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Fandango de contratos: ¿cómo pasa una papayera a licitar obras públicas?

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El sabor que tiene la banda papayera del maestro Gustavo Fontalvo se ha ido tornando amargo.

Un documento reciente de la Auditoría General de la República insiste en que la banda, cultora de porros y fandangos, se convirtió de la noche a la mañana en una contratista de obras públicas.

“Hemos visto razones sociales que nos impresionan (...) por ejemplo razones sociales como empresas que hacen eventos artísticos y terminan construyendo vías”, asegura Carlos Felipe Córdoba, auditor general.

Decimos "insiste" porque ya el año pasado la papayera había sido acusada de transformarse, según este certificado de Cámara de Comercio, en OLT Construcciones del Caribe para hacerse fallidamente a millonarios contratos en Medellín, entre ellos el de la construcción de ciclorrutas.

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Entonces, como hoy, el director de la banda sostiene que por problemas económicos y luego de la muerte de una hija suya pagó los trámites de su liquidación.  

“Yo decidí cancelarla, de pronto el error mío estuvo en que yo confié en el señor Julio Enrique Molino González que me llevaba la contabilidad; yo le pagué para que cancelara ante Cámara de Comercio y ante la DIAN porque ya no tenía ningún sentido que yo siguiera pagando, declarando IVA cada dos meses; facturara o no facturara tenía que comprar formulario, declarar y el impuesto que se le pagaba al departamento”, señala Gustavo Montalvo, director de la banda papayera.

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¿Hay contratistas fantasma?

Pero una nota desafinada del destino ha hecho que la empresa, que supuestamente surgió de la banda, vuelva a aparecer como contratista de varios departamentos y municipios, con un popurrí de incumplimientos y caducidades que aun así no logran sacarla del mercado.

A comienzos del año pasado, tuvo que ceder el contrato de construcción de instituto de capacitación agropecuaria en Mompox, Bolívar, por una razón de peso.

“No puede continuar con la ejecución por encontrarse en firme sanción de caducidad proferida por la unidad de servicios penitenciarios y carcelarios por resolución 000880 del 15 de octubre de 2014".

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Luego se hizo a un negocio por cerca de $42.000 millones de pesos para la construcción de aulas en Montelíbano. Y a otro por casi $49.000 millones para la construcción de la central abastos en la misma población.

Enseguida cedió su participación en uno por más de $40.000 millones para pavimentación de vías en el bajo y medio Sinú.

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Después firmó una cascada más en Cesar, Bolívar y Córdoba que suman más de $41.000 millones, entre ellos uno para la construcción del complejo cultural nacional e internacional del porro, en San Pelayo.

¿Dónde están los responsables?

Noticias Caracol ha estado buscando sin éxito a Julio Enrique Molino, el hombre a quien el director de la papayera acusa de haber traicionado su confianza por utilizar el NIT de su empresa para estos propósitos.

De sus explicaciones solo hay referencia del propio afectado:

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"El lunes voy a donde el señor con el hijo mayor mío y entonces me dijo no, no, no si yo la cancelé, lo único es que yo no la cancelé cuando usted me dijo…yo la deje abierta y yo la cedí ante un primo mío (...) él tranquilamente me dijo: 'no usted no tiene problema, aquí el del problema soy yo, si voy a la cárcel soy yo’”, explica Fontalvo.

El caso está hoy en la Fiscalía 58 de Asuntos de Patrimonio de Barranquilla, que investigará si los responsables del concierto de contratos falsificaron la firma del músico.

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“Mi caligrafía no es buena y el que falsificó la firma mía tiene una caligrafía muy buena. Segundo, que la huella del dedo mío tiene un problema, de que este dedo sufrió quemaduras y sale la huella irregular y aquella sale perfecta”, señala el afectado.

¿Qué tiene que ver con los contratos el maestro que vive allí en el sector de la sierra, en Barranquilla?

"Nada, mi hermano, si estoy más quebrado, endeudado todavía, que no he podido salir a flote”, responde.

Si el asunto es así, ¿cómo permiten gobernadores y alcaldes que una firma fantasma siga contratando? 

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