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Intento por recuperar parques naturales puso al descubierto un gravísimo conflicto de tierras

Colonos aseguran que tiene derecho sobre esos territorios, mientras autoridades apuestan a la conservación. En ese río revuelto pescan disidencias de las FARC.
Son más de mil familias las que habitan los dos parques: Cordillera de Los Picachos y Tinigua.
Hace tres meses, en una operación por recuperarlos de la depredación humana, se hicieron evidentes las tensiones.
“Hasta ese día se respetó el aviso ‘Aquí empieza el Parque Tinigua’, los campesinos quemaron el letrero", asegura Rodrigo Bonilla, colono de la vereda Girasol que defiende su derecho a poseer esas tierras que, dice, son herencia de su papá.
Se siente dueño, habla de cartas de colonos y certificados de compra de la tierra que conservan.
“Nosotros, los fincarios, no solo es deforestar, hacer daño. Nosotros guardamos las orillas a los ríos”, sostiene.
No muy lejos de allí, los ecos de la discordia llegan al padre Tovar, párroco de San Vicente del Caguán, quien analiza con preocupación este conflicto ecológico difícil de resolver.
"Yo valoro todo el proceso que han llevado los campesinos, familias que están asentadas con toda una historia, que llegaron con un problema económico y fueron forjando su futuro poco a poco. Esas son las familias que uno tiene que valorar. Pero también hay un proceso de latifundismo, de terratenientes, donde muchas de estas personas que tiene grandes haciendas ni siquiera están en el lugar", explica el padre Ricardo Tovar.
Se ha logrado determinar que los grandes terratenientes poseen más de cinco fincas de más de un millón de hectáreas deforestadas, con más de 1.700 cabezas de ganado.
“Mientras no se delimite lo que le pertenece a Parques Nacionales, mientras no se de tranquilidad a la misma gente de quienes están afectados por estar ubicados en parques y quienes están fuera de los parques; la zozobra sigue creando muchísima tensión", añade.
Lo preocupante, según quienes están en la zona, es que se recurra a la fuerza para terminar con el conflicto.
"Negociar en medio de un conflicto de desplazamiento no sería bueno, se desataría una guerra. Haríamos resistencia porque estamos reclamando los derechos de nosotros. Nosotros tenemos derechos como cualquier colombiano", afirma Rodrigo Bonilla finquero en el Parque Nacional Los Picachos.
En medio de las diferentes mesas de concertación y un clima enrarecido, la Iglesia intenta mediar, pero el diálogo no prospera.
Ahí aparecen las disidencias de las FARC: mientras el padre Ricardo Tovar dice que han sido respetuosas, ambientalistas denuncian amenazas y actos violentos. En septiembre, les quemaron la caseta y tuvieron que salir del parque Cordillera Los Picachos.
En 2018 las amenazas contra personal de parques se registraron en Picachos, Macarena, Tinigua, Sierra Nevada de Santa Marta, Chiribiquete, Tamaná, Farallones y Corales.
“Nos afecta tremendamente la conservación de estas áreas. Y si no hay unas condiciones de vigilancia y control de orden público, esta actividad tan importante para el país, como son las actividades bio, no se pueden realizar”, advierte Julia Miranda, directora nacional de Parques Naturales. 
No tiene reparo en decir que en los parques naturales del país ni más fincas, ni ganado de engorde, ni coca.
Entretanto, la destrucción voraz de la riqueza natural más grande de Colombia y del mundo, que el Estado pretende salvar y restaurar, debe ser mirada con cautela, pues el uso de la fuerza con las comunidades colonas podría devolver todo al principio del conflicto armado por la tenencia de la tierra. Una historia sin fin para el país.
Vea la primera parte del informe:
Deforestación de parques naturales, un mal que ha ido creciendo tras la firma del acuerdo de paz

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