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Amigos de infancia que huyeron de la violencia ahora trabajan para reconstruir El Congal, Caldas

En el 2002, paramilitares quemaron todo y la vereda El Congal, en Caldas, quedó reducida a cenizas. Hoy, como el ave fénix, su población está renaciendo y estos dos amigos han sido clave en el proceso.

El renacer de la vereda El Congal, Caldas, gracias a estos amigos de infancia

Hace dos décadas, la vereda El congal, en el departamento de Caldas, fue completamente incinerada por paramilitares y su población salió desplazada. El lugar, que quedó convertido en un cementerio de minas antipersonal, ahora renace de las cenizas gracias a dos amigos de infancia que se reencontraron para reconstruir su pueblo.

Uno de ellos es Danilson Betancourt, un joven campesino que hace dos décadas salió desplazado por la violencia de la vereda El congal, en Caldas. Junto a él, el sargento Ferney Bernal, otro habitante de ese municipio que por la misma época tuvo que irse de su tierra para no ser reclutado por los grupos armados ilegales.

“Nadie se atrevía a venir acá al sector por el miedo de convertirse o de ser víctima de una mina antipersonal”, comenta el sargento.

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Y es que a inicios del 2000 los enfrentamientos entre grupos paramilitares y el frente 47 de las extintas FARC sembraron el terror en la región.

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“Uno ver que están manipulando esas cosas (las minas antipersonales) frente a uno de estudiante, uno no sabía cómo era eso”, recuerda Betancourt.

Esa violencia se consumó para los habitantes de la vereda El Congal la tarde de un viernes del año 2002, cuando los paramilitares quemaron todo y la vereda quedó reducida a cenizas. Estos dos amigos de infancia se perdieron el rastro.

Tras la salida de los grupos ilegales de esa zona, lo que era El Congal quedó convertido entonces en un cementerio de minas antipersonal y por esas extrañas coincidencias de la vida Bernal regresó a su tierra, convertido ahora en sargento y como miembro de la Brigada Desminado Humanitario, para descontaminar la tierra que lo vio crecer.

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Y cuando ya era una zona libre de riesgo de minas antipersonal Danielson también volvió de años de desplazamiento en Bogotá para reconstruir El Congal, literalmente, desde las cenizas.

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En el reencuentro de estos dos amigos desplazados por la violencia, los recuerdos de colegio salen en cada conversación.

Pero ahora, la lucha de estos dos viejos amigos, uno desminando y el otro como líder del proceso de retorno de familias desplazadas, deja como resultado el nacimiento de una nueva vereda El Congal.

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Caminar el pueblo ahora es seguro. “Por lo que hace el mi compañero Bernal, gracias él estoy acá andando tranquilo, me puedo movilizar”, reconoce Danielson.

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Hoy, decenas de familias habitan nuevamente su vereda, con un monumento que recuerda a las víctimas, la cultura, el desplazamiento y la violencia y en el nivel más alto y, junto a la bandera de Colombia, el símbolo de la unión de esta comunidad que renace: “tenemos las manos unidas, que representa la unión que nosotros tenemos hoy en día acá en El Congal”.

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