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No somos delincuentes: descendientes de los Rodríguez Orejuela quieren vivir sin estigmas y en paz

Les han cerrado muchas puertas solo por su apellido. Desean que en vez de mafia los relacionen con emprendimiento y en vez de violencia, con reconstrucción. 

“A mí me tocó de pronto, por un apellido, una condición de una exclusión en un momento dado o señalamiento de la sociedad por los pecados o errores de nuestros padres a quienes no juzgo y repito, como siempre lo he dicho, amo profundamente y no soy nadie para juzgarlos pero nos ha tocado cargar una cruz que poco a poco la hemos ido dejando en el pasado”.

Él es Miguel Andrés, hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, el otrora todopoderoso jefe del cartel de Cali, quien junto a su hermano Gilberto construyeron hace más de 20 años un imperio de droga, un complejo entramado empresarial y un castillo de relaciones públicas que los llevó, incluso, a financiar una campaña presidencial y a ser protagonistas del gran escándalo conocido como el proceso 8.000, en el que su plata compró conciencias y salpicó a decenas de políticos de la época.

Los hermanos Rodríguez Orejuela fueron capturados en Colombia, extraditados a Estados Unidos y condenados a 30 años en ese país.

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“Con la frente en alto. Yo siempre cuando hago las charlas hay una foto que no es que yo haya elegido, es que me la tomaron de esa manera. Fue cuando la condena de Miguel y Gilberto tuve la oportunidad digámoslo de estar acompañando a mi padre en ese momento con mi primo Jaime y con otra prima Claudia Pilar, con mi hermano Juan Miguel y éramos dos miembros de cada una de las familias acompañando ese día que marcaría la nueva vida de ellos, que era la condena a la que están sometidos hoy día en los Estados Unidos y sale uno abatido, salí abatido, salí destruido, salí mal, salí anímicamente desinflado de todo lo que estaba pasando, pero siendo consciente de una realidad que ya era la nueva vida nuestra y la nueva vida de él, pero salí como si yo hubiese sido el condenado”, explica Miguel Andrés Rodríguez.

Hoy, Miguel Andrés pone de nuevo la cara, como lo empezó a hacer hace un par de años; pero esta vez no aparece sólo, lo hace con su sobrino Sebastián, hijo de Humberto Rodríguez Mondragón, uno de los hijos de Gilberto Rodríguez Orejuela.

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Sebastián representa a la tercera generación de una familia que no ha podido quitarse el lastre de ser señalados como los herederos del estigma de la mafia en Cali, de la plata de la droga y del poder corruptor que tanto daño le hizo al país.

"A mí me tocaron todos los problemas, desde pequeño…visitando en la cárcel a mi abuelo, a mi tío, luego pues las persecuciones políticas que la familia ha tenido que no es un secreto para nadie y luego pues ver a mi papá preso y pues sí…ha sido un proceso de golpe tras golpe tras golpe cómo tratando de dejar esa cruz que cargamos por el apellido, ese estigma social, tratando de dejarlo atrás.

Pero cada vez la sociedad se encarga más de recordarnos o no tanto la sociedad pienso mucho digamos el Gobierno, la política nos trae otra vez esa cruz y nos la pone enfrente para que la sigamos cargando pero no…yo renuncié a eso y pienso que soy una persona diferente... mi historia no es la misma de mi abuelo, ni de mi papá, yo soy yo.

Y ese es el objetivo o sea mi objetivo es no pensando en quién soy y nunca negando de dónde vengo porque me siento profundamente orgulloso de quién es mi familia y agradezco pues todas las dificultades que he tenido que pasar porque me han formado como lo que hoy soy y pienso que pues a mí corta edad he vivido cosas que no mucha gente ha vivido y eso me ha dado un grado de madurez y una forma de ver la vida diferente al joven normal que no ha tenido que vivir nada de eso", explica Sebastián Rodríguez.

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Sebastián, cuando usted dice que ha tenido que vivir cosas muy duras golpe tras golpe, ¿cuál ha sido el más duro?

"Definitivamente que mi papá hubiera ido preso siendo que...o sea eso es un crimen de sangre.

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Él ha sido un ejemplo para mí, es la persona que yo más admiro, él siendo inocente de todo eso, mostrar la entereza que mostró durante tanto tiempo preso, pues llevado como al límite mirado por la sociedad de una manera que...señalándolo todo el tiempo.

Es un ejemplo para mí, osea ese pedazo, es como un referente y sí ha sido para mí lo más difícil de este proceso ha sido definitivamente eso porque finalmente mi abuelo y mi tío pues ellos fueron culpables de lo que hicieron pero no la familia y se han encargado de hacernos ver que alguna u otra manera somos culpables de algo cuando no es así".

¿Quiénes los hacen ver culpables? Y se lo pregunto porque esa es una manera digamos de depurar el alma. ¿Cómo le recuerdan eso, usted que es un muchacho?

"Pues de muchas maneras; yo pienso que en mi niñez por ejemplo conseguir un colegio era complicado para alguien como nosotros, nos cerraban las puertas en todos lados, los bancos, en todos lados.

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Entonces la sociedad se encarga de recordarte quién eres o quién cree la sociedad que tú eres y no dan la oportunidad de ver el otro lado, porque yo pienso que mi abuelo y mi tío se encargaron de formarnos a todos muy bien en principios y valores, educación para ellos siempre la educación ha sido primordial: lo único que no te pueden quitar, ¿sí?

