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"Yo le enseñé a pelear a Yuberjen Martínez"

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Foto: Yuberjen Martínez entrena junto a su formador, Wilber Blanco. Cortesía.
Una vez con la medalla de plata en sus manos, el boxeador colombiano Yuberjen Martínez hizo una dedicatoria casi anónima.
En su agradecimiento en los medios de comunicación mencionó al ‘profe Blanco’, su mentor.
Pero, ¿quién es este entrenador empírico dedicado a pulir a los diamantes en bruto que da el Urabá para el deporte de las narices ñatas?
Su nombre el Wilber Blanco, un hombre de 48 años que trató de surgir en el boxeo como pugilista, pero el destino le tenía una ruta por el camino de la formación.
“No estudié. Solo hice segundo de primaria. Traté de ser boxeador, pero no lo logré. Gracias a Dios, Elías Pacheco (un histórico del boxeo nacional), que era mi primo, me enseñó quizá todo lo que tenía guardado. También ‘El Lincon’ de la Rosa, en San Juan de Urabá, por medio de ellos tengo esta profesión”, cuenta Wilber, que vive en La playa, uno de los barrios más populares de Chigorodó (Antioquia).
Wilber recuerda que Yuberjen llegó a su carpintería de pugilistas cuando tenía 15 años.
“Él comenzó un poco viejito en el boxeo. Llegó al deporte por las circunstancias de la vida que sufre la gente que no tiene ni que comer ni en donde dormir”, dice.
En ese momento, Yuberjen entrenaba junto a otros 24 novatos aspirantes a boxeadores en la vieja placa deportiva del coliseo de Chigorodó. Lo hacía desde las 3 de la tarde, hora en la que descendía del bus que lo traía de las plantaciones bananeras en las que trabajaba como palero, abriendo drenajes para las aguas residuales que circulan en los cultivos. Sus labores comenzaban a las 5 de la mañana.
“Él fue diferente a los demás porque venía de una finca, en capacidades era como los demás, pero las ganas de salir adelante lo hicieron diferente. Sin embargo, le puse toda la esencia que tiene él, yo le enseñé a pelear a Yuberjen”, asegura Wilber.
Pero ni Yuberjen ni Wilber se han dejado vencer por los obstáculos, como el que los dejó a ambos por fuera de las competencias durante tres años.
“En 2007 o 2008 nos metieron una sanción por tres años por una tarjeta (de identidad) que estaba mala. Él me decía que se la habían entregado así, sin huella digital, y él mismo se la puso con tinta de lapicero, él mismo se rayó el dedo; eso fue en los juegos departamentales”, narra Wilber.
Fue una época difícil, dice Wilber. ”Me tocaba darle la comida, los tenis, las pantalonetas”.
A su regreso de la sanción, en 2011, el ‘tremendo’, como le dice su familia, debutó en Carepa (Antioquia) en unos juegos departamentales y se coronó campeón, una y otra vez.
“De ahí, de ser seleccionado en Chigorodó, pasó a la selección Antioquia y se coronó campeón nacional siendo la sensación”, relata el entrenador urabaense.
Una luz aparecía para ‘la sombra’, como le dicen sus compañeros de entrenamiento a Yuberjen, quien tomaba la iniciativa a la hora de hacer chistes, bromas, de poner la alegría en las infernales jornadas de entrenamiento bajo los asfixiantes calores de la tropical Urabá.
La situación económica mejoró con los 300 mil pesos de auxilio que le empezaron a entregar durante un campeonato nacional en el 2011.
Y su nombre empezó a sonar. Aunque el taxímetro de peleas que debía afrontar Yuberjen, explica Wilber, no se movía lo suficiente para el peleador minimosca.
“La diferencia que tiene Yuber con los boxeadores del mundo es que, contándole los guanteos con los ‘sparring' de las escuelas, no pasa de las 60 peleas aficionadas. Los otros tienen por ahí 600 peleas para llegar a torneos del mundo, tienen una trayectoria grandísima. Por eso, al pensar con ganarle al asiático, a Brasil y a España, era pensar que estábamos haciendo historia”, describe el maestro del medallista Olímpico.
“Por eso perdimos la medalla de oro”, se lamenta. Sin embargo, esa no es la única razón. Wilber le suma otra: “El oro se le escapó por la fatiga que había adquirido en los cuatro combates. Los de Asia y España, por ejemplo, nos superan en competencia, en alimentación”.
Y aunque la presea dorada se le esfumó a Yuberjen, el boxeador de 1,65 metros de altura aún tiene combustible para rato: “Creo que le quedan unas dos olimpiadas”, anuncia Wilber.
Años para demostrarle al país de ese poder que guarda en sus puños y para marcar el camino de los peleadores que siguen su paso: Wilber Blanco (hijo), un gladiador que se recupera de una lesión en sus manos; Juan Carlos Betancur, quien según Wilber padre es una esperanza en este deporte, a quien las dificultades económicas lo tienen varado en los entrenamientos; y Cristian Granja.
De este jovencito, de 17 años, Wilber dice que “es quizá el que más se acerca a los pasos de Yuberjen”.
Otra esperanza de oro
Una nueva sorpresa podría darle a Colombia el deporte de las narices chatas.
Según Wilber, las manos de Ingrid Valencia, en la división de 52 kilos, tienen el poder de lograr una nueva medalla dorada.
Ella peleará su clasificación a la semifinal de la categoría mosca el martes a las 3 de la tarde, hora de Brasil, contra la tailandesa Peamwilai Laopeala.
Para que el reinado de estos guerreros se perpetúe, Wilber le manda un mensaje al presidente Juan Manuel Santos: "Espero que haya más apoyo. Estamos necesitando urgente un coliseo de combate, con todas las de la ley, como se hacen en las capitales, porque si somos capaces de hacer patria así, por qué no con todos los medios; acá en Chigorodó hay mucho material humano dispuesto a poner a Colombia en lo más alto". 

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