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Francisco Sierra, el antioqueño que ha impulsado el negocio de las motocicletas en Colombia

El empresario es, además, una de las personas del país que más conoce de la cultura japonesa.
"En mi primer viaje a Japón tenía 33 años. Y me recibió el presidente mundial de Yamaha. Me dijo: ‘mi asesor espiritual es un monje budista, que es artista, y mandé a hacer un cuadro especialmente para usted’", relata el presidente de la junta directiva de Incolmotos Yamaha.  
Francisco Sierra es uno de los colombianos que más conoce de motocicletas. Nació en Medellín en diciembre de 1944 y es el hijo mayor de una familia de seis hijos. Su madre era ama de casa y su padre era empleado de una textilera.
"Fomentaban que teníamos que ahorrar. En las vacaciones nos ponían trabajo en la casa y más grandes mi papá nos conseguía trabajo con compañías amigas de él. Por la noche teníamos que embolar los zapatos y tenerlos brillanticos para el día siguiente. Una disciplina medio militar, pero eso le ayuda a uno mucho en la vida y en el trabajo", recuerda el empresario.
Sierra creció el barrio Boston de Medellín. Estudió en el colegio Calasanz y se graduó de ingeniero mecánico en la Universidad Pontificia Bolivariana, mientras trabajaba para una compañía textil.
"Empecé en Fabricato, pasé a Postobón, y después al grupo Ardila a manejar la parte de Yamaha", comenta.
La ensambladora de Yamaha en Colombia nació a principios de la década de 1970, bajo el paraguas de Coltejer. En 1975 se ensambló la primera motocicleta de la marca japonesa en el país y se dio paso a la sociedad Impormoto, de la que Sierra se hizo presidente en 1978.
"Cuando yo cogí la compañía, las motos no eran conocidas en Colombia. ¿Quién tenía moto? Los hijos de papi, la policía, y algo, el Ejercito. Me tocó a mí salir de pueblo en pueblo con un avisito: busco distribuidor de motos Yamaha. Y así empecé de cero completamente, crear mercado. Aquí en Medellín le di moto a presidentes de empresas importantes, a modelos bonitas, a líderes de opinión y les enseñé a manejar la moto", narra Francisco.
"Yo empecé en octubre del 75. De octubre a diciembre, ensamblamos 120 motos, en tres meses. Hace 43 años tenía 35 trabajadores, ahora tenemos 1200", añade.
Pero en la década de 1980, en plena crisis textilera, el futuro de la compañía, y el de Sierra, cambiaron.  
"Me dijo el doctor Ardila: ‘el Gobierno nos pidió a los textileros que dejáramos las inversiones que teníamos en negocios distintos al textil’. Y me llamó el doctor Ardila, y me dijo: ‘Pacho qué vamos a hacer pues con Yamaha, cómprela usted. Y cuando quiera me la va pagando’. Entonces me quedé con mi señora 100% con la fábrica y en menos de un año se la pagué", resalta el empresario.
Sierra viajó a Japón y convenció a los japoneses de que invirtieran en la nueva compañía.
“Invirtieron el 19% y después fue aumentando y ahora ellos tienen el 50% y nosotros el otro 50", señala Francisco.
Incolmotos ha pasado por cinco sedes. Ha crecido de manera continua; sin créditos, ni bancos, muy al estilo japonés. Hoy, sus ventas sobrepasan las 100 mil unidades anuales, pero su capacidad es superior a las 250 mil. Es también, el importador y distribuidor de los instrumentos musicales Yamaha desde 1989.
“Aquí no se ha puesto un ladrillo con préstamos, todo se ha hecho con recursos propios. No hay pasivo. Eso es muy japonés. Los bancos cobran mucho interés, no haga préstamos bancarios innecesarios", advierte.
"Cuando yo compré el terreno en el año 1995 por aquí no había doble calzada, no había internet, no había alcantarillado. Todos me criticaron, ‘cómo te fuiste para allá, que cosa tan grande, vos no necesitas eso’, no tengo ningún afán, respondía. Hasta un japonés, que manejaba Latinoamérica me dijo: ‘venda la mitad’, pero contesté ‘no señor, tiene que pasar por encima de mi cadáver; aquí no vendemos nada, ni un metro’. Ahora le digo, ‘¿vendemos? Qué pena, qué pena…’”, recuerda  el presidente de la junta directiva de Incolmotos Yamaha.  
Sierra se ha dedicado a estudiar la cultura japonesa. Ha visitado Japón 69 veces y, entre 2003 y 2007, fue Embajador de Colombia en ese país.
"Mi abuelo me hablaba de Japón. Inicié los negocios de Postobón con compañías japonesas para cambiar las cajas de madera por cajas plásticas. Desde ese momento hasta el día de hoy nunca he tenido un problema con los japoneses", dice orgulloso y reconoce que es controlador.
“A veces se me va la mano, pero qué le hace. Soy controlador en la plata. Cualquier cosa que justifique, si está bien sustentada se aprueba, pero cosas ahí regularcitas mal sustentadas, no" recalca el negociante.
Pero con su fundación, enfocada en la música, no se mide tanto…
“Nos dimos cuenta de que los niños en las zonas rurales de Colombia eran captados por la guerrilla. Hay que hacer algo para retenerlos y se me ocurrió ir allá a esas zonas. Y montamos el programa, ‘Becas tocando’. Tenemos 20 mil niños becados. Les damos el instrumento, les damos los libros, les damos el profesor, les damos el alimento porque llegan con hambre. Niño que abraza un instrumento musical nunca empuñará un arma”, explica Francisco.
A los 74 años, después de haber visto pasar a siete presidentes de Yamaha Japón y darle la vuelta a Colombia varias veces en moto, Francisco Sierra ha decidido delegar la presidencia de su compañía, pero preside la junta directiva. Todos los días almuerza con sus empleados y tiene la costumbre de regresar sus llamadas y correos electrónicos personalmente. Tampoco olvida saludar a sus 17 perros.
"Vengo todos los días de 9 de la mañana a 6 de la tarde y me meto en muchas cosas y le ayudo al presidente. A mí no me cansa trabajar, el trabajo no me tensiona. Es como un hijo, uno no se cansa con los hijos", finaliza el emprendedor.

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