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Embotellamientos aprisionan a la población diariamente en las calles y este no es un fenómeno ajeno, congestionamientos gigantescos son cada vez más comunes en las mayores ciudades del mundo. Paradójicamente, aunque cueste decirlo, a este ajetreo diario la pandemia le dio un respiro y en la época más fuerte de la cuarentena las ciudades quedaron vacías.Fue sólo una pausa al ruido y caos por la sombra de muerte y miedo que sembró en este inolvidable 2020 el terrible virus del que haya tenido noticia reciente la humanidad: el SARS-COV-2 o la COVID-19 como se le ha conocido mundialmente.Gradualmente se reactivó la vida pública y no tardó mucho en reaparecer el mismo bullicio y desorden de siempre, sólo que ahora en una rara normalidad que también forzó y aceleró cambios en la manera de movilizarnos mientras dure la pandemia.En Colombia, las tres cuartas partes de la población vive, y en ciertos casos sobrevive, en las trece ciudades más importantes del país. Los datos son abrumadores, de los 50 millones de habitantes que tiene Colombia, por lo menos 38 millones hoy se concentran en las grandes cabeceras distritales y municipales, según las cuentas oficiales del DANE.Hay que decirlo claramente, ninguna ciudad del país ni siquiera del mundo estaba preparada para recibir tanta gente buscando oportunidades y huyendo de la violencia.Así nacieron barrios enteros que rápidamente se volvieron comunas o ciudades dentro de las grandes capitales, sin ninguna planificación; como la localidad de Ciudad Bolívar en el extremo sur de Bogotá, que tiene más de 600 mil personas, casi la misma población de Bucaramanga.¿Cómo crecieron estos lugares y por qué el transporte se demoró en llegar?“Porque esta localidad es la representación del territorio desde la informalidad de muchos migrantes que vinieron de otras partes del país por la violencia y otros factores”, indica la arquitecta Lucy Molano, directora de la Oficina de Atención al Ciudadano del IDU.Con aproximadamente ocho millones de habitantes, Bogotá es de las pocas capitales de América Latina sin metro. El sueño de un subterráneo se enterró en debates, promesas de gobernantes de turno por más de 50 años, estudios y diseños que han terminado en la caneca de la basura.Sólo hasta este 2020, tras muchos ires y venires, por fin se logró firmar el acta de inicio de un metro elevado, cuya primera línea sería una realidad, si nada inesperado se atraviesa, por allá en el 2030.Porque en Colombia nos acostumbraron a saber cuándo se adjudican los contratos, pero no cuándo empiezan las obras ni mucho menos cuándo terminan. Ojalá esta vez la historia no se repita.Como las cosas hay que decirlas como son, a finales del año 2000, el transporte público de Bogotá tuvo un entusiasta revolcón: de la espantosa guerra del centavo con buses destartalados y un monumental desorden vial, se le apostó a Transmilenio, un sistema de buses articulados y carriles exclusivos que creó un esperanzador modelo de movilidad por su eficiencia y bajo costo en comparación con el metro.La fórmula en su tiempo resultó revolucionaria y vino acompañada de la recuperación de andenes con medidas polémicas como los bolardos, la restauración de plazoletas y la puesta en marcha de una novedosa red de ciclorrutas.El éxito de Transmilenio se propagó como pólvora y pronto otras ciudades copiaron la prometedora solución a sus desesperantes trancones. Fue el caso de Cali con el Transmío, de Bucaramanga con el Metrolínea, Barranquilla con el Transmetro y Transcaribe en la histórica Cartagena de Indias.Las comparaciones son odiosas, pero, con su metro operando desde 1995, Medellín iba a la delantera. Ese sistema cumplió 25 años y paralelamente se han desplegado otros medios de transporte como el metrocable, el metroplús, tranvía y alternativos.Bogotá y otras ciudades también han mostrado grandes avances.Del teleférico de Monserrate al Transmicable de Ciudad Bolívar: desde el 27 de diciembre de 2018 se puso a andar este medio aéreo que acortó los tiempos de desplazamiento y mejoró la calidad de vida de más de 700 mil habitantes del sur de Bogotá.El Transmicable está conectado a la estación de Transmilenio de El Tunal, que a la vez cuenta con un cicloparqueadero y desemboca en 540 kilómetros de ciclorrutas esparcidos por toda la ciudad con sus infaltables pros y contras.Esto le ha granjeado una importante reputación mundial a Bogotá que antes de la pandemia venía perfilándose como una potencia turística.Para hacerse a una idea, Bogotá fue visitada en 2019 por más de 20 millones de turistas extranjeros y nacionales, según el Instituto Distrital de Turismo.Pero hay otras ciudades que también son las de mostrar y que atraen muchas divisas poniendo dinero en el bolsillo de los colombianos. Pero para que Colombia atraiga más turistas, es fundamental mejorar en infraestructura y transporte.Fueron más de 41 millones de pasajeros los que usaron el avión para transportarse el año pasado en el país, según la Aeronáutica Civil.El aeropuerto internacional El Dorado se ha modernizado, pero parece irse quedando corto frente al incremento frenético de viajeros, imponiendo grandes retos de expansión.Mientras tanto, en el transporte terrestre los sistemas de buses han quedado frenados o a medias por disputas burocráticas y falta de continuidad en las políticas públicas. Deficiencias que le han dado paso a otros medios de transporte como motos, bicitaxis y patinetas eléctricas.
