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Con ojos de niño: así ven la migración dos pequeños que dejaron Venezuela

En su inocencia, se sorprendieron con los muchos cereales en el supermercado. Le agradecen a Colombia pero les duele que otros menores pasen por el destierro.

En agosto de 2016 esta familia emigró a Bogotá. Sara y William lo hicieron por sus hijos, Victoria y el pequeño William.

“Había veces que nosotros comíamos plátano sancochado con huevo y una que otra vez quesito, los niños a veces me decían ‘mami, yo tengo hambre’ y ya habían comido. Él me decía diles que se tomen un vasito con agua y se vayan a dormir. Yo no tenía más nada que ofrecerles. Él y yo nos vimos en la obligación de darles a ellos algo mejor, porque ellos se merecen todo”, dice Sara Angulo, la mamá.

Pero dejar su tierra no fue fácil.

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“Es como divorciarse enamorado, es algo que tú haces no porque quieras si no porque estás obligada. Nosotros salimos de Venezuela por estar obligados; de no tenerlos a ellos, yo estaría en Venezuela haciendo todo, comiendo lo que hubiese qué comer. Pero es por mis hijos…”, agrega.

Al llegar a Colombia, Sara encontró trabajo en una peluquería. Los dueños eran personas de bien que les abrieron las puertas y los ayudaron. Sara todavía se conmueve al recordarlo.

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“Yo estoy superagradecida con Dios y con Colombia porque tenemos muchas cosas, de verdad, agradecida de verdad”, dice Sara entre lágrimas

Y aunque suene increíble, lo que más le sorprendió al pequeño William al llegar a Colombia fueron los supermercados.

“Cuando llegamos acá, fuimos a comprar en el Jumbo del Santa Fe; William Enrique no sabía lo que eran los cereales de caja porque él nació ya en la crisis. Se impresionó, por su inocencia, de los estantes de Harina Pan, había muchas. Decía: ‘mamá, ¿ya no tienes que hacer cola para comprarlos?’ y yo le respondía: no mi amor’”.

En Bogotá, esta familia encontró un hogar. Victoria, de 12 años, y William, de 9, aman su colegio y sacan las calificaciones más altas de sus cursos.

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Son niños felices.

¿Cuánto tiempo después de llegar te adaptaste y te sentías bien aquí?

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“La verdad muy poco tiempo, la gente aquí es muy amable”, dice Victoria.

Les gusta jugar en el parque juntos y los planes que todo niño debe poder hacer, pero que en su Venezuela ya no era posible.

“Me encanta la ropa, ir a comer, me encanta salir con mis amigos que son colombianos y los adoro”, cuenta Victoria.

Sin embargo, no todo quedó atrás.

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El día que te fuiste de Caracas, ¿cómo te sentiste?

“Me sentí por un lado feliz porque íbamos a tener mejor vida aquí mi familia y por otro lado triste porque íbamos a dejar a otra familia que yo amaba mucho. Dejar la casa sí fue duro, porque yo tenía ahí a mi prima bebé que quería mucho”, piensa con tristeza.

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Son niños sensibles, y la solidaridad por sus coterráneos corre por sus venas.

¿Cómo te sientes cuando ves otros niños están pasando esa situación?

“Me siento sentimental, porque son compatriotas míos y ellos no hicieron nada para merecer eso. Entonces es injusto que la gente los vea por allí y no los ayuden. Es injusto porque ellos no tuvieron la culpa”, dice la menor con lágrimas.

A su corta edad les tocó enfrentar lo que los niños no están preparados para enfrentar: el destierro, la separación, la crisis política, empezar de cero, salir adelante.

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Esa es su herida, pero también su fortaleza.

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