El año pasado la casa de la familia González Mantilla vivió la Navidadcon un árbol completamente iluminado, pero un año después esas luces se apagaron, así como se apagaron las vidas de dos miembros por culpa del coronavirus.
Mientras que Juan González perdió a su padre, su esposa perdió a la mamá, algo que hizo que la tradición no se viviera de la misma manera. Y peor aún, no pudieron viajar a su país de origen.
"Este año mi familia y yo decidimos que no íbamos a armar la Navidad, o por lo menos que no íbamos a decorar como lo hacíamos antes. Tuvimos la pérdida de mi papá, de mi suegra y eso nos bajó mucho los ánimos y definitivamente decidimos que la Navidad la íbamos celebrar de forma más espiritual", explica.
El árbol quedó guardado en la caja, debajo de la cama y los adornos y luces, en maletas.
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Sin embargo, los más pequeños siguen siendo el impulso. Algunos adornos y el pesebre fueron puestos porque Santiago, el niño de la casa, merece disfrutar de estos días especiales de cada año.
"Decoramos algunas partes del apartamento con unos detalles muy sencillos, muy sobrios, pero sobre todo porque nuestro hijo nos pedía a gritos decorar y sentir la Navidad”, dice el comprensivo papá.
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El coronavirus COVID-19 no solo cambió la Navidad de los González Mantilla, sino la de otras 40 mil familias que tendrán un lugar vacío en la mesa.
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