Las ciudades y las viviendas han sido moldeadas por enfermedades contagiosas durante cientos de años.La tuberculosis o el cólera, por ejemplo, se propagaban en espacios cerrados, polvorientos, los virus estaban dentro de las casas y en las calles sin alcantarillas. La arquitectura se encargó de proponer las ventanas abiertas en colegio y hospitales, de sanear las calles.Siglo XXI, año 2020. El mundo es totalmente urbano, un nuevo virus atropella, de repente las ciudades están vacías y las casas llenas.¿Cómo enfrentar el desafío?España es uno de los países más golpeados por la pandemia. José Antonio Granero fue presidente del Colegio de Arquitectos de Madrid y Vicente Guallart, un vanguardista arquitecto valenciano; ambos responden si en las ciudades europeas el cambio ya comenzó.Vicente Guallart: “El mundo está en un proceso de urbanización como no lo ha estado nunca. De hecho, si vemos los números de Naciones Unidas dicen que para 2050 el 70% de la población mundial, que entonces serán 9.800 millones de personas, vivirán en ciudades.Eso quiere decir que se va a construir el equivalente a una ciudad de 5 millones de personas cada mes, en los próximos 30 años."Es decir que el reto en realidad, y esto planteamos con nuestra propuesta, también es cómo hay que seguir construyendo ciudades, cómo hay que seguir urbanizando, porque si lo hacemos como se hacía en el siglo XX el mundo se colapsará, el cambio climático se acelerará”, agrega Guallart. José Antonio Granero: “En las ciudades el cambio es constante, es la esencia de las ciudades, el cambio permanente. Yo creo que frente al miedo generalizado que hay, lo primero es que no debemos subestimar la capacidad que hay del ser humano de recuperarse. De manera que yo, en general, en todos estos meses frente al miedo y de horror con la pandemia y con el COVID, yo lo primero que doy es un mensaje de esperanza”.Una esperanza para asumir que el ser humano crea los espacios donde habita y por eso la transformación de la vivienda es la primera tarea.¿Lo que se viene entonces es una gran renovación global? ¿El mundo entero va a entrar a pensar en sus casas y estaremos asistiendo a un proceso compartido de renovación de casas, de renovación de espacios?Antonio Granero: “Es verdad que hemos sometido nuestras viviendas a una tensión para la que no están pensadas, no están pensadas para que nuestros hijos estén estudiando, nosotros trabajando, cocinando, atendiendo a las labores normales de la casa, de la familia y del trabajo. Todo eso concentrado en un espacio es muy difícil”.Fernando Viviescas es colombiano, arquitecto y consultor de política pública tiene su diagnóstico.“El COVID lo que hace es llamarnos la atención y decirnos ¡oiga!, miren cómo están construyendo lo que tienen que construir, fíjense en cómo lo hacen y cómo están dividiendo un elemento tan fundamental como el espacio. Hay que ser conscientes de ese espacio, cómo lo distribuimos, cómo lo organizamos, cómo lo ordenamos y cómo nos organizamos nosotros para vivir en ese espacio. ese es el gran llamado que está haciendo el COVID-19”, señala. José Granero: “En realidad, las ciudades deben cambiar. Después de cada crisis las ciudades cambian y, por lo tanto, pues hemos visto que pensar que la vivienda estaba más del lado del negocio que no del derecho social; esto ha llevado a situaciones de construir cada vez viviendas más pequeñas.Cuando han llegado estas crisis hemos visto que las viviendas no tenían balcones, que la gente no podía tomar el sol, que los niños tenían que educarse en su casa, etcétera, que éramos forzados a conectarnos a teletrabajar y no teníamos dónde.Por lo tanto, yo creo que este proceso va a hacer reflexionar sobre la importancia de la vivienda, de la vivienda social, de una vivienda que tenga también espacios adyacentes donde podamos trabajar, donde podamos encontrarnos con los vecinos.Es decir, hay que dar más importancia a la vivienda como un derecho básico de los seres humanos que no como un producto inmobiliario”.De ese derecho básico de la vivienda, pasemos al espacio público. Ese que compartimos y que el COVID