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Esfuerzos han sacado de cuidados intensivos a Farallones de Cali, afectado por minería ilegal

Esfuerzos han sacado de cuidados intensivos a Farallones de Cali, afectados por minería ilegal

El trabajo de Parques Nacionales, organizaciones ambientales y autoridades evidencian mejoría de un ecosistema que ha sufrido la extracción ilícita de oro por décadas.

La presión ha disminuido y los mineros ilegales cada vez tienen menos oportunidad de extraer el metal precioso de la montaña.

El Parque Farallones de Cali es un pequeño Edén bendecido del que brotan más de treinta ríos, pero, con esa bendición, viene también una maldición: donde nacen los ríos Pichindé, Anchicayá y Felidia hay oro.

“El parque tiene 496 mil hectáreas, pero tenemos un área muy pequeña con una afectación de minería de oro ilegal de 676 hectáreas, tenemos 421 socavones en este momento que tenemos monitoreados. Activos están alrededor de unos 24 más o menos, pero seguimos teniendo la actividad minera y esta actividad desafortunadamente se realiza con mercurio”, afirma Juliana Cerón, profesional de parques nacionales.

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Se necesitan mil litros de agua para extraer un gramo de oro, agua que termina contaminada por mercurio. El problema es que, cada vez que llueve, esa agua va escurriendo y a través del río  podria llegar a la bocatoma del acueducto de los caleños.

“Yo diría que las minería está afectando y pero que las medidas están llevando a que realmente se mitigue. El paciente esté mejorando de una situación complicada”, dice Carlos Mauricio Herrera, miembro de la WWF, una de las organizaciones ambientales más prestigiosas del mundo.

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Esto obedece a que se han destruido campamentos y detenido, en los dos últimos años, 82 mineros ilegales. Hoy la presión de varias entidades ha permitido redescubrir la región y nuevos monitoreos indican que siete nuevas especies serán identificadas para la ciencia.

“Mi trabajo antes de entrar a este de la conservación de nuestros recursos era la extracción de los mismos recursos, minería, extracción de madera, talaba, cazábamos”, comenta Amalfi Collazos, campesina que vivió por años de arrancarle oro a la montaña.

Hoy cuida con mimo las plantas que serán enormes árboles en su parque.

“Lo que me rodea a mí es como el Dios para mí, porque yo lo tengo que cuidar, valorarlo, respetarlo. Es como el tesoro más grande que tengo y que gracias a Dios estoy dentro de este parque”, señala.

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Amalfi vivía del oro porque donde uno apunte la mirada ve una necesidad y en eso coincide otro campesino del parque.

“La gente colabora mucho, lo que no se ve bien es que a la gente la estamos apretando mucho y no se le da ninguna ayuda. Que se vea que el campesino deja de hacer el daño para que el medio ambiente se mejore, pero con alguna ayuda, alguna fuente de trabajo, aquí no llega, aquí todo es aprete al campesino y nada se da”, dice Edier Martínez, agricultor.

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En el parque, la alternativa es dejar la minería y las actividades agrícolas prohibidas y convertirse en guía turístico, pero no hay cama para tanta gente. Es una lucha en apariencia irreconciliable entre el desarrollo y el agua.

A fin de cuentas, no podemos beber oro, pero sí permitir que la vida brille, como lo hace el gallito de roca.

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