Eso es algo que me quedó marcado, algo que me dijo mi abuelo hace tiempo, lo único que no te van a poder quitar es lo que tú tienes aquí".

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Sebastián, usted dice claro esta sociedad nos recuerda a cada rato, la gente que los rodea saben quién es su familia, quiénes son sus abuelos.

"Claro sí...mis amigos o sea nunca oculto, no tengo por qué ocultar quién soy, no me siento avergonzado de quién soy,  ni de quiénes son mis antepasados”.

Pero por esos abuelos le han hecho el feo

“Pues no tanto el feo diría yo, porque la gente al final es muy cobarde para para decirte las cosas en la cara pero uno si se da cuenta que…pues comentarios o uno por ejemplo ve una noticia en internet y luego mira los comentarios y ahí se da cuenta que la gente es sádica, la gente por ahí si quiere ver sangre".

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A esa sociedad que les ha hecho el feo, perdóneme la expresión, ¿usted qué les diría, que les dice hoy?

"Que nadie es nadie para juzgar, que primero deben mirar bien los hechos y mirar quién es la persona, no quiénes son sus antepasados para luego hacer un juicio de valor, porque mucha gente dice: ‘¡ah! él es hijo de, o nieto de’... entonces ya te encasillan en un estigma cuando no es así, cuando no se da la oportunidad de conocerte sino que cierran la puerta desde el principio”.

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Hoy, los Rodríguez, segunda y tercera generación, quieren que en lugar de mafia los relacionen con emprendimiento, en vez de violencia, con reconstrucción y en vez de droga, quien lo creyera, quieren que se hable de sustitución de cultivos de coca.

“Entonces es contextualizarlos de que es mejor enfocarse en un tema como la parte empresarial o tu parte de querer salir adelante, que querer desviarte del camino, cosas que te pueden acelerar tu vida y puedes tener dinero fácil, puedes tener carros, lujos, pero eso de eso no queda absolutamente nada y eso es algo que todo mundo lo conoce, todo mundo lo conoce el que ha estado en este mundo, no porque nosotros no hemos estado en él, pero familias que han estado y que han tenido riqueza fácil y que han crecido mucho al final han quedado sin nada porque la delincuencia y el delito no paga", indica Miguel Andrés.

Miguel, por ejemplo, lo hace ante auditorios de jóvenes, ante campesinos y ante quien quiera, dice él, escuchar su historia que no es solamente la de simples familiares de unos capos de la mafia.

Le voy hacer una pregunta con mucho respeto, pero es para que la sociedad y el país logré un poquito entender. ¿Cómo le hace entender a unos muchachos como él, que la plata fácil o la plata mal habida no es negocio cuando sus padres construyeron un imperio con plata del narcotráfico, es decir, seguramente esa pregunta muchos jóvenes a los que usted le habla se la deben haber hecho?

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"Don Gilberto y Miguel tenían ya plata en un momento dado cuando equivocaron su camino porque eran emprendedores, ¿sí? Primero eran emprendedores y como emprendedores tuvieron una vida difícil, en donde mi tío trabajó en una droguería porque yo recuerdo sus anécdotas, donde aprendió ese negocio de medicamentos y donde poco a poco fue escalando y creciendo”, señala el hijo de Miguel Rodríguez.

Sobre el escándalo del 8.000 que tantos líos les trajo a su padre y a su tío, Miguel Andrés hace una distinción frente al escándalo que hoy sacude a Colombia, el de Odebrecht.

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“Fueron bien distintos. No quiero entrar en detalles, pero lo que uno ya ve como noticias ya no es alguien recibiendo dinero de la mafia o personas fuera de la ley sino haciendo negocios con la plata del pueblo o la plata del Estado”.

Hoy, más de veinte años después de la persecución a los jefes de esa mafia del Valle, Miguel volvió a recorrer las calles de Cali, esa Cali que estuvo a los pies de su padre y su tío. Un imperio del que hoy sólo quedan recuerdos.

“Esa casa era la de la esposa de mi papá, la mamá de mi hermana menor”.

¿De Marta Lucía?

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“Sí, marta Lucía a quien queremos mucho. Y en esa esquina, en momentos difíciles tú llegabas a compartir novenas navideñas. Recuerdo que en momentos de dificultades no se venía ya a la casa, en esta zona, que era donde mi papá se movía, te estacionabas en un espacio y dentro del carro y él cambiaba de carro para verse contigo cinco minutos o tú a verte con él en las dificultades. Hoy en día soy consciente de que era prófugo de la justicia pero para mí no había una cosa más importante que ver a mi papá”.

¿Quedaron con plata?

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“Quedamos con lo que aprendimos, con nuestra educación, con nuestro talento como seres humanos, como profesionales, con nuestras capacidades. Con la característica propia de la sangre de querer superarnos frente a cualquier adversidad”.

Pero mientras Miguel, el hijo de Miguel Rodríguez Orejuela, habla de sus recuerdos, Sebastián Rodríguez, el nieto de Gilberto Rodríguez Orejuela, insiste en una frase: el derecho al olvido.

“Pienso que tenemos a tener un comienzo en blanco. De escribir nuestra propia historia. Cada uno de los miembros de la familia tendrá su derecho a desarrollarse como sus capacidades se lo permitan y llegar a ser lo que quiera ser. Pero no trayendo ese estigma de ser hijo de, o nieto de. Pienso que eso es una cosa del pasado”.

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