desalojó sin permiso.Fernando Viviescas: “Las Naciones Unidas hace ya muchos años demostraron claramente que un dólar invertido en espacio público rinde muchísimo más en salud que millones dedicados a hospitales, por ejemplo. Eso ya está demostrado, eso ya no se discute, y los hospitales empiezan a cambiar y también empiezan especialmente a cambiar los sitios en los que está la gente: las escuelas, los sitios de trabajo, etc. Y la ventilación, la sanidad, los alcantarillados, las formas de que llegue el agua a todas partes, para que la gente pueda lavarse las manos todo el tiempo”.Sevilla es una ciudad antigua fundada en el siglo XVI. Ha vivido y sobrevivido a más de una catástrofe. A su alcalde, Juan Espadas, le tocó enfrentar la pandemia del siglo XXI en una ciudad que depende económicamente del turismo gracias a su inmenso casco antiguo, uno de los más grandes de Europa.¿En qué está pensando hoy el alcalde de una ciudad europea como Sevilla? ¿Cuál es la prioridad en este momento?Juan Espadas: “Bueno yo creo que la salud, claramente, y la recuperación económica y de la vida, de las personas tal y como la conocíamos hasta ahora. Esa es nuestra principal preocupación.Creo que la ciudad está en un momento en la que debe atender por un lado a esas zonas que denominamos de transformación social, en donde se refugia más tasa de desempleo, quizá profundizar justamente en que sean zonas en donde el desarrollo integral de la persona y del entorno mejore.Eso a lo mejor no es tan vistoso en términos de paisaje urbano o de grandes monumentos o espacios donde se desarrollará una gran obra pública, pero al final la gran obra pública de un alcalde es que los ciudadanos, las personas que viven en la ciudad, se sientan mejor tengan más oportunidades y puedan desarrollar su vida”.Ante el agobio del confinamiento apareció en escena un repentino interés por el mundo rural.Antonio Granero: “Salir de las ciudades sin duda sería un error, no creo que el futuro vaya a ir por ahí. Además no sería sostenible, tenemos que hablar en términos de sostenibilidad también.Nosotros somos herederos de la ciudad, pero sobre todo lo que tenemos es prestado de nuestros hijos, de manera que lo que les dejemos es muy importante y solo tendremos un entorno sostenible si efectivamente podemos responder a lo que tiene que ver con clima, lo que tiene que ver con el cambio climático, a lo que tiene que ver con la salud, la ciudad tiene que ver con el medio ambiente.Una cosa es irse a vivir a un pueblo, a una vida rural en torno a la naturaleza y claro que es fundamental que exista esos ámbitos y otra cosa es los desarrollos suburbanos que ni son campo, ni son ciudad, tienen lo peor del campo y lo peor de la ciudad y no tienen nada bueno. Nada sostenible, llevar los servicios es muy caro y no nos lo podemos permitir”.Fernando Viviescas: “Es que la humanidad es urbana, o sea el futuro de la humanidad es urbana, desde hace mucho tiempo lo construyó y una peste como esta, si no acaba con toda la humanidad que por supuesto esa posibilidad todavía existe, no va a impedir esto.Lo que sí se va es a redefinir es la relación entre la ciudad y lo que llamamos el campo porque lo rural y lo urbano no hay esa separación tan tajante. Fíjese lo que pasa aquí en el norte de Bogotá”.Antes de la pandemia el modelo de la ciudad en la movilidad empezaba a rebatirse por el daño a medio ambiente. Y por el conflicto entre los que tienen y los que no.Vicente Guallart: “Yo creo que esta pandemia ha acelerado el futuro porque desde hace unos años empezamos a discutir cómo teníamos que hacer ciudades ecológicas, ciudades que fueran más humanas, más centradas en las personas, que fueran más productivas, que no dependiéramos tanto de la globalización.Por supuesto que hay que ir en contra de la deforestación masiva que ocurre en Amazonas y en otros lugares pero la gestión forestal sostenible permite obtener madera y permite utilizarla para los edificios. Esto ya está empezando a ocurrir en muchos lugares del mundo, en Europa, en Canadá, en algunos lugares de Estados Unidos y nos gustaría ver cómo en China, que sobre todo tienen bambú y donde además tienen mucha influencia en África, pues pueden introducir la idea de los materiales ecológicos, de los materiales renovables en la construcción de la ciudad”.Juan Espadas: “Es necesario entender que tenemos también que adaptar mejor los ecosistemas urbanos a una realidad que el ciudadano quiere tocar, sobre todo el desarrollo y las previsiones de un problema como el cambio climático nos obligan.Vicente Guallart: "En el caso del sur de España es una realidad que momentos determinados del año con altas temperaturas busquemos lugares en donde estar claramente más confortables, lugares de sombra, cuidar los espacios verdes, reducir la contaminación del aire.Aunque esta ciudad todos esos indicadores los maneje bien y no tengamos grandes problemas no podemos relajarnos porque creo que ahí está la excelencia”.