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El siniestro negocio de las armas ilegales en Colombia: “Es como ir a comprarse una camisa”

Una persona que hace parte del mismo cuenta cómo opera ese mercado, que mueve más de 3 mil millones de pesos al año y en el que también hay explotación sexual.

“Es como ir a comprarse una camisa”: el macabro negocio de las armas ilegales en Colombia

Este año, en Bogotá, una persona ha sido asesinada cada 48 horas en medio de un asalto y cada día se reportan 285 hurtos a personas. Son datos que reflejan la preocupante inseguridad en la capital de Colombia. Detrás de esos delitos se mueve el mercado de armas ilegales, que se alquilan o se venden.

Puedes conseguir desde un 38, una 7, una 9 milímetros, un fusil, o sea, yo creo que no hay límites. Todo está en el mercado y en el dinero que vos dispongás”, asegura un negociante de armas ilegales.

Dice que es “como ir a comprarse una camisa” o “una bicicleta en un almacén, tal cual”.

“Allí ya a usted no le preguntan para nada, usted mira qué va a hacer con él, eso no tiene límites. Un alquiler de un revólver a usted le cobran 150, una pistola 200 mil pesos, ya el fusil es más difícil y ya toca es comprarlo. Ellos lo alquilan con su munición, usted verá si la gasta o no la gasta, igualito, el alquiler es el mismo”, sostiene el hombre.

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En Colombia la tasa de homicidios es de 18 por cada 100 mil habitantes y, para aterrizarlo aún más, en Bogotá, de enero a octubre del 2021 se contabilizaron 838 asesinatos, más el 60% cometidos con armas de fuego.

Según una alerta temprana emitida por la Defensoría del Pueblo, en la capital de Colombia existen dos corredores por donde se mueve la droga, el contrabando, la explotación sexual y mercado de las armas.

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Son corredores a los que llegan luego de ingresar por las fronteras con Venezuela, Ecuador o por el Pacífico colombiano.

El corredor nororiental recorre los cerros orientales desde Usme hasta Usaquén. Conecta municipios cercanos como Chipaque, ubaque, Choachi, La Calera, Guasca y Sopó.

Y el corredor occidental recorre la sabana desde Sibaté hasta Chía, atraviesa zonas urbanas de Soacha, como la comuna 3, La Despensa, Cazucá, San Mateo, hasta llegar a localidades como Ciudad Bolívar, Bosa, Kennedy y Suba, y de allí se distribuyen por toda la ciudad.

“Eso es una mafia muy grande, eso realmente hay personas que las hacen aquí hechizas, hay personas que las traen, ahora con los inmigrantes es muy fácil traerlas de Venezuela a Colombia”, señala el negociante de armas ilegales.

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Un negocio ilegal donde se mueve mucho más que armas y dinero.

Estamos viendo también un trueque con droga, con especie, un trueque con personas, un trueque con mujeres, con explotación sexual. Es la manera en cómo evitar los rastreos y detecciones de flujo de capital”, explica César Niño, investigador de la Universidad de la Salle.

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El mercado de las armas se mueve a través de códigos o referencias y cada organización le da una denominación distinta o código de protección, para evitar infiltraciones de las autoridades.

La mujer es la que lleva, digamos, es el estuche, porque es relativo que andan más policías y, pues, es delito esculcar a una mujer. Entonces, ella es la que porta el arma”, comenta el negociante de armas ilegales.

Y aunque para nadie es un secreto que en zonas como Cinco Huecos, San Bernardo, Santa Fe en el centro de Bogotá, María Paz y Patio Bonito en Kennedy, entre otros, se consiguen armas, la intervención del denominado Bronx generó un fenómeno de diáspora que hizo más compleja la dinámica de las economías ilegales, hoy protegidas a través de lo que se conoce como “casas seguras” o “santuarios del crimen”.

“Son zonas, espacios, locaciones donde no hay imperio de la ley, donde efectivamente las autoridades policiales y judiciales no alcanzan a penetrar en este tipo de estructuras y aquí se encuentra todo tipo de armamento”, señala Niño.

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Fuentes de la Defensoría del Pueblo que pidieron la reserva de su identidad aseguraron que en Bogotá existe al menos un centenar de estos denominados “santuarios del crimen”, lo que complica la acción de las autoridades, pues actúan rápidamente, se instalan por periodos cortos de tiempo, mueven la droga y las armas de un lugar otro y, dada su vulnerabilidad, instrumentalizan a los habitantes de calle o a los migrantes para movilizar la mercancía.

“Para ellos es muy fácil, con 100 mil pesos, reclutar a 5 venezolanos, por 20 mil, por 30 mil, por 15 minutos que hagan lo que tengan que hacer”, sostiene el negociante de armas ilegales.

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Isaac Morales, coordinador de seguridad urbana y crimen organizado de la fundación Pares, afirma que la pandemia “llevó a que las organizaciones delincuenciales ampliaran su mercado a diferentes puntos de la ciudad y utilizando otro tipo de herramientas, por decir algo, existió la dinámica del domicilio”.

El negocio ilegal de las armas, según la fundación Pares, mueve anualmente en Colombia más de 3 mil millones de pesos. Se calcula que más de un millón de estos elementos podrían estar circulando en el país.

Expertos señalan que este negocio debe atacarse no pensando en quien porta las armas, sino buscando a quien las provee y a la estructura que alimenta el mercado ilegal en un país con enclaves de violencia que convirtieron la vida en un bien transable.

¿Qué dice la Policía?

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El coronel Jaime Baquero Puentes, comandante operativo de la Policía Metropolitana de Bogotá, dice que “el gran grueso de las armas ilegales provienen de armas que han sido robadas o armas que ingresaron ilegalmente al país”.

Lo que nosotros vemos es una gran cantidad de armas no recientes, no de modelos recientes, sino de años atrás, 10, 15 años atrás”, afirma.

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De enero a octubre del 2021 se incautaron en Bogotá 1.156 armas de fuego, el 92% de ellas eran ilegales y el resto presentaban permiso de porte o tenencia.

“Tenemos asentadas economías criminales que a través de las armas de fuego quieren defender estos territorios, especialmente economías criminales relacionadas con el tráfico de estupefacientes, transporte ilegal y adicionalmente el homicidio”, señala el oficial.

En cuanto al alquiler y venta de estas armas, el coronel Baquero explica que “hay organizaciones delincuenciales que tienen sus armas, que hacen parte de la organización delincuencial y que las alquilan a delincuentes para cometer delitos y que por eso los delincuentes pagan a otras estructuras”.

Recientemente, tras la caída de la estructura criminalLos Camilos, una de las 140 organizaciones desmanteladas este año, se pudo determinar que sólo una de las armas de fuego utilizadas por esta banda tenía un registro probado de más de 20 homicidios.

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