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“Nos arrancaron la felicidad”: familiares de víctimas de atentado al DAS narran su dolor

“Nos arrancaron la felicidad”: familiares de víctimas de atentado al DAS narran su dolor

Un bus cargado con 500 kilos de explosivos estalló frente a las instalaciones. El ataque ordenado por Pablo Escobar dejó cientos de víctimas mortales.
El país no se reponía aún de la tragedia del avión de Avianca, ocurrida una semana antes a las afueras de Bogotá, cuando en la mañana del 6 de diciembre de 1989 se daba inicio a otra vorágine de muerte.
Los 12 pisos de la antigua sede del Departamento Administrativo de Seguridad fueron destruidos por la detonación de una poderosa bomba en pleno centro de Bogotá y la onda expansiva afectó edificaciones en, por lo menos, diez cuadras a la redonda.
El feroz atentado acabo con la vida de más de un centenar de personas y dejo un número indeterminado de heridos.
Para Alberto Figueroa, quien trabajaba en una de las ferreterías frente a la institución oficial recordó: “A esa hora había mucha gente haciendo cola, me imagino que a ellos los cogió de frente el carro bomba”.
Unas familiares de Figueroa estaban allí, dos hermanas de las que nunca encontraron sus cuerpos, por lo que no han podido cerrar el duelo.
En el sexto piso del edificio del DAS trabajaba Mery Edith Monroy, madre de dos niñas que por esos días tenían 9 y 17 años. Durley Castro Monroy es una de ellas.
Monroy rememoró: “Ese día mi mamá se levantó muy temprano, fue a mi habitación porque mi mamá era muy joven y la última imagen que tengo de mi mamá en es pijama”.
La barbarie de la guerra declarada por Pablo Escobar al Estado para evitar su extradición a los Estados Unidos, toco la puerta de la familia Castro Monroy.
“A nosotras nos arrancaron la felicidad, nos arrancaron el seno materno, nos quitaron ese ser que estaba allí, el ser que nos dio la vida y que nunca nos dejó”, agregó.
Según declaraciones de la mujer, el narcoterrorismo les arrebato a su madre y el Estado también les falló en medio de su orfandad.
Como Mery Edith, todas estas víctimas encarnan a los héroes anónimos que fueron sacrificados en una guerra absurda del crimen organizado.

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