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Besos fríos: drama de las madres de Soacha fue plasmado en un cortometraje

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Aunque sus hijos han partido, ellas aún se comunican con ellos. Nicolás Rincón retomó las dolorosas historias de los falsos positivos y los llevó a la pantalla.

Dicen que el amor de madre traspasa la barrera de la muerte.

Así es el de doña María por Jaime Esteven, el de Lucero por Omar Leonardo, y el de Luz Marina Bernal por Fair...sus hijos desaparecidos hace 9 años en el caso de los falsos positivos. Es el mismo tiempo que llevan ellas pidiendo justicia.

Hoy cuentan la historia de una relación desde el más allá con esos hijos que no terminaron de ver crecer.

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“Él llegó y me quitó la cobija y sentí el beso; eso me duró por muchos días, ese frio, esa sensación que aún la guardo aquí”, dice María Sanabria.

Describe doña María su encuentro con Jaime, su hijo de 16 años, un año después de que encontraran su cuerpo en una fosa común en Ocaña, Norte de Santander.

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“Mi hijo fue desaparecido el 6 de febrero del 2008 y asesinado el 8 de febrero, eso que me pasó fue el 24 de diciembre del 2009”, relata.

Esos besos fríos fueron el punto de partida del director Nicolás Rincón para realizar el cortometraje que lleva ese nombre.  

“’Besos fríos’ es la relación que tienen Lucero, Luz Marina y María Guderma que son tres madres de Soacha con sus hijos; son hijos que están muertos pero que para ellas como se los arrancaron de forma violenta siguen ahí muy presente, que las visitan, que sueñan con ellos o aparecen en momento especiales”, explica Rincón.

“Empecé a soñarme con montañas, con ríos, vi armas, empecé a soñarme con él, que lo tenían así como en posición fetal, esposado en una casa vieja y que se lo iban a llevar los militares, pero siempre que habría mis ojos era un sueño”, dice Lucero. 

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“Esa noche el dolor de madre, el presentimiento…sentía un dolor en mi vientre como a la media noche y no sabía por qué y hoy ya entiendo con toda la investigación, era que mi hijo se estaba yendo de mi vida”, agrega.

A Lucero, en los sueños, su hijo le mostró caminos pero no fueron suficientes para encontrar sus restos.

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“Me voy al cementerio de Barbosa, yo sabía que él estaba ahí pero no sabía en qué bóveda. Le decía a mi hijo que me diera una señal pero no fue así, nadie sabía. Yo había visto una bóveda que decía restos con un signo de interrogación y efectivamente mi hijo estaba ahí”, cuenta.

Sus hijos hacen parte de los 6.800 casos de desapariciones forzadas en Colombia y aunque muchos dirían que ya no están en el plano terrenal, para ellas el lazo no se rompe.

“No he vuelto a sentir esos besos, hay tiempo que él dura sin venir. Le digo que yo lo extraño que lo necesito, él a los pocos días llega, con las uñitas me hacía así. Eso de sentir que se sienta en la cama, a veces llega con mucho frío y hay veces siento el aroma. Entonces eso me reconforta y me dan ganas de seguir adelante”, cuenta la madre de Jaime Esteven.

Como madres seguirán sintiendo la presencia de sus hijos. Quizá esos besos fríos terminen cuando las almas de estos jóvenes encuentren justicia.

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