¿Qué pasará entonces con las viejas estructuras?Vicente Guallart: “El gran error de las ciudades del siglo XX es que siguieron un modelo donde creamos barrios residenciales, barrios industriales y a veces, también, barrios de oficinas. De tal manera que estábamos todo el día moviéndonos en las ciudades y esto es lo que colapsa en las ciudades.Nosotros creemos que debemos desarrollar una ciudad que se ha venido a llamar de 15 minutos, que son ciudades de barrios, la unidad de la ciudad a de ser el barrio, cuando tienes una ciudad de 10 millones de personas es incomprensible como ciudad, pero si tu entiendes que en tu kilómetro cuadrado tienes acceso a los servicios básicos, en ocasiones tienes lugar donde producir cosas, donde fabricar cosas, donde incluso hacer agricultura, las ciudades cambiarían totalmente.Por lo tanto, el modelo de internet ya no es un modelo centralizado con un centro denso y una periferia pobre como muchas ciudades en el mundo, sino el modelo internet es un modelo distribuido como si fuera un cerebro donde hay muchas neuronas o barrios que se conectan y al reconectarlos creamos la gran ciudad”.Vicente Guallart construirá las primeras viviendas poscovid en una nueva zona de crecimiento urbano cerca de Pekín. “La ciudad autosuficiente”, como la ha llamado.Vicente Guallart: “Xiong’an es una nueva ciudad que se está haciendo al sur de Pekín para descentralizar los servicios administrativos y por lo tanto es una ciudad que presentó directamente el presidente como un nuevo modelo ecológico.Es una ciudad que albergará alrededor de un millón y medio de personas y en este caso el concurso que hemos ganado está destinado a proponer un nuevo modelo de vivienda. Hemos definido una nueva tipología en realidad que se puede aplicar en China o en cualquier país en Latinoamérica o en África para desarrollar ciudades que luchen por el cambio climático".¿Y cuánto tiempo tomará el cambio?José Antonio Granero: “El urbanismo siempre decimos que tiene tiempos geológicos, cambiar las formas de una ciudad, cambiar las formas de vida de los ciudadanos tarda mucho tiempo, pero hoy los cambios son mucho más violentos y mucho más rápidos, y el cambio empieza aquí, yo creo que todo el mundo ha tomado conciencia de que la ciudad que quiere es de otra manera”.Juan Espadas: “Tenemos que entender bien el mensaje que nos deja esta tremenda crisis sanitaria: la fragilidad del ser humano, la fragilidad de los ecosistemas, la necesidad de reforzar mucho más nuestras capacidades para atender a un mundo complejo a un mundo diverso a un mundo difícil a veces y no ensimismarnos a veces en la complacencia de nuestra realidad individual”.¿Y cuál será nuestro rol como ciudadanos?José Antonio Granero: “Hay muchísimo conocimiento y muchísimo talento, las ciudades atesoran muchísimo talento y la ciudadanía tiene muchísimo talento; la participación ciudadana, el que las cosas ya no vengan de arriba abajo, sino vengan de abajo arriba, los movimientos ciudadanos, es muy interesante escucharlos porque hay mucha gente proponiendo y reclamando, y con las nuevas tecnologías, proponiendo nuevas o generando nuevas necesidades a las que hay que dar respuesta entre todos”.Juan Espadas: “Yo creo que efectivamente quizás esa etapa de liderazgos muy personalistas o impositivos ha pasado, creo que en este momento la ciudadanía lo que quiere es, primero, que se le escuche y por tanto el liderazgo político pasa fundamentalmente por personas que sean sensibles a escuchar los problemas de los ciudadanos e intentar integrarlos a la toma de decisiones, el ciudadano de hoy es un ciudadano más proactivo, un ciudadano mejor informado, un ciudadano que en tiempo real, prácticamente, puede participar en lo que está ocurriendo”.Se están construyendo las claves para el nuevo pacto de convivencia. Y será la arquitectura y el desarrollo urbano los que nos muestren el camino para lo que nos está desafiando: cómo encontrarnos los unos con los otros en ciudades de vida.
