Érika Zapata revela las duras y las maduras que pasó: “Muchas veces me quise morir”

Érika Zapata Vásquez ha logrado sumar adeptos gracias a su trabajo y a su carisma, pues no esconde su acento paisa ni el dialecto popular que tanto engancha a la gente. Pero antes de llegar a este punto tuvo que pasar por situaciones muy complejas en la vida, las cuales narró en el programa Día a Día.

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Antes de lograr afianzarse en Noticias Caracol tocó muchas puertas en otros medios, pero se las cerraban en la cara al decirle “que no podía hablar paisa, que yo no podía hablar así, que las personas que salen en televisión tenían que vestir de cierta manera”, lo cual le causó “mucha frustración”.

Para Érika Zapata esto era “muy complejo, porque me sacaban de los medios, pero yo sentía el amor de la gente. Era muy complejo porque me había convertido en la esperanza de mi casa, de mis papás, de mis hermanos. Saber que de alguna manera uno les estaba fallando fue una etapa muy compleja para mí”.

Así fue la infancia de Érika Zapata

Érika Zapata tiene dos hermanas y un hermano; de las mujeres es la menor.

La situación para esta familia no fue fácil, hubo momentos en que aguantaron hambre y vivieron el sufrimiento de su padre, que padeció cáncer.

En la charla de Érika Zapata con Carolina Cruz, Carolina Soto y Catalina Gómez contó situaciones como que “nunca tuve un uniforme nuevo”, “iba a la escuela aguantando hambre" y “nunca tuve un amigo en la escuela”.

Pero la parte más dura fue el aceptar que “muchas veces me quise morir”, y esto fue a causa del matoneo y la crueldad de muchas personas que tuvo a su alrededor y que se burlaban de ella tanto por su físico como por las vicisitudes económicas por las que ella y su familia tuvieron que pasar.

Justamente, con el cariño de la gente, su autoestima fue mejorando y el impulso de sacar adelante a quienes le dieron la vida le significó ese combustible para seguir tocando puertas y destacarse en la reportería, sin dejar de lado esos apuntes que la hacen única, como “pollos en un galpón” o el “mero gentío”.