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El diccionario de Héctor Abad, a la luz de la pandemia

Rastreamos en 'Palabras sueltas', el viejo diccionario del autor de 'El olvido que seremos', las definiciones que nos ayudan a entender lo que hemos vivido con el COVID-19.

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De los muchos vocablos que Héctor Abad Faciolince definió hace veinte años con humor e inteligencia en sus Palabras sueltas, cuatro brillan como estrellas para hablar de estos tiempos de encierro, de ausencia de abrazos y de sonrisas ocultas por el tapabocas.

Empecemos con el vocablo PESTE, esa palabra que produce tanto miedo y que nos toca a todos por igual, que no distingue entre clases sociales ni razas, que nos muestra vulnerables y que nos baja del curubito de la soberbia humana.

Así define la PESTE Héctor Abad en su breve ensayo, en el que viaja por la historia de una palabra que encontró en el Decamerón de Boccaccio su más alta exquisitez literaria.

PESTE. Período en que la muerte es inminente para todos y a usted y a mí, al ministro y al mendigo, nos puede llegar de sopetón, como caída del cielo o llovida del infierno

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Y así fue: en Colombia se llevó a un ministro y a muchos mendigos.

Buscando en orden alfabético encontramos también la palabra ABRAZO, esa cálida manera de acercarnos que quedó postergada por el coronavirus y que fue reemplazada por frías venias, golpes de codo o choque de zapatos.

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En su definición Héctor Abad nos dice que “el abrazo es común al miedo y a la alegría”, es la forma de sentirse acompañado en un momento difícil, de festejar un gol o de despedirse de un ser querido en un aeropuerto. “Ansia de cercanía”, escribió el autor hace veinte años, y “ansia de cercanía” la vivimos hoy por cuenta del COVID-19.

En su ensayo, el autor reflexiona sobre la duración de un ABRAZO y el peligroso instante en que un segundo de más puede transformarlo en algo tan íntimo, hasta hacerle perder su significado.

ABRAZO. Lo interesante del abrazo es que está en un terreno intermedio: es cuerpo, pero no sexualidad; es ansia de cercanía, pero no es deseo (todavía no). El abrazo no suele durar mucho, dura hasta que no pasa a ser otra cosa

Otra palabra a la que Abad Faciolince le dedicó un ensayo fue BAÑO. Aunque suene descabellado, el vocablo tiene mucho que decirnos sobre el encierro que provocó la pandemia. El escritor lo considera un espacio que facilita la convivencia porque le permite a una de las partes encontrar sosiego en la soledad. Si el encierro implica estar rodeado con otros encerrados, como nos ha ocurrido con la pandemia, las relaciones tienden a tensionarse. Para evitar las crisis familiares, el mejor escenario es el baño.

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BAÑO. El baño es, al fin y al cabo, el único sitio de la casa donde uno puede encerrarse con seguro sin que nadie lo critique y sin que nadie lo ofenda. No hay miradas que te asalten, salvo la propia -tan indulgente- que devuelve el espejo. No hay televisión ni testigos...

Vamos ahora con una hermosa palabra que fue apagada por el tapabocas: SONRISA. Ya no sabemos qué tipo de encanto se esconde detrás de esas telas que tapan la mitad de la cara. Los tipos de sonrisa de los que habla Héctor Abad están ocultos desde hace diecisiete meses porque el virus sigue dando vueltas por el mundo. Estas son las sonrisas que ya no vemos y que solo imaginamos por lo que digan los ojos.

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SONRISA. A veces hay sonrisas que se añaden a la cara como un parche, como un sello momentáneo superpuesto a la máscara (...) En realidad no son sonrisas sino la mueca social (...) Y sonrisas truecas, reprimidas, que de tanto hacer fuerza por no llegar a ser, explotan en una risa incontenible. Y sonrisas vagas pero fijas, que ni siquiera se ven pero se intuyen enteras en la cara clara, radiante, de los que son (o están) felices

En ese universo de la a hasta la z, Héctor Abad también nos regaló el mejor VIAJE que podríamos emprender en estos días raros que vive la humanidad, cuando las carreteras y los cielos se cerraron. Hace dos décadas el escritor celebró lo maravilloso que es un VIAJE, pero encontró carreteras en los libros para eludir el peso del aburrimiento que habría de llegar con el catálogo de las prohibiciones incluidas en las cuarentenas obligatorias.

VIAJE. El hombre sin el viaje (aunque sea, en últimas, sin el viaje mental de los libros) está incompleto, queda egoísta, encerrado en sí mismo, seguro de que su familia es la medida de todas las cosas y convencido de que su parroquia es el mundo

Leer es viajar a donde queramos.

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