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El sistema de salud en Colombia: ¿qué hacer para tener uno más equitativo, inclusivo y justo?

Aunque hay amplia cobertura en el país, la calidad en muchas ocasiones es criticada por los ciudadanos y expertos enfatizan en la necesidad de que haya un trabajo de prevención y promoción, más allá de solo tratar al enfermo.

El sistema de salud en Colombia: ¿qué hacer para tener uno más equitativo, inclusivo y justo?

Historias que se repiten a diario dejan ver dos caras opuestas del sistema de salud en Colombia. Una, la de las claras fortalezas como la alta cobertura, pero la otra cara es la de las debilidades, que se hacen más evidentes al entender que salud no es solo que le den un medicamento, una cita o le autoricen un procedimiento.

“El derecho a la salud no es ser atendido solamente, es el derecho a gozar del mejor nivel de salud posible. Salud, no atención de la enfermedad”, señala de manera contundente Mario Hernández Álvarez, coordinador de doctorado interfacultades en Salud Pública en la Universidad Nacional.

En 1986, delegados de 38 países adoptaron la Carta de Ottawa que definió varios prerrequisitos para la salud. Ellos son: la paz, la educación, la vivienda, la alimentación, la renta, un ecosistema estable, la justicia social y la equidad. Todas condiciones que están fuera de los hospitales y que exigen la participación de muchos actores y sectores, entre ellos, el sistema de salud que se ha centrado en la enfermedad, es decir, en la prestación de servicios curativos y complejos más que en garantizar que el ciudadano permanezca sano.

Promoción y prevención

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“A quién de ustedes los ha llamado su EPS para (decirle) ‘oiga, usted no ha venido a tamizaje en salud oral, no ha venido a consejería en psicoactivos’, no lo llaman, si acaso llaman para la citología”, cuestiona Luis Jorge Hernández, médico salubrista y epidemiólogo de la Universidad de los Andes, agregando que “hay que buscar las personas, hay que ir a las casas, las aseguradoras deben ir”.

El experto menciona algunos ejemplos de acciones llamadas de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, tareas que también corresponden al sistema de salud y que no son nuevas, hace rato están en la norma, pero su aplicación se convirtió en una utopía.

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La Ley 100 tiene ya 28 años de creada, en los que se le han hecho casi 3 mil ajustes normativos, a esto se suma una pionera ley estatutaria que, en el 2015, hizo de la salud un derecho fundamental, pero aún ese derecho no es efectivo.

El eje del sistema de salud

El eje, el centro del sistema de salud, no son las EPS ni el ministerio, tampoco los hospitales, clínicas, gremios o la superintendencia, sino los ciudadanos, los más 50 millones de colombianos.

“Para mí es muy claro que todos tenemos que ir para el mismo lado. Aquí no se trata de buscar culpables”, comenta Jorge García, de la Fundación Retorno Vital.

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A su vez, Claudia Beatriz Naranjo Gómez, activista del derecho a la salud, enfatiza en que “no podemos hacerle más remiendos a la Ley 100, tenemos que reorganizar todo el proceso desde su concepción”.

“Se necesita hacer cambios estructurales en la ley y no creo que con paños de agua se vaya a resolver”, señala Yaneth Cerón Fabara, coordinadora del programa de salud del Consejo Regional Indígena.

Necesitamos más voluntad, más humanidad, más sensibilidad
Yolima Méndez, de la Fundación Colombiana de Leucemia y Linfoma

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“Llegó la hora de que los pacientes seamos pacientes cuando estamos enfermos, pero llegó la hora en que los ciudadanos dejemos de ser pacientes”, puntualiza Gustavo Campillo, de la Fundación Rasa.

Ellos son ciudadanos activos que llevan años trabajando por el derecho a la salud, a la participación ciudadana, buscando que se haga control social sobre la gestión pública y queriendo ser tenidos en cuenta en la toma de decisiones. No ha sido fácil, pero poco a poco han ido capitalizando el esfuerzo.

Para no ir muy lejos, la ley estatutaria es tal vez el mayor logro de la participación ciudadana en materia de salud, por eso no desfallecen, conocen el sistema de salud al dedillo, tienen claros los diagnósticos y también las soluciones, por ejemplo, frente a uno de los aspectos más sensibles del sistema: los recursos.

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Expertos manifiestan que más que falta de plata, el problema es cómo se administra.

En medio de tantos desafíos, ellos también proponen ajustes en el modelo de atención en el que se prioricen la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y no solo la atención al enfermo. No hay que ir tan lejos para ver que este modelo sí es posible, un buen ejemplo es el del funcionamiento del Sistema Indígena de Salud Propia e Intercultural (Sispi).

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“Tenemos organizadas zonas de cuidado con 120 familias, se les asigna agentes de salud comunitarios que visitan cada familia diagnóstica de su condición de salud y, a partir, de allí un ejercicio de cuidado basado en el saber ancestral”, cuenta Yaneth Cerón Fabara, coordinadora del Programa de salud del Consejo Regional Indígena.

Además, tienen dinamizadores agroambientales que evalúan las condiciones del territorio. Un enfoque centrado no solo en el individuo sino en la familia y la comunidad, saberes que se complementan con prácticas convencionales.

Lo que hay es una larga lista de propuestas. La campaña por el derecho a la salud, por ejemplo, tiene 5 mandatos ciudadanos para construir un mejor sistema de salud y ya hay experiencias nacionales e internacionales que demuestran que sí se puede avanzar hacia un mejor sistema de salud: humano, único, equitativo, inclusivo, justo incluso con el talento en salud.

Entre más rápido logremos un verdadero sistema de salud, más rápido evitaremos pérdida de calidad de vida, enfermedades y muertes prevenibles y al final tendremos menos sufrimiento.

El reto para el próximo gobierno es un cambio estructural a la salud, que está en norma también, pero ha faltado voluntad política y ahí es donde entra el control ciudadano y el de la academia. Soy optimista en eso
detalla el salubrista Luis Jorge Hernández.

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Las propuestas están sobre la mesa. Piden romper la apatía y la resignación con lo que tenemos y mejor construir entre todos a partir de un diálogo tranquilo en el que se recojan las propuestas y se logren acuerdos mínimos partiendo del interés general y no particular y, lo más importante, teniendo en cuenta el sentir de la gente.