El sector hotelero sufrió uno de los golpes más fuertes con la pandemia por las cuarentenas y la suspensión de la actividad aérea. Por lo menos 34.600 personas perdieron su trabajo en seis meses.El 2019 fue un año histórico para el turismo en Colombia, pues por primera vez se alcanzó una ocupación hotelera de más del 57% y más de 4,5 millones de personas de todo el mundo vinieron al país. Pero llegó el coronavirus y con él la caída de este gremio. En el mundo la demanda de vuelos se redujo en un 94%.Andrés Uribe, presidente de IATA para Colombia, reconoció que ha sido “la crisis más grave que ha enfrentado este sector. Ya habíamos pasado por anteriores crisis como la del 11 de septiembre, el SARS, el MERS, la crisis financiera, pero ninguna de ellas, ni siquiera todas ellas juntas, se asemeja a la crisis por la que está pasando el sector en este momento, nunca había habido un paro casi total de la aviación mundial”.La hotelería entonces fue colapsando y las restricciones que buscaban salvar vidas se convirtieron en una catástrofe para la industria del turismo, con la desaparición de 300 mil empleos y pérdidas de 6 billones de pesos entre marzo y agosto.“Los indicadores cayeron al 2% y en algunas regiones a menos del 1%, así que prácticamente toda la hotelería de Colombia se cerró hasta el mes de septiembre”, detalló Gustavo Toro, presidente de Cotelco.Ese mes se levantaron algunas de las restricciones y volvieron los vuelos nacionales e internacionales, pero no fue suficiente.Según Luz Stella Flórez, gerente de hoteles Dann Carlton, la demanda fluctúa y “la recuperación ha sido muy dispareja, muy inestable. Los fines de semana están bien los destinos turísticos, en Bogotá está regular todo el tiempo, se mueve algo los fines de semana, pero ha sido realmente bastante inestable, bastante estacional”.En medio de esa reactivación, colombianos y extranjeros están enfocando sus intereses en la naturaleza para reencontrarse con la libertad que vieron limitada con los confinamientos.¿Cómo cree el viceministro que se puede asegurar un turismo para 100 años?Pero también vuelcan sus ojos a Colombia quienes buscan el turismo médico, “no solamente en la parte estética, sino en general en toda la parte médica en todas las especialidades”, dice la doctora Andrea Rojas, médica estética.“Estamos siempre a la vanguardia, todos los procedimientos, los pacientes se sienten muy seguros y por eso les gusta venir aquí a Colombia. Además, pues porque ven que los resultados son buenos. Muchos pacientes me comentan la importancia de cómo individualizar en cada paciente y decir ‘mira, tú necesitas esto, vamos a manejar esto’”, agrega.Según las estadísticas de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica (ISAPS), Colombia ocupa el octavo lugar con 408.789 procedimientos y, según los cálculos que hace la Sociedad de Cirugía Estética Colombiana, alrededor de 30 mil familias viven de estos tratamientos y de los pacientes extranjeros que llegan al país.Entre ellas están “las compañías productoras de fajas, que en Colombia hay varias compañías, están las empresas comercializadoras de implantes mamarios, glúteos, de cara, están las compañías farmacéuticas, está la persona de hotelería, la persona que obviamente renta su apartamento por diferentes empresas que están disponibles obviamente, esta persona gasta porque quiere llevar un souvenir, quiere comer en X o Y restaurante, entonces realmente es una cadena muy importante de gasto que representa un flujo importante dentro de la economía nacional”, afirma Ernesto Barbosa, presidente de la Sociedad de Cirugía Estética Colombiana.Y es que empresas como Colombia Care, que funciona en Medellín, les brinda hotel, transporte y profesionales médicos bilingües a sus pacientes de Estados Unidos, España y Francia.Presidente de Anato revela cómo el sector trata de superar siete meses sin ventasLa forma de viajar y hospedarse está cambiandoQuienes se trasladan a otras ciudades o países lo hacen usando tapabocas, con distanciamiento, controlando síntomas y temperatura.La tecnología también empieza a jugar un papel a la hora de registrarse en un hotel, sin que los huéspedes entreguen documentos, tarjetas ni firmen formularios.Otra alternativa que está tomando fuerza y que, además, es más económica, son los hoteles cápsula, donde la gente puede rentar un espacio de estos y tener cero contacto con otras personas.Los turistas, además, deben empezar a recobrar la confianza “de a poquito y prácticamente proporcional a la distancia del viaje; es decir, la gente va a empezar primero a volar dentro de su propio país donde se siente más seguro, dónde está cubierto por su sistema de salud”, dice el presidente de IATA para Colombia.“Los viajes ya al otro lado del mundo, donde la gente todavía no se está queriendo aventurar a ir, este es un reto muy grande para las aerolíneas, para recuperar esa confianza nuevamente; no es tanto la confianza en el vuelo en sí, es la confianza en que va a llegar a un destino donde si le pasa algo, pues va a estar cubierto, a tener un seguro, va a tener una buena atención. Ese es el tipo de confianza que se requiere restablecer y que va a tomar un buen tiempo” agrega.Reviva el capítulo completo El proyecto es Colombia: turismo“La reactivación va a empezar a darse como quisiéramos por allá a mediados del año entrante y volveremos a los niveles del 2019 quizás en el año 2023, con lo que habremos tenido cuatro años muy complejos para el sector para la economía del país y del mundo”, sentencia por su parte Luz Stella Flórez, gerente de hoteles Dann CarltonPero el presidente de Cotelco, pese a la crisis, es positivo: “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, así que el país saldrá de esta”.
