La vida nocturna y las reuniones, sus principales escenarios, están aplazados por el coronavirus, pero no así sus gastos y necesidades.
Mientas la pandemia lo permita y vuelva la vida cotidiana, la música y el amor son los únicos salvavidas.
Los mariachis, que le han cantado a tantas penurias y en tantas fiestas, hoy recorren las calles de Bogotá con sus voces roncas y sus propias cuitas, llevando una serenata sorpresa, hermosa y triste al mismo tiempo.
A cambio de sus cantos, reciben lo que les den, pues tienen que buscar alguna manera para llevar el sustento a sus familias.
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Estos tradicionales grupos se están convirtiendo en la banda sonora de un tiempo excepcional en el que la magia también tiene espacio, voz, violines y trompetas.
Por supuesto, buscan que las autoridades les den permiso para seguir con su labor y no desentonar en su lucha diaria.
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