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En medio de la oscuridad, el frío y los mosquitos pasan sus noches los damnificados de Providencia

Algunos duermen mojados porque la lluvia se filtra entre las carpas que aún no reciben todos los afectados. Solo dos postes de luz funcionan en la isla.

Noche Providencia - 25 de noviembre.jpg

Entre la oscuridad, los escombros y la tristeza de haberlo perdido todo, los damnificados de Providencia cuentan lo que padecen desde hace una semana tras el paso del huracán Iota.

A las 6:40 p.m., cuando empieza a caer la noche, unos niños logran tener una conexión wifi y entretenerse por un momento en una realidad diferente a la que se vive cuando llegan a lo que quedó de sus casas.

“Estamos jugando un juego que es con internet para distraernos y vinimos a cargar algunos celulares”, dicen, aunque la señal para comunicarse aún no funciona.

Entre los escombros de una casa están Reynaldo Róbinson Archibold y su hijo, que buscan conciliar el sueño con las estrellas como su techo y con fastidiosas picaduras de zancudos.

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“Mucho mosquito, demasiado mosquito, necesitamos toldos” e insecticidas, dice desesperado el padre de familia.

Unos metros más adelante está la familia Watllen, en el sector de San Felipe. Intentan espantar los mosquitos encendiendo una fogata, que además les permite tener un poco de luz y calor.

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Oneida Watllen afirma que las últimas noches “hemos estado durmiendo mojándonos, casi todos, algunos en hamacas, otros en el piso”,

En el centro de Providencia sí entra señal de celular y funciona parcialmente un supermercado.

“Estamos apoyados con una planta eléctrica, pero no podemos forzarla mucho. Tratamos de aprovechar toda la luz día que podamos, desde las siete de la mañana, y pretendemos estar abiertos hasta las ocho de la noche para que las personas puedan venir y adquirir algunos de los productos que tenemos de aseo y comida”, cuenta Norby Howard, propietaria del lugar.

Sin embargo, allí ya no se consiguen carnes ni verduras y dicen que no podrán comercializarlos por un largo tiempo.

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Solo dos postes iluminan un sector de la isla de 17 kilómetros cuadrados. Están ubicados en el sector de Caballete, justo al frente de la empresa de energía, donde los empleados trabajan sin descanso para que de nuevo haya servicio de energía en la población.

En la zona de Dick’s Hill hay varias resguardándose en carpas a las que se les filtra el agua cada vez que llueve.

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“Nos toca a la intemperie, nos mojamos casi todas las noches y está bien duro, y hay mucha gente que no tiene nada realmente”, lamenta Jenner Venner.

Agrega que en la noche “hace un frío muy tremendo, ahí sí nos toca arroparnos porque está bien duro eso, está bien duro, no es para un juego. Entonces, que nos manden ayudas, más carpas para la gente, que hay gente sin carpas y comida, agua, que es lo que más se necesita”.

Y así, cada noche desde el 16 de noviembre pocos o casi nadie de los providencianos duerme bien. ¿Y cómo hacerlo? Todas las condiciones parecen estar en su contra. Por eso desde que se acuestan el deseo de la mayoría es que amanezca rápido para hacerle el quite al frío, las picaduras de zancudos, el miedo de la noche y dejar atrás la tristeza.

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