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Los muros y el grafiti, la otra voz de protesta de los jóvenes en Colombia

Cientos de mensajes fueron escritos en paredes y vías por una generación que salió a exigir un cambio y demandar oportunidades de estudio y trabajo, en últimas, una vida digna. Informe especial.

Arte paro nacional

¿Quién por estos días de paro nacional no fue sorprendido con el cambio repentino de muros, puentes, calles, lugares públicos pintados con grafitis, frases contundentes escritas de puño y letra por artistas que comulgaron con cientos de jóvenes que salieron a expresar su inconformismo en las calles y, de manera colectiva, convirtieron lugares urbanos en escenarios de arte y protesta?

Los muros en todas las ciudades de Colombia hablaron, incluso gritaron.

Óscar González, cuyo nombre artístico es Guache, ha desarrollado su trabajo combinando elementos del muralismo tradicional con el grafiti contemporáneo. Él ha sido testigo de esta ruptura que ha tocado al arte desde las calles y habla sobre la importancia de lo que está pasando:

Yo creo que los muros son un síntoma de que hay una juventud que está viva y que está hablando, y que necesitan espacios para ser escuchados. Una ciudad blanca, una ciudad sin grafitis, sin murales, es una ciudad silenciada".

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Lo califica como una ruptura con el arte contemporáneo que estaba establecido.

"Como todas estas grandes obras que se hacen con las armas de los excombatientes y ponen en un museo, o como esa especie de cultura de una firma del acuerdo de paz que entregan una pala de oro, con respecto al arte real que se está dando en la calle, que es espontáneo, que es popular, que es parte de un proceso social que se elabora de manera colectiva", dice.

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Ese colectivismo juvenil que se sumó al inconformismo en las calles y puso a los artistas frente a una realidad global de un mundo caótico y pandémico. Y que por estos días ha tomado énfasis en las calles colombianas que se llenaron de una generación sin vacuna, que necesitaba cantar la pérdida de sus libertades, y el cúmulo de necesidades ante un no futuro.

Fue cuando los símbolos patrios se invierten cargados de un sentimiento de dolor, las estatuas iban cayendo, obras colectivas que se enarbolaron en los portales que tomaron el nombre de "portales de la resistencia", y los colombianos vieron emerger en los muros gritos inmensos de inconformismo.

El analista de conflictos y movimientos masivos Stalin Ballesteros, director de investigaciones en la Universidad del Magdalena, le ha seguido el rastro a estos movimientos juveniles en la zona Caribe donde, de manera espontánea, brotaron cada semana carnavales en los que la cultura y arte se mezclaron para no callar lo que por décadas silenciaron los grupos violentos.

“Efectivamente, nosotros tenemos una ausencia de protestas en todo el principio del siglo XX y toda esta ausencia de protestas generó un vacío de las movilizaciones. Era un temor constante sobre ‘yo que voy a salir si con el solo hecho de salir me pueden matar’. Solo por ser roquero, según el modelo social, las personas eran asesinadas, por llevar el cabello largo, por ser LGBTI, eso generaba un terror”, comenta.

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Y agrega: “Era un gran silenciamiento, como un nudo en la garganta de todo el Caribe, que hizo un estallido de manera diferente, pero también con una gran carga que es lo que tiene el Caribe de sobra, que es la expresión cultural del Caribe, esa oralidad que se trasmite de diferentes formas, no solo en el diálogo, sino en las canciones y en los murales".

El analista Ballesteros habla de una acción cultural transversal que ha ocurrido en todo el Caribe colombiano.

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Los muros hablaron en el paro nacional

En medio de esta oleada costeña surge un movimiento espontáneo de grafiteros, donde participa Dublas Murillo, un artista integral callejero que comparte su visión y experiencia.

"No solamente con el movimiento del paro, sino como algo personal que me gustaría ver en mi ciudad, o sea, yo quiero que Santa Marta esté pintada en todos lados”, afirma.

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Recuerda Dublas que su primera obra de grafiti la hizo en la pared de un viejo edificio en el marco de las protestas de noviembre del 2019. Grabó la frase con la que las mujeres gritaban su maltrato: ¡Nos están matando!

Luego, en esta nueva temporada de protestas del 2021 y en medio del inconformismo en las calles, ya ha pintado tres macromurales.

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“Son unos murales mucho más grandes, que no fue algo que hice yo solo, lo hicimos entre varios jóvenes, entre ellos había estudiantes de la U de Magdalena y Barristas del Nacional, del Junior, del América y del Unión", cuenta.

Son una pinta colectiva programada para un día, de sol a sol, con relevos de dos horas por personas espontáneas que se sumaban.

“Van pintando y se va yendo, dos horas y se van. Ahí yo doy pared a todo el mundo, aprovechando la fuerza de la gente a lo general y ya cuando la gente se cansa por el sol, los últimos que quedamos ya nos enfocamos en las cosas de detalle”, señala.

Trabajos que se realizan bajo la mirada de los transeúntes que pitaban a su paso para aprobarles, reglarles agua o monedas para la compra de pintura y rodillos.

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"Iniciamos con una pintura básica. Si no conseguimos materiales, hasta aquí queda, pero sabiendo que en el hacer podