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En Tumaco, un líder resiste a la violencia y pide ayuda para el cacao

En el consejo Las Varas, en medio del abandono estatal y falta de oportunidades, los campesinos defienden sus tierras y sus raíces. Buscan hacer empresa comunitaria digna.

El líder de Tumaco que resiste para defender sus tierras y tradiciones

El Mar Pacífico golpea con fuerza la bahía de San Andrés de Tumaco. Es la isla de los tesoros naturales: un mar nutrido de peces en subienda constante en el puerto, una tierra fértil con olor a cacaotales centenarios, plantaciones de plátano, palma, café y frutales.

Es la segunda ciudad de Nariño, con cerca de 200 mil habitantes, donde el 89% son afrocolombianos.

Más de la mitad de la población vive en la ciudad de Tumaco en un constante ir y venir. Carecen de alcantarillado, sectores navegan en desperdicios, tienen frecuentes cortes de luz y racionamientos de agua.

Los tumaqueños son gente bonita que camina o juega libre sobre la arena cálida costera. Poseen una vida sencilla y feliz.

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Carlos Angulo Góngora fue uno de estos niños afro que se zambullen juguetones entre las aguas saladas pero, como ellos, la falta de oportunidades lo empujó al desarraigo.

“Yo no me quise ir nunca de aquí, a mí de alguna manera me desplazaron la falta de presencia del Estado con un buen sistema educativo que permitiera satisfacer las necesidades primero mías y de mi familia”.

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El trasegar de la vida lo fue sacando, estudió en un colegio de Tumaco porque no existían en el campo. Después se mudó a Pereira porque en Tumaco no existía una sede universitaria y terminó en la capital siendo obrero raso.

“Cuando tu vives en tu pueblo tu sientes que el mundo es de colores y tú sales de aquí y te das cuenta que es en blanco y negro”.

Se convirtió en un negro rebelde con causa, y regresó definitivamente a su territorio de Las Varas, en donde vive como campesino, de oficio carpintero.

Es un buen lector, a los 24 años aprendió de memoria fragmentos de los discursos del líder americano de negritudes Malcolm X.

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Carlos construye su liderazgo en el mundo hostil de Tumaco, donde el país ha reciclado todas sus guerras. Vive en tierras que son colectivas y están administradas por consejos comunitarios.

“No hay vías de acceso, ni de las fincas hacia Tumaco, usted ve que esta es la vía principal. Hemos calculado que son 100 kilómetros de vías terciarias que tendría que pavimentar el municipio de Tumaco. Si nosotros no podemos llevar plátano, aguacate, borojó a vender al Ecuador, solo vamos a tener comercio de allá para acá y nosotros nos volveremos consumidores de sus productos. Para que nosotros podamos llevar nuestros productos ternemos que adecuar las vías”.

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Como lo hacía de niño se detiene frente al gigantesco caimo, es el árbol insigne de su comunidad que sirve de lindero al consejo comunitario rescate Las Varas, donde están sus raíces. Allí adentro se siente tranquilo, aunque dos años atrás haya tenido que salir por amenazas.

No le gusta hablar del tema, le causa molestia, y enojo.

¿Cuál es su sistema de escoltas?

“No, no tengo. La UNP ha dado entre vuelta y vuelta y al final a mí nunca me aprobaron nada”.

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¿Por qué volvió amenazado?

“Porque esta es mi tierra y de alguna manera yo no quiero vivir en otra parte".

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Los grandes cacaotales que por décadas fueron el orgullo de estas comunidades convirtiéndolas en el único productor de cacao en Nariño, y el tercer renglón de la producción nacional, hoy están reducidos a pequeños plantíos de parcelas.

“Sucede que las industrias del cacao han hecho una estrategia de mercado de tal manera que nunca nuestra gente pudo dignificar su vida con la producción de cacao".

En el 2000 lo remplazó la coca, fuera y dentro del resguardo. Metido en uno de estos cultivos, propone y reta a quienes les piden dejar de cultivar la mata.

“Hoy proponemos alternativas a esa situación y decimos a las naciones del mundo que se sienten afectadas por los cultivos de uso ilícito, los que consumen y tiene la voluntad de cambiar esa realidad, entonces que cooperen con la realidad de estos territorios para que dignifiquen su vida. De tal manera que si nosotros producimos cacao, y ese cacao llega a los centros económicos de consumo de los supermercados, tenga un sello que ese cacao proviene de territorios afectados por cultivos de uso ilícito y eso tenga un valor agregado, parecido al de sello verde de tal manera que esa familia que produce ese cacao se beneficie y mejore su condición de vida”.

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Son veredas muy pobres, hileras de casitas coloridas, con huertas de pancoger, donde se asoman caras de gente bonita, con miradas de esperanza, mientras los pequeños corretean libres. Y de las mismas necesidades surgen lideres resistentes en cada vereda como Marcela Serrano, una líder joven de su vereda Aguacate.

“Yo no me imagino mi vida viviendo en un lugar donde no sea Las Varas. Rodeada de toda esta naturaleza es lo que me da fuerza todos los días, el motivo por el cual me dan ganas de luchar y resistir porque no ha sido fácil".

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El viche, la bebida ancestral del Pacífico colombiano que fue declarada como patrimonio cultural

Marcela aprendió a pisar muchos callos invasores en defensa de los suyos. Incluso ha tenido que rescatar niños afro a los grupos armados.

Asegura que su territorio no es solo coca y coca, pero reconoce que es parte importante de su economía de subsistencia.

El mayor tesoro de su raza son los niños, los cuidan y educan con esmero. En las veredas están el semillero de jóvenes emprendedores del cacao. Un producto de difícil sostenimiento, para el que piden ayuda.

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Son manos de jóvenes y mujeres que se entrelazan buscando hacer empresa comunitaria digna.

Cuenta Carmen, una de las fundadoras de la asociación, que empezaron 12 mujeres y que al día de hoy son 586, en su mayoría madres cabeza de familia.

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Resistir, persistir y nunca rendirse es la consigna del líder, quien al lado de su gente levanta su voz con una proclama.

“¿Cuándo nos van a pagar la deuda de los 300 años donde nuestro pueblo trabajó desde antes de amanecer hasta después de oscurecer para construir este país? ¿Cuándo de esa deuda histórica van a pagar en carreteras, en buenos colegios? ¿Cuándo va a llegar el internet? ¿Cuándo van a permitir que desarrollemos una agricultura industrializada como la de los países desarrollados en las que producen 20 toneladas de maíz por hectárea, en las que utilizan maquinaria y no todo lo hace a esfuerzo humano?”

A Carlos lo rodean los niños, a quienes quiere dejar su legado de actitud frentera ante la vida.

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