En el aislamiento humano al inicio de la pandemia del coronavirus la naturaleza respiró. Y cuando inició la reapertura de los sectores económicos, como el turismo, la meta era alejarse del concreto para disfrutar de los paisajes que hay en cada rincón del país.Lugares como el parque santuario de Los Flamencos, en La Guajira; el Tayrona, en Santa Marta; Barichara y el Cañón del Chicamocha, en Santander, y Puerto Carreño, en Vichada, son algunos de los sitios que empiezan a recuperarse económicamente tras meses de cierre.Rodrigo Atuesta, presidente ejecutivo de Acotur, afirmó que el coronavirus tuvo incidencia en ese despertar hacia la naturaleza."Estamos empezando a darnos cuenta qué tenemos con el territorio para poder ser un país libre en turismo sostenible. Con la pandemia ha crecido la sensibilidad de la gente, sobre el impacto que nuestras decisiones de consumo tienen sobre las realidades en las que vivimos. Los viajeros cada vez están buscando experiencias únicas, experiencias en donde se involucren a través del aprendizaje la conexión, de cómo nosotros hacemos parte de, en vez de visitarla", resaltó.¿Cómo debe ser el turismo en Colombia para que sea sostenible y a largo plazo?Álvaro Rojas es uno de esos guías turísticos orgullosos que disfrutan de este renacer.Este experto en aves muestra desde su cayuco la belleza de la fauna y flora en Los Flamencos, ubicado a 35 minutos de Riohacha.“Lo más hermoso de esto es compartir conocimiento, darle a conocer nuestras hermosas especies de aves, que disfruten ese recorrido en vela. Las aves representan paz, amor, alegría, usted viene estresado de la ciudad y se va mucho más relajado”, dice sobre su labor.Este plan turístico le genera ingresos al 70% de los miembros del santuario, unas 50 familias wayú aproximadamente, capacitadas para recibir a turistas no solo del interior del país, también de Europa.Otra beneficiaria de este turismo sostenible es Janeth Viviescas, que ha involucrado a los turistas en su oficio para que sientan sentir parte de sus tradiciones en Barichara.Ella es tejedora fibra de plátano y con su labor crea silletería, bolsos, cortinas y tapetes, entre otros productos, oficio que se creció antes de la llegada de la pandemia.Aunque su casa no tiene aviso y no es fácil llegar a ella, gracias a las caminatas que ofrecen a turistas para recorrer Barichara–Guane ella crea conciencia de su cultura con el trabajo que realiza.“Han venido personas de otros países, hacen su ruta y pasan por acá, un guía turístico es quien les traduce todo. Los turistas siempre me dicen que es una innovación, que no han visto esto en ningún lado y así me ha salido mucho más trabajo”, cuenta.Como la de Janeth, ya hay 18 experiencias donde la comunidad ratifica su compromiso con la sostenibilidad de la región.Puerto Carreño, Vichada, también está atrayendo a extranjeros. A dos horas del casco urbano una familia creó el rancho Barú, donde los turistas pueden ver chigüiros, venados, aves y más especies.Para mantener el distanciamiento diseñaron chozas para cada visitante.Duramos siete meses con cero ventas: presidenta de Anato¿Cómo cuidar los recursos de fauna y flora del turismo?Estudios demuestran que un viajero consume aproximadamente 25% más energía que una persona local y a nivel mundial el turismo representa el 5% del consumo total de agua.Durante los viajes, los visitantes consumen hasta cuatro veces más agua que los residentes.Es por eso que la ambientalista y naturalista Sandra Bessudo espera que “estas nuevas oportunidades se hagan desde el comienzo bien y no vayamos, por querer hacer de esto un boom, que se nos vuelva un turismo masivo. Tiene que ser un turismo responsable: cómo nos vamos a comportar durante nuestra visita, no solamente con las comunidades que viven ahí. Es un turismo de observar, de silencio”.Algo en lo que coincide el mamo de la etnia kowi Oren Nuguita Coronao."Es la misma madre naturaleza la que nos ha exigido el cambio que tenemos que hacer, el mar, los ríos. Nos dimos cuenta de que en estos meses con la pandemia se hizo respetar. El personal que venga tiene que venir con un objetivo diferente que es la conservación", pide el líder indígena desde la Sierra Nevada de Santa Marta, el corazón del mundo, donde está el parque natural Tayrona, territorio ancestral de las comunidades indígenas kankuamo, kogui, wiwa y arhuaco.Jeferson Rojas, jefe de este parque, les recuerda a los visitantes que "es un espacio de salud para respirar, para entender de manera distinta la relación de los