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La mentira mejor contada de la literatura

Uno de los más grandes escritores franceses de todos los tiempos engañó hasta a los más sabios con una poderosa obra poética que se convirtió en clásico de la literatura universal.

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Pierre Louys sorprendió al mundo con un hallazgo sin antecedentes en la historia de la escritura. El arqueólogo M. G. Heim había encontrado en una cueva en Chipre una de las más bellas composiciones poéticas de la antigüedad, escrita por una joven griega llamada Bilitis, discípula de Safo, la gran poetisa de la isla de Lesbos.

La historia del hallazgo fue relatada por el escritor, con lujo de detalles, en el prólogo del libro Las canciones de Bilitis, publicado por primera vez en 1894. Louys se presentaba como el traductor del griego al francés de los versos que estaban grabados en las paredes de la cueva.

La cripta espaciosa y baja, pavimentada con losas calcáreas, era encuadrada por muros recubiertos con lajas de anfilotita negra, donde se hallaban grabadas en mayúsculas primitivas todas las canciones que se van a leer, a más de los tres epitafios que decoraban el sarcófago.

Hasta los más eruditos cayeron en la trampa del autor. Nada podía ser más cierto y al mismo tiempo más mentiroso. Poco tiempo después de la publicación de la obra, se descubrió el engaño. Louys lo había inventado todo: el arqueólogo, la tumba, los grabados con las canciones en griego y su traducción al francés. Todo era fruto de su desbordada imaginación.

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Un fragmento basta para sentir a Bilitis, cuya existencia fue fechada por Louys en el siglo VI antes de nuestra era. Aquí un trozo de “Palabras maternales”.

Y me ha dicho: “Juega con las vírgenes; danza con los niños; mas no te asomes nunca a la ventana, ni escuches requiebros de mancebos; y duda, duda mucho de consejos de viudas”.

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Pero, ¿cómo es posible que los intelectuales de su tiempo hayan creído en semejante historia? Cuentan los estudiosos de la literatura que Louys era un conocedor de la antigüedad clásica y que cada una de las afirmaciones de su prólogo y cada una de las canciones, con sus precisiones históricas y sus referencias mitológicas, representaban a la perfección el ambiente, la lengua y la geografía de una época perdida.

La historia era tan convincente que no faltó el académico envidioso que se la jugó con el ardid del desprestigio, al afirmar que la cueva y sus inscripciones habían sido descubiertas mucho tiempo atrás y que lo que Louys estaba haciendo era reciclar una noticia vieja para ganar aplausos.

Para vergüenza de sus detractores, la verdadera Bilitis era el propio Louys, capaz de hablar desde la feminidad en tiempos antiguos.

Súbito, me senté en su regazo; / en redor de su cuello puse el brazo, / y murmuré a su oído, / como vivaz epodo, / las preguntas ansiosas. / Entonces ella, con las mejillas juntas, ruborosas, /…entonces ella me lo dijo todo.

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Dueño y señor de una enorme cultura clásica, Pierre Louys tenía el poder de transformarse en una jovencita de Lesbos atrapada por la curiosidad del amor entre mujeres.

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