Monseñor Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá, lavó este Jueves Santo los pies de varios
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Ancízar Sánchez ha pasado 41 semanas santas en la calle. En sus hombros y en su corazón carga una pesada cruz, la cruz de la violencia, el hambre y el olvido.
"Lo más duro de vivir en las calles es cuando llueve, a veces que la gente lo menosprecia a uno, como si uno no valiera nada para ellos, sabiendo que uno es de carne y hueso", afirma.
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Y sí, estos son Cristos de carne y hueso, llenos de llagas y sedientos de buenos samaritanos. Así lo recalca monseñor Rueda: "Cada habitante de calle es el Cristo que pasa hambre, es el Cristo que no tiene vivienda".
Este Jueves Santo, el también presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, en un acto de humildad y cercanía, se puso de rodillas y lavó los pies de ellos, los marginados de la sociedad.
"Son pies heridos, son pies lacerados, son pies enfermos, son pies que caminan y deambulan por la ciudad", puntualiza el alto prelado.
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Nosotros todos, asegura el arzobispo de Bogotá, deberíamos ayudar a aliviar esos pies adoloridos, los de los pobres, los desempleados y los migrantes. "Ojalá que los pies de los colombianos en este tiempo de Semana Santa, y en este tiempo electoral, fueran pies para la paz, para la reconciliación, nunca para agredir, nunca para descartar, nunca para eliminar al que piensa distinto", agrega.
Y es que, quizá, no hay pecado más grande que la indiferencia, voltear la mirada cuando el otro muere crucificado en la miseria, la tristeza y la soledad. "La soledad es soledad, la soledad mata. Estamos con el amor de ustedes", indica un sin techo.
Como Jesús, los
No lavarse las manos ante el sufrimiento del otro, esa es probablemente la reflexión más importante en la Semana Mayor. "Si amamos a Cristo, amemos también a los más pobres, a los que están en nuestras propias familias, en nuestra región, necesitando nuestra cercanía y nuestro amor", concluye el arzobispo de Bogotá.
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