seres humanos con el territorio. El Tayrona les ofrece tranquilidad, observación de aves, de fauna, las bellezas de nuestra costa Caribe".Por eso, "todo visitante debe venir con recipientes retornables para bajar las presiones en cuanto al manejo de residuos sólidos", dice Álvaro José Jiménez, funcionario del lugar.También surgió el ecoturismo, con el que las comunidades rurales encontraron una fuente de empleo, pero, además, una manera de aportar a la conservación de sus ecosistemas.Reviva el capítulo completo de El proyecto es Colombia: turismoNo obstante, el doctor Julián Osorio, especialista de la Unesco en turismo, advierte que "la sostenibilidad no solamente es la experiencia del turista, sino lo que realmente hay detrás de la cadena del valor y el funcionamiento en el sector turístico. No solo es llevar turistas, sino escuelas, seguridad, educación, el turismo sostenible es de inversión".
¿Qué aprendizajes le deja la pandemia al mundo?Cada país se la jugó a su manera para enfrentar el virus del COVID-19, unos más acertados que otros. Recogimos voces autorizadas en España, Estados Unidos, Brasil y México.El coronavirus COVID-19 puso a prueba el liderazgo mundial.“Todo este tiempo hemos actuado con apertura, transparencia y responsabilidad”: Xi Jinping, presidente de China.“Esta es una situación especial. Haremos lo que sea necesario”: Angela Merkel, canciller de Alemania.“Tomaremos los pasos necesarios y razonables para prepararnos para este brote”: Boris Johnson, primer ministro británico.Todos, ante el mismo desafío, obligados a enfrentarlo, cada uno, con su propio talante, sus convicciones y sus prejuicios.“Lo del coronavirus, eso de que no puede uno abrazarse. Hay que abrazarse, no pasa nada”: Andrés Manuel López Obrador, presidente de México.“No sentiría nada o sería, como mucho, una gripecita o un resfriadito”: Jair Bolsonaro, presidente de Brasil.“Yo veo los desinfectantes, actúan en un minuto. ¿Tal vez haya forma de hacer algo como eso en el cuerpo?”: Donald Trump, presidente de EE. UU.Casi un año después, las vidas perdidas son el incontrovertible balance.Estados Unidos, Brasil, India, México y Reino Unido son los cinco países que han puesto la mayor cuota de víctimas.El COVID-19 transita invisible, a sus anchas, por las calles de Sao Paulo, corazón industrial y financiero de Brasil, el país más azotado de nuestra región, con 180.000 muertes y más de 6 millones de contagios.Se anida, se expande. Se ensaña con los habitantes de la gran mole de cemento y sus alrededores, que cuatriplican en contagios al siguiente estado más afectado.“Todos vamos a morir algún día. No tiene sentido huir de eso, huir de la realidad. Tenemos que dejar de ser un país de maricas": Jair Bolsonaro.Así piensa el hombre que gobierna, pero en los hospitales, donde una muerte no es un número más en el reporte, sino una batalla perdida con sangre, sudor y lágrimas, tienen otra noción de valentía.Además de combatir en el primer frente, médicos son voluntarios en las pruebas de una de las vacunas.“Porque tenemos un gran número de personas enfermas, una población heterogénea en términos de rango de edad y diversidad, y varios estados afectados por la enfermedad en diferentes momentos", explica el infectólogo Francisco Bonasser.Una diversidad y una magnitud que son condena y salvación, al mismo tiempo. Así lo considera Sylvia Colombo, corresponsal para América Latina del diario Folha de Sao Paulo.“Brasil es un país con una escala geográfica continental, es un país muy grande, muy diverso, muy desigual y también somos un país federal, federativo, como dice el propio nombre del país. La Corte Suprema de Brasil entregó la autonomía de lidiar con la pandemia a los gobernadores, autoridades regionales, y con eso algunas provincias o departamentos tuvieron unas reformas distintas de las otras”, explica la periodista.Así que cada región tiene una realidad distinta.Conocimos la tormenta en Manaos, Amazonas, por falta de recursos. Ahí, como en buena parte del país, después de un periodo de descenso las cifras vuelven a crecer.¿Está pasando factura la reapertura precipitada? Muchos se preguntan si está llegando la segunda ola, sin haber salido aún de la primera.“La presión por la flexibilización fue muy alta y ahora tenemos algo que, no sé. Yo creo que hubo una falla de la sociedad en no mesurar un poco. No vamos a hacer una cuarentena total pero tampoco vamos al desmadre total”, dice Colombo.¿Con un manejo distinto, quizá se hubiera podido evitar muchas muertes?