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A 33 años de la toma y retoma del Palacio de Justicia aún faltan muchas verdades

Nunca se sabrá cuántos fueron los desaparecidos, dicen familias de víctimas. Sin embargo, en los últimos tres años han avanzado más en identificación de restos.

“Estamos encontrando cada vez más personas que estaban desaparecidas, pero como hemos podido constatar, mientras encontramos a una persona que estaba desaparecida también desaparecemos a otra”, lamenta el director de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés.

El 6 de noviembre de 1985, Valdés era estudiante de medicina y coincidencialmente estaba en la morgue del instituto que hoy dirige. No solo fue testigo de la cronología del horror de la toma y la retoma, sino del arribo en bolsas negras de los primeros cuerpos, sin protocolo alguno.

“Se contaminó la escena. Quien entró allí en primer lugar fueron los Bomberos, después la empresa de aseo, quienes recolectaron los cadáveres que eran fragmentos calcinados. Fueron bomberos y aseo quienes los bajaron a punta de chorros de agua del tercer y cuarto piso (…) Allí fueron depositados en bolsas ya mezclados. Todo eso elevó la complejidad de la investigación”, afirmó el funcionario.

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Los avances científicos han permitido aclarar errores. Decenas de exhumaciones y pruebas de ADN realizadas por un equipo de 38 antropólogos, odontólogos, médicos y genetistas de medicina legal permitieron que el expediente avanzara más en los últimos tres años que en las tres décadas anteriores. Especialmente en la identificación precisa de los restos óseos entregados a los familiares de las víctimas.

Los forenses tienen una colección de 55 muestras independientes de fragmentos óseos de víctimas del palacio y están empeñados en determinar si esos restos corresponden a algunos desaparecidos, a personas ya reportadas como muertas o a nuevos casos por esclarecer. Fue así como se descubrió, por ejemplo, la confusión en la entrega de muchos cadáveres en 1985.

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Fue el caso de Fabiola Hernández. Cuatro días después del holocausto la llamaron para decirle que los despojos de su esposo Libardo Durán, escolta del presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, estaban en la bolsa número 93 de Medicina Legal.

Le dio cristiana sepultura, pero en marzo pasado vino a enterarse de que la tumba que había llorado durante 32 años no albergaba las cenizas de su esposo sino de dos de los guerrilleros del M-19 que estuvieron en la toma: Alfonso Jacquin y Noralba García.

Los cuerpos de seis de los once desaparecidos por los que fue condenado el Estado colombiano por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2014 ya fueron hallados: Ana Rosa Castiblanco, Cristina del Pilar Guarín, Bernardo Beltrán, Héctor Jaime Beltrán, Luz Mary Portela y Lucy Amparo Oviedo.

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Actualmente, la Corte Suprema de Justicia revisa una petición del abogado Felipe Useche y sus clientes para que se reabra la investigación contra los exguerrilleros del M-19 indultados por el gobierno de Virgilio Barco.

También trascendió que el general en retiro Iván Ramírez Quintero, procesado en este caso, pidió pista en la JEP.

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