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“Vendí tres tintos y un jugo”: el rostro de la pobreza extrema que el coronavirus empeoró

Colombia retrocedió al menos una década en términos de lucha contra la desigualdad. Una realidad que viven a diario no solo la vendedora ambulante de la tercera edad sino incluso el actor famoso. ¿Cómo se podría revertir este fenómeno?

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Antes de que la sorprenda el día, doña Ana carga dos pesos: el de su carro y el de sus setenta años.

Para sobrellevar su pobreza vende tinto y jugo de naranja en las frías madrugadas bogotanas.

Antes de la llegada del COVID-19, se las arreglaba con su negocio para no aguantar hambre, pero la pandemia lo cambió todo y le tocó encerrarse.

¿Cómo sobrevivió esos tres meses sin vender nada?

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“Por ahí en la casa me ayudaban con plata y la gente me llevaba mercaditos y ahí la pase”, dice.

Ya amaneció y algunos clientes empiezan a llegar. No son muchas las monedas que caen en sus manos.

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“Ayer estuvo duro, ayer no vendí sino tres tintos y un jugo”, dice.

Lucho Garzón sí que sabe de eso. El exalcalde de Bogotá y antiguo líder sindical ha conocido de primera mano el problema de la pobreza en Colombia.

“Yo creo que la lucha contra la pobreza se sintetiza en la siguiente frase es: deme de comer y deme trabajito, ni siquiera empleo… ‘deme trabajito’. Por eso es tan vital la importancia de lo primero: dar de comer, recibir comida. Yo creo que una convocatoria que hicimos en Bogotá -y debe ser en Colombia- es que nadie se puede acostar con hambre”, asegura.

“La pandemia también afectó a la frágil clase media, que traía problemas desde antes de la emergencia sanitaria. Hoy por hoy es una de las más afectadas en esta crisis social”, dice Andrés Álvarez, profesor del doctorado de Economía de la Universidad de los Andes.

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“Esta es una crisis que revela la fragilidad de toda esa parte de la población que logró sobrepasar la línea de pobreza y que está en el borde, de manera que un pequeño empujón - bueno esta crisis no es pequeña- pero genera una crisis económica, una pérdida de ingreso muy rápido a las familias”, añade Álvarez.

La población productiva que camina ese delgado límite es la más propensa a caer en eso que los analistas como César Sánchez llaman la pobreza oculta.

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“Es una situación que viven grupos familiares ante una situación de dificultad en el mercado laboral, por una escasez de renta a la que pueda acceder la persona”, señala César Sánchez, de la Universidad de La Salle.

La pobreza oculta escapa a los estratos sociales, según los investigadores. La realidad muestra que el problema alcanza a cualquier persona que derive sus ingresos de su salario y en la clase media el 99 % depende de su trabajo.

Entonces el problema lo podemos encontrar en toda la ciudad, en cualquier lugar donde el mercado laboral esté en crisis.

En el Centro Internacional, un lugar donde en los últimos años han florecido, en medio de rascacielos, cómodos complejos residenciales, se encuentra un hombre querido por todos los colombianos y, como muchos, afectado por la crisis laboral.

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“No me quiero poner en el plan de víctima, pero creo que somos el sector más afectado y no estoy hablando solo de los actores; los músicos y los bailarines, todos los que nos movemos en el mundo del espectáculo”, dice Morant.

Un espectáculo en el que las estrellas brillan pero la procesión va por dentro.

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“Los pocos ahorros los hemos consumido, hemos agotado los préstamos, las tarjetas de crédito. En estos momentos, ustedes no me lo están preguntando, pero es una crisis total. Este apartamento es en alquiler, ya lo tengo que entregar porque ya no lo puedo pagar más. Vamos a vivir donde una hija, como dicen, arrimados”, agrega el actor.

La pobreza oculta se sale de las estadísticas porque es invisible, quien la sufre la oculta porque la sociedad es muy dada a castigar el fracaso.

“La psique social que tiene un colectivo hace que se escondan la necesidades y que la persona tenga dificultades de solicitar ayuda a los profesionales, así como a las personas de confianza fundamentalmente porque está castigada la persona que fracasa”, dice César Sánchez, investigador de la Universidad de la Salle.

