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Diseños La Montaña, el nuevo negocio de los exguerrilleros de las FARC en Anorí

En el espacio territorial de La Plancha un grupo de exmilicianos que hacía uniformes para la extinta guerrilla ahora diseña morrales y sudaderas.

Esos elementos los venden y esperan convertirlos en el negocio de sus vidas.

Yerly Jaramillo, de 19 años, cuenta que entró a la subversión siendo una niña.  Tras la firma del proceso de paz, cambió los fusiles por la lactancia, por la risa de su hija, que tiene dos meses de nacida y nació en un espacio territorial para la paz.

Como ella hay 8.000 exguerrilleros  vinculados al Estado colombiano, de los cuales 3.000 permanecen en espacios territoriales como el de Anorí, en el nororiente de Antioquia.

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En ese lugar tienen lo básico para sobrevivir. Guardería para sus hijos, tienda, cocina comunitaria, las plantas que incluso algunos llevaron del monte, su ropa ya no de camuflado (ropa colgada) y sus héroes.

Y entre ellos, sobresalen exmilicianos que durante la guerra hicieron uniformes para las FARC. Ahora en la legalidad hacen morrales, sudaderas, camisetas y hasta atrapasueños.

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Didier, un exguerrillero, cuenta cómo en el monte aprendió a coser y con el apoyo el Gobierno francés montó junto a sus compañeros una microempresa llamada Diseños La Montaña.

Leonidas Morales, uno de los líderes en ese espacio territorial, dice que aprendió ese oficio “en la guerra. Los uniformes, los morrales, las carpas de casa las hacíamos aquí, entonces trajimos esa experiencia aquí y cuando llegamos al espacio, como trajimos esos mochitos de máquinas, también dijimos que ya que no estamos haciendo la guerra, comencemos a construir para la paz”.

Jaime Gómez es otro de los líderes de Diseños La Montaña, además el protagonista de una historia que pasa por necesidades profundas: ocho hermanos, un padre que los abandonó siendo niños y una madre que como pudo lidió con la pobreza. 

En esa mezcla de necesidades y ausencia de oportunidades, terminó en las FARC. La guerrilla se convirtió en su vida, pero también en su perdición.

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“Me pegaron un impacto de fusil en la pierna y ese fue el motivo por el cual perdí la pierna”, afirma.

Ahora, además de emprendedor, es padre de familia. Su nueva vida es una salvación llena de necesidades, dice.

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“Estoy contento porque ya se acabó el conflicto, ya no nos estamos matando entre los mismos, entre Ejército y Policía, ya no, porque los que íbamos al campo de batalla éramos hijos de madres humildes iguales a las de nosotros”, afirma.

En estos lugares recónditos de las montañas colombianas, se sienten los ecos de un proceso de paz lleno de retos.

“El  Estado no nos ha cumplido mucho de los acuerdos, en los acuerdos hay muchas cosas estipuladas pero en el momento el Estado no nos ha cumplido absolutamente casi con nada de lo que se ha pactado”, denuncia Gómez.

El trabajo los ha dignificado, han aprendido que en la vida hay opciones distintas a las que tuvieron en el monte. Y sueñan con un futuro prometedor.

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“Vendemos a casi todo el país, Córdoba, Antioquia, las universidades, a la comunidad internacional”, cuenta Leonidas.

Entre los que viven en Anorí se organizan para ayudarse en las tareas diarias, ser productivos y hacer lo que no sabían hacer: criar hijos, por ejemplo.

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Sus botas de guerra están, literalmente, colgadas. Su futuro ya no pende de un hilo y sus manos están untadas de  telas y leche de bebé.

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