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Juan Manuel Santos, un nobel de Paz esperado pero sorpresivo

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Desde el inicio de las conversaciones con las FARC, mucho se habló de la posibilidad de que el importante galardón se quedara en el país. Se barajaron varias opciones: el presidente y el líder de las FARC, los negociadores, el pueblo de Colombia.
La polémica estaba planteada desde el principio, pues poco o nada caía en gracia que tras los múltiples atropellos y violaciones a los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario por parte de las FARC alguien de esa organización se llevara un Nobel de Paz.
Sin embargo, esa discusión pareció caer en el olvido tras los resultados del plebiscito, al ganar el no. El presidente, la oposición y los negociadores de ambas partes se centraron en las reuniones, las discusiones sobre los cambios y las proposiciones.
Por eso, no dejó de ser sorpresivo que en la madrugada del 7 de octubre, hora colombiana, el comité noruego del premio Nobel de Paz anunciara a Juan Manuel Santos como el ganador de este año por “su decidido esfuerzo para terminar una guerra civil de más de 50 años que ha costado la vida de al menos 220 mil colombianos y el desplazamiento de cerca de seis millones de personas”.
Y si bien el recipiente de la distinción fue el jefe de Estado, poco se habló de que la Academia no olvidó, en ningún momento, que también se le concedía al pueblo de Colombia “que a pesar de todos los sufrimientos no pierde la esperanza de paz”, y a las víctimas.
Lo que queda claro es que un premio no hace la paz, queda a las partes y al pueblo colombiano trabajar para consolidar una reconciliación que permita alcanzarla.

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