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Salvar a jóvenes de Ciudad Bolívar de las garras de pandillas y drogas, la labor de esta pareja

Autodefensas, Rastrojos y otros acechan en zonas como Arborizadora, Lucero y Perdomo. Pero Henry y María Eugenia les dan oportunidades a quienes golpean sus puertas.

"Un día yo estuve allá. Mi labor y mi meta es evitar que ellos lleguen a ser consumidores y que anden con un costal en la calle", dice Henry López, director de la Fundación Nueva Oportunidad.

Él y María Eugenia Carvajal desde hace varios años viven en un barrio que paradójicamente se llama Paraíso y donde sus habitantes reclaman atención social, política y económica.

Allí salvan a los jóvenes, o al menos lo intentan.

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En medio de convenios con otras instituciones educativas, algunas ONG y la ayuda de voluntarios, han construido un espacio para ofrecerles educación, recreación y oración. Pero atraerlos no es tarea fácil.

Niños entre 8 y 15 años tienen desgarradores relatos que pasan por problemas de alcoholismo, prostitución, microtráfico y hasta sicariato.

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En medio de una vida con problemas, los enemigos los trasnochan.

Noticias Caracol se adentró a los territorios vedados, las ollas de la zona. En medio de la oscuridad que describe su entorno, estos jóvenes a quienes se les van las horas entre el centro y el sur de Bogotá como campaneros, raponeros y expendedores contaron por qué están aquí.

"Esa fue la vida que nos tocó. Yo no tengo sueños", dice uno de ellos.

Al líder del grupo no fue difícil identificarlo, su gabán negro de cuero, sus guantes y su mirada retadora es intimidante. Las deudas con la vida, parece, le impiden dejar la criminalidad.

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"Si usted no quiere hacer una vuelta le dicen bueno entonces le mato a su mamá, a su papá”, relata.

¿Qué está haciendo la sociedad para salvar a las nuevas generaciones?

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"Los niños caen en ese mundo porque no tienen amor paternal. Ellos identifican ese vacío que estaban buscando en la droga", relata Henry.

En esto coincide la Policía de Infancia y Adolescencia que desde el programa Abre tus Ojos atiende a por los menos 9 mil niños y jóvenes cada mes.

Mientras las autoridades anuncian operativos y programas de prevención, hogares como este en sectores vulnerables son la esperanza más cercana que tienen a un cambio.

Trescientos niños y jóvenes que han abrazado don Henry y doña María Eugenia pueden decir lo mismo porque encontraron en esta puerta lo que esperaban: una nueva oportunidad.

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