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Hace 40 años, Gabo supo que había ganado el Nobel: así lo recuerdan quienes lo vivieron

El escritor reveló que quería música y no ir solo. Tres mujeres fueron encargadas de organizar contrarreloj una gran comitiva, pese a las críticas de quienes pensaban que ‘se haría el oso’ en la fría Estocolmo. Hasta la reina de Suecia terminó aplaudiendo la muestra cultural.

Gabriel García Márquez recibiendo el Nobel de Literatura

Hoy, hace cuarenta años, Gabriel García Márquez supo que se había ganado el Premio Nobel de Literatura. Desde ese momento y hasta el 10 diciembre de 1982, cuando Estocolmo vibró con música y danzas colombianas, pasaron muchas cosas. Varios protagonistas de esa noticia y de la fiesta en Suecia reconstruyeron esos días felices del primer Premio Nobel para el país.

Los jueves, para bien o para mal, marcaron la vida de Gabriel García Márquez: un jueves lo llamaron para decirle que se había ganado el nobel; un jueves santo murió Úrsula Iguarán, la matrona de Macondo en ‘Cien años de soledad’, y un jueves santo Gabo murió en México.

El 21 de octubre de 1982, un jueves, hoy hace exactamente cuarenta años, el entonces ministro de Asuntos Exteriores de Suecia llamó a Gabo en la madrugada para anunciarle que se había ganado el premio mayor de las letras mundiales.

Juan Gossaín fue el primero en contarles a los colombianos la noticia. Así lo recordó hace algunos años: “Ese día era el segundo jueves de octubre y yo madrugué…me fui al teletipo. Cuando comienza a timbrar ‘noticia extraordinaria’ y me asomo…y arranco la hoja. Yo pesaba 105 kilos y vivía en Bogotá. Subí siete pisos corriendo. Llegué a la cabina y estábamos en la cabalgata deportiva Gillette…¡quítese!…¡atención, extra! Gabriel Garcia Márquez acaba de ganar el premio Nobel de Literatura…y caí desmayado”, contó.

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Ese mismo día, el cronista Germán Santamaria, una de las grandes plumas del periodismo colombiano, fue enviado a México en busca de una entrevista para el diario El Tiempo, donde trabajaba. “Llegué a su casa a la una de la tarde del día del premio nobel y lo entreviste en su casa del Pedregal de San Ángel”, dice Santamaría.

En ese diálogo, escrito con el aliento del cronista, German Santamaria reveló que Gabo quería romper con los protocolos de la fiesta del nobel. “En esa entrevista me dijo que no quería esmoquin; dijo que quería ir de liquiliqui y yo no sabía que era eso, que era un traje de los Llanos orientales y de Venezuela. Dijo, además, que quería cumbia y música”.

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Las palabras de Gabo llegaron a Gloria Triana, quien para esa época era la directora de la Oficina de festivales y folclor de Colcultura. “Gabo decía que no quería estar solo y que quería celebrar con cumbias y vallenatos. Y dijimos y por qué no también joropos y currulaos”, revela.

Ella, una mujer que ha dedicado toda su vida a la cultura, y dos mujeres más hicieron posible la expedición a Estocolmo que emprendieron cerca de 150 personas. Así lo recuerda Gonzalo Mallarino, uno de los más jóvenes viajeros: apenas tenía 22 años.

“El presidente Batancur se llena de emoción y quería mucho a Gabo y entonces empieza a pensar qué hacer y ahí entran en un papel muy importante Gloria Triana, Aura Lucía Mera, que era entonces la directora de Colcultura, y la cacica Consuelo Araujo Noguera. Ellas le dicen al presidente que esto no puede ser una cosa de bogotanos y una comida en la embajada. Esto tiene que ir el país entero”, cuenta Mallarino.

Escoger los grupos que participarían de la fiesta no fue un trabajo difícil para Gloria Triana. "Yo no hice el viaje un viaje para seleccionar a la gente para el premio, yo ya conocía dónde estaban los mejores”, señala Triana.

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Las tres mujeres se enfrentaron a los críticos, que veían la fiesta que estaban planeando en un lugar donde todo era etiqueta y protocolo como un "un oso monumental".

“Mucha gente de la política y la diplomacia decían vamos a hacer un gran oso, qué van a hacer allá esos negros y negras de esas compañías de baile., no eso no (... Y ellas tres se mantuvieron”, rememora el escritor Mallarino.

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“A la gente le parecía excéntrico por la formalidad bogotana y la costa desabrochada y todo, y eso hubo mucha polémica”, recuerda Santamaría.

Hasta el embajador de Suecia en esa época se negaba a aceptar esa manera de celebrar el nobel. “El mismo día en que nuestro embajador dijo que no estaba de acuerdo, que no se usaba, el director de la Fundación Nobel aceptaba la participación de los grupos”, explica Gloria Triana.

Fue por esa terquedad, respaldada por el entonces presidente Belisario Betancur, que la fiesta del nobel fue lo que fue.

“Ellas consiguieron los músicos, los permisos, los mitones, los gorros, los pasaportes, la vaina, todo. Organizaron un viaje de 150 personas que hizo decir a los suecos ‘los colombianos nos enseñaron a celebrar el nobel”, explica Gonzalo Mallarino.

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Por todas estas razones, Gloria no olvida a la reina de Suecia haciendo palmas.

"La reina tan pronto empezó a cantar Totó, la Momposina, empezó a hacer palmas y las 1.700 personas que estaban invitadas también al son de los tambores de la cumbia. Y Totó cantó una cumbia que decía: ‘Viejo pueblo Aracataca, pedacito de Colombia, tierra donde nací. Entre rumores de cumbia a quererte yo aprendí’. Y al final dice: ‘Vive tu vida, vive tu vida, vive cien años de soledad’. Y eso fue una emoción, yo creo que había mucha gente que entendía español, fue emocionante”, relata Triana.

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