene una misión fundamental limpiar el pueblo de minería criminal, que al decir de las autoridades, compró a los mineros informales

“En este municipio está la mano criminal de Los Úsuga usufructuando de esta situación. Solamente están autorizados para ello la mina Empresa Continental y cuatro empresas más”, expresa el coronel Javier Guerrero, comandante de la Operación Creta.

Pero en la noche asegura, llegan los llamados machuqueros. Se introducen en las minas formales y ese ejercicio no es diferente a un hurto.

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El malestar de los mineros informales los tiene a punto de estallar.

“No somos machuqueros, a los huecos entramos con nuestra responsabilidad. Si buscan un grupo armado que nos dejen tranquilos somos gente trabajadora. Aquí muchos están pasando hambre están desplazando a la gente, aquí como si fuéramos de la guerrilla. Nosotros no somos criminalistas, somos artesanales, sino que la empresa quiere sacarnos de aquí, somos más de cuatro mil personas, gente desplazada”, cuenta uno de los mineros.  

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Rigoberto dice que su familia está sufriendo la maldición de tener un terreno sobre la vereda  de los asientos por donde cruza la veta sur. A él también le sellaron la mina y culpa, como muchos en el pueblo, a la Continental Gold, la empresa canadiense a la que recientemente se le entregaron los títulos mineros.

“Ahora que nosotros sabemos que hay oro acá debajo, nos quieren comprar o les vendemos o nos metemos a la fuerza”, dice Rigoberto Tuberquia, minero informal.

Y hasta  el sacerdote del pueblo también está indignado.     

“Esto tiene seis kilómetros de la entrada al centro del pueblo un día aparecen 500 hombres que dicen no puede pasar y aparecen otros en el camino que le dicen se tiene que ir. ¿Cuál es la intención? Sacar los mineros pequeños, yo creo que es un desplazamiento forzado, en censo dice que han salido 2.500 personas”, cuenta Jorge Mario Castaño, párroco.

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Lo que se sabe es que Buriticá está maldito por el oro y que los habitantes de la montaña de oro están teniendo que lidiar a diario con el Clan Úsuga, la fuerza pública, la gran empresa minera y el abandono del Estado, ese es el Buriticá de hoy en día.

El conflicto es un polvorín social que enfrenta a mineros informales, autoridades, bandas criminales y empresa minera con títulos legales.

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El ultimo día de cubrimiento, nuestro equipo de noticias fue presionado por un grupo de personas, que decían defender los intereses de los mineros artesanales, pese a tomar sus opiniones, fuimos forzados a salir de la población, escoltados por la fuerza pública.

Mañana en nuestra segunda entrega, les seguiremos mostrando los rostros y las voces de esta guerra por el oro en un pueblo de Antioquia.

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