Según el mismo maestro
Y añadió que: "La paz es que uno nunca se siente solo con la pintura y es una sensación muy rara que el tiempo sea tan corto para un pintor y tan largo para el resto de la gente. Cómo se deben aburrir los que no pintan, ¿no?”.
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Al ahondar sobre la muerte, manifestó que aunque no le tenía miedo, sí le aterraba que algún día llegara “una enfermedad que me impida pintar porque yo pienso que si uno se muere de repente y pintando, me parece fantástico, pero que le pase a uno un derrame cerebral o cualquier cosa de ese tipo que uno esté vivo, pero sin pintar, me parece horrible, no sé qué haría. La vida sin pintar no la concibo”.
Para pasar de pintar algunas acuarelas en Medellín a inmortalizar una de sus obras en
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“
Fue siempre un artista querido y un ser humano sencillo, tanto así que le conmovía cuando le hablaban en la calle en Colombia. “Es emocionante ver que la gente aprecia lo que yo he hecho, que entiende mi trabajo, que le hablen a uno de los cuadros que uno ha pintado. Es fantástico”.
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A pesar de que alcanzó un gran éxito en lo laboral, en lo personal debió atravesar algunos pantanos, entre ellos la muerte de su pequeño hijo Pedro y el fallecimiento de Sofía, su gran amor.
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