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El ingenio criollo contra el crimen se exhibe en el Museo de la Fiscalía

El ingenio criollo contra el crimen se exhibe en el Museo de la Fiscalía

Aparatos para escuchar a Escobar, cuadernos para ocultar sus expedientes y otros curiosos objetos pueden ser apreciados por todos los ciudadanos.
Hace treinta años, cuando el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria le puso precio a la cabeza de jueces, fiscales y policías que lo perseguían, la justicia se reinventó a través de unos pequeños cuadernos, que reemplazaron los tradicionales y espesos expedientes. Una medida sin antecedentes en el mundo y cuyo rastro está en el museo de la Fiscalía, ubicado en Bogotá.
"Los fiscales entraban y salían con esas tarjetas pequeñas de control de movimiento del expediente y con esos cuadernos donde se camuflaban, por decirlo así, los expedientes para que quienes estuvieran haciendo inteligencia al narcotráfico no supieran que se trataban de funcionarios judiciales", explica Víctor Quinche Ramírez, curador del sitio.
Además de los cuadernos, la justicia también inventó otro sistema para que no se conociera la identidad de sus jueces: la justicia sin rostro. De esos días son unos cubículos desde donde se emitían las decisiones judiciales y donde los jueces protegían su identidad.
Eran las épocas de Pablo Escobar, pero también de los hermanos Rodríguez Orejuela, jefes del Cartel de Cali, cuyos alcances y penetración en las diferentes esferas del país quedaron al descubierto a través de Guillermo Pallomari, su contador, quien reveló los secretos de los capos.
La información entregada por Pallomari fue clave en la investigación sobre la financiación de los Rodríguez Orejuela a la campaña presidencial de Ernesto Samper. Un proceso que puso en jaque la institucionalidad colombiana y que se agravó con la revelación de los famosos narcocasetes, que se pueden escuchar en el museo.
Además de pruebas, también están los elementos usados para luchar contra los capos, como uno con el que escuchaban a Escobar cuando intentaba huir. Y también bienes icónicos de los capos como el computador personal de Miguel Rodríguez Orejuela.
Y la moto acuática de Pablo Escobar. Piezas que contenían la información o simbolizaban el poder o la extravagancia de los capos del narcotráfico.
El museo tiene un espacio dedicado a la memoria de quienes murieron a manos del narcoterrorismo como Rodrigo Lara Bonilla, Luis Carlos Galán y Enrique Low Murtra.
Un homenaje hecho con la esperanza de que la historia no se repita.

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