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El Tandil, una masacre que aún continúa en la impunidad

Hace un año, ocho campesinos murieron y veinte más resultaron heridos en una balacera que involucró a miembros de la fuerza pública.

La noticia de lo que había ocurrido en este lado de Colombia llegó por oleadas en videos grabados por los mismos campesinos.

La masacre de El Tandil partió en dos la vida de los campesinos que han tenido el cultivo de coca como medio de supervivencia ante el abandono de los gobiernos a sus múltiples necesidades.

La erradicación forzosa aquí no paró, y es un éxito, pero la sustitución de cultivos no llegó y es un fracaso. Los campesinos cambiaron coca por hambre.

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Hoy, las tierras están inundadas de rastrojo.

“El Gobierno no ha mandado ninguna empresa, no ha venido a hacer presencia aquí de decir a ustedes ya les mandé arrancar la mata, van a cambiar esta mata por la otra”, dice Jesús Alderte, cultivador de coca.

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Las carreteras viejas llevan hasta la vereda donde el 2 de junio levantaron la Casa Memoria de la masacre de El Tandil; su fin es que desde aquí se conozca lo que paso hace un año, el 5 de octubre de 2017.

Elier, uno de los sobrevivientes, esperó a Noticias Caracol sumido en la tristeza de sus recuerdos. Lo acompañaba Dilver, uno de los 22 heridos que dejó el ataque. Hoy camina apoyado en la que bautizó como su arma, una muleta. Su pierna quedó astillada por una de los cientos de balas que esa mañana se dispararon.

Cuentan que ese jueves de octubre llevaban diez días de protesta pacífica, haciendo los cordones humanitarios de resistencia, sin armas, para impedir que les arrancaran las matas sembradas.

“Nosotros todas las mañanas madrugábamos, nos hacíamos al frente de la montaña donde estaban ellos y no los dejábamos pasar a erradicar. Lo único que pedíamos era que no nos agredan, nosotros no los vamos a agredir, nosotros solo queremos que haga presencia el Gobierno y nos haga sustitución de cultivos, más no erradicación forzada”, indicó Dilver Campo.

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Relata Dilver que a las diez de la mañana el pulso con las autoridades ‘se calentó’.

Según su relato: “Uno de los señores que estaba ahí de la Policía dijo: ‘hoy la orden es hacer erradicación, a las buenas o a las malas, gústele a quien le guste, ya son ordenes de arriba’, nos dijo. Comenzaron a desasegurar los fusiles, hicieron unos disparos al aire. Y el propietario de la primera finca que iban a erradicar se le paró en frente y dijo: ‘pues no señor, no nos van a hacer erradicación forzada’. Y sacó una pistola y a lo que le apuntó, el compañero mío le puso la mano en el pecho y lo empujó y a lo que lo empujo el tiro le pegó en la mano. Ese fue el primer herido, no corrió sino que fue a quitarle el arma al policía y los otros policías que estaba atrás comenzaron a dispárale a los otros”.

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Va hablando y va sintiendo dolor en su pierna. Asegura que escondido tras un árbol, a 300 metros de distancia, donde más llovían balas, pudo contar cinco plomaceras.

“Cuando empezamos a sentir que las balas nos zumbaban, a lo que empezaron a zumbar yo estaba al lado de allá, donde estaban disparando el Ejército y la Policía. Empecé a subir y, a lo que me lancé para donde las balas no pegaban, fue muy tarde me dieron en la pierna y caí al suelo”, cuenta.

“Lo único que hice fue sacar la correa, bajarme el pantalón y hacerme un torniquete, lo que más pude apretar”, agrega.

Un video, hasta hoy inédito, dura diez minutos y muestra los momentos de angustia cuando lo rescataron.

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“¿Quién disparaba? Disparaba el Ejército y la Policía hacia nosotros, pero en ningún momento respondimos, la única arma que teníamos era un garrote y era para defendernos de los antimotines”, explicó.

¿La bala lo rozó o la bala lo penetró? ¿La tiene usted ahí? “Está aquí, en todas las radiografías que tengo aparece la bala”.

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¿O sea usted tiene la bala que podría decir si fue el Ejército, o si fue la Policía los que dispararon? “Exacto, exacto”.

Los campesinos denunciaron su versión de los hechos. La fuerza pública por esos días afirmó a los medios que la culpa la tenía ‘Guacho’ y su grupo GAO residual.

Esta versión fue desmentida por los investigadores.

“Yo demandé, pero eso es como nadar contra el río”, explica Dilver.

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En las motos, Noticias Caracol hizo la misma ruta de hace un año, por el laberinto de caminitos angostos por donde los narcos transportaron por años kilos de coca. Al recorrerlos se siente la pobreza y la lucha por sobrevivir de estas comunidades campesinas.

Allí están las marcas de esta barbarie, los rasguños y perforaciones que dejaron las balas en los árboles. El escudo plástico con que pretendían defenderse de los roces con los uniformados, y que nunca pensaron se convertirían en balas.

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La voz de los campesinos está recogida en la abogada Diana Montilla, defensora de derechos humanos de estas comunidades, que durante siete años ha permanecido con ellos pese a los riesgos que esta tarea le significa.

“Observamos un panorama de total impunidad. La Fiscalía hasta el día de hoy no ha realizado la imputación de cargos, pese a que de manera informal nos había informado que tenía identificado a los responsables de estos hechos”, explica la abogada.

¿Por qué no han sido procesados los responsables?

En El Tandil la respuesta latente es la misma. Silencio.

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