Una clase media, gravemente herida, es una hecatombe que va a producir un retroceso de por lo menos una década en materia de lucha contra la pobreza, sostienen los expertos.

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“Eso es un retroceso enorme sobre todo por lo difícil que es reducir la pobreza, lo que le cuesta al país reducir la pobreza. Es decir 20 años para reducir la pobreza de 45%, 50% a 30% y en 3 meses echamos para atrás 10%”, dice el profesor Álvarez.

En Colombia existen dos indicadores oficiales para la medición de la pobreza: la pobreza monetaria, que mide el porcentaje de la población que no cuenta con los ingresos mensuales para cubrir sus necesidades básicas. El límite ha sido tasado en $327.674.

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Y la pobreza multidimensional, que mide los hogares con privaciones en cinco dimensiones de bienestar básico: educación, salud, trabajo, condiciones de la niñez, vivienda y servicios públicos.

Un cuadro publicado por el DANE muestra que en el 2010 en materia de pobreza multidimensional Colombia estaba en 30,4%.

En el 2018 la cifra había bajado al 19,6%. Con la caída del empleo, según cálculos de Fedesarollo, se volverá a cifras superiores al 30%.

“Pueda aumentar alrededor del 38%, es decir prácticamente más de diez puntos porcentuales. Este es un choque realmente sustancial y también vamos a tener cambios importantes en materia de pobreza extrema”, dice Luis Fernando Mejía, director ejecutivo de Fedesarrollo.

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No hay que ir muy lejos para encontrarla. En el corazón de la ciudad, las banderas rojas anuncian la angustiante situación que vive una comunidad acorralada por la necesidades y que decidió internarse en un bosque muy cerca al emblemático cerro de Monserrate.

Allí, en medio de esas humildes viviendas, se encuentra Ramiro Beltrán, quien vive en una casa de plástico y coge agua del río.

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En Colombia esa cifra de personas en situación de pobreza extrema estaba en el 7,4 % al 2018 y se estima un aumento al 11,3 %, producto de los efectos de esta pandemia.

Ante semejante panorama, la pregunta es ¿cuál es el camino para salir de la crisis?

Desde la academia hay quienes creen que es necesario ampliar la base gravable y reducir la desigualdad como un buen negocio.

“En la reducción de la desigualdad todos ganamos. Es un elemento que también hay que enfatizar. Los últimos estudios económicos apuntan a que es mejor reducir la desigualdad para el crecimiento de toda la economía que mantener la desigualdad con la esperanza de que todos crezcamos y eso va a repartir la torta”, dice el profesor Andrés Álvarez, de la Universidad de los Andes.

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Los que conocen el problema hablan de planes de choque que generen empleo.

“El tema de ‘deme trabajito’ es hay que hacer obras precisas, rápidas. No esperar ni los metros ni los transmilenios ni las grandes obras, sino esas pequeñas. Tenemos 400 municipios sin acueductos ahí hay tarea y plata que puede invertir el Gobierno, que puede invertir en los gobiernos locales”, dice el exalcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón.

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“Que el trabajo sea generado no solamente por empresas capitalistas, sino por otras formas de empresa: la mixta, empresas público-privadas con organizaciones sociales, llamadas del cuarto sector, es decir, emprendimientos sociales que generen nuevas formas de trabajo”, dice el investigador de la universidad de La Salle.

También se propone una renta básica universal para enfrentar la pobreza extrema.

“Con un ingreso garantizado, es decir que todo el mundo tenga un ingreso, pasan dos cosas automáticas. Acabamos con la pobreza extrema de un plumazo porque ya nadie estaría bajo la línea de pobreza extrema y pasa una segunda cosa y es que cuando las personas tienen unas condiciones de vida mínimas pueden dedicar más tiempo a educarse, a buscar un trabajo de más calidad”, señala el docente Álvarez.

Cae la tarde en la vereda Los Cerezos, en las faldas de Monserrate. Todos se guardan esperando días mejores pero saben que eso depende del rumbo y las decisiones que tome el Gobierno para salir de la crisis social, que se agravó con el coronavirus.

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