“Seguramente. Bueno, Brasil tiene un presidente que es un negacionista. Entonces aunque mucha gente haya confrontado o abandonado su apoyo hacia él por el manejo de la pandemia, mucha gente todavía lo sigue y cree que el virus o es una mentira o es no es tan grave como dice la prensa”.Al otro lado del Atlántico, España sufrió en la primavera los peores rigores de la primera oleada y ahora, como casi todas las naciones europeas, enfrenta las consecuencias de un verano sin control, como lo explica el periodista y escritor Alex Grijelmo, director de la Escuela de Periodismo y columnista del diario El País.“Nos hemos equivocado, o quienes nos gobiernan, en dos ocasiones. En la primera, por improvisación, y eso es disculpable porque nos tomó a todos por sorpresa. Y en esta por negligencia, pues no se han tomado todas las medidas necesarias y se ha protegido más la economía que la salud”, señala Grijelmo.Pese a ello, la economía está en crisis y la pobreza se enquista en España.Se siente todos los días en un banco de alimentos de Málaga, donde se duplicaron las personas que piden asistencia.“Mucha gente viene pidiendo comida. Que tiene niños chicos, que se han quedado sin trabajo, los padres vienen llorando, las madres también y a mí me da pena. Me saca hasta las lágrimas”, explica Remedios Camacho, de la Asociación de Corazones Solidarios de Málaga.A inicios del 2020, ya el 25% de la población, unos doce millones de personas, estaban en riesgo de pobreza o exclusión social. La pandemia lo agravó.“Toda crisis económica, todo aumento de la pobreza, termina siendo malo para la democracia”, se lamenta Grijelmo.¿Es optimista sobre lo que nos espera para el próximo año?“En la política no hay nada que conduzca al optimismo. Aunque si lo haya en la ciencia. Los políticos pueden estropear los avances de la ciencia con una mala organización y gestión en la administración de las vacunas, como ha sido mala la administración de los consejos científicos”, señala Grijelbo.El resultado: cerca de 1.650.000 contagiados, el sexto lugar en el ranking de países con más casos y cerca de 50.000 vidas perdidas.México llora el doble. Más allá del triste umbral de los 100.000 muertos, su fortaleza histórica ha sido puesta a prueba. Pero su fe está intacta.Los peregrinos llegan en masa a poner sus miedos y sus tristezas en manos de la Virgen de Guadalupe. Como un hombre, que viajó 600 kilómetros desde Zacatecas. Se encontró con la noticia de que el 12 de diciembre no habrá fiesta a la patrona de América.La pandemia, que todo lo cambió, también impuso la virtualidad en la que suele ser una fiesta multitudinaria.Y es que México ha pasado por todas las etapas. Del escepticismo inicial del presidente Andrés Manuel López Obrador, a las medidas severas. Y como lo explica el periodista Javier Alatorre, el camino no está claro.“Y vamos a poner sobre la mesa si esas acciones, si esos llamados y si la estrategia sanitaria pudo haber sido de otra manera. Pero hoy, como dice el presidente, seguimos tratando de domar la pandemia y no lo hemos logrado”, señala Alatorre.Al gobierno de AMLO la pandemia lo sorprendió en plena purga del sistema de salud, evaluando como fortalecer la infraestructura y, sobre todo, tratando de frenar la corrupción.“Y entonces te encuentras con que no tenían los elementos necesarios o suficientes, es doloroso pero una reflexión enorme sobre lo que tenemos y lo que hay que ajustar. Una reflexión muy dura sobre cómo se había construido un sistema público de salud y una lección muy dura de que llevar estos temas tan sensibles a la arena electoral no nos lleva a buen puerto”, agrega el periodista.Pero nada se compara con el drama de Estados Unidos.Casi 14 millones de contagios, y una abrumadora velocidad de propagación que la fiesta de Acción de Gracias aceleró. Este año hubo muchas ausencias y tristezas qué compartir en la mesa de la cena, pero también mucho por agradecer: la vida y la salud.El COVID-19 ha segado 270.000 vidas y parece cebado con esta nación, en la que muchos se rehúsan a acatar las reglas. Una paradoja sobre la cual reflexiona el periodista Ricardo Brown.“Es un dilema en los sistemas democráticos: dónde comienza y termina el derecho colectivo y dónde empieza y termina el derecho individual. Hay gente que piensa que el gobierno no tiene derecho a pedir u obligarlos a que usen una mascarilla. Y lo toman como un desafío”, indica Brown.Y aquí, una vez más, el efecto del liderazgo.“La posición que ha asumido el presidente públicamente ha tenido un impacto en esa gente que lo sigue”, cuestiona el periodista del Canal 8 de Miami.La tormenta está creada y el desplome de la economía ya le pasó a Donald Trump su propia factura.Sin opción de controlar la propagación y menos aún el comportamiento humano, las esperanzas están puestas en el inicio de la vacunación y en un drástico timonazo.“Lo más difícil será la lucha que nos queda por delante, más difícil será la pospandemia”, concluye el reportero Brown.Con un atenuante. Es el planeta en pleno el que tiene que levantarse, reinventarse y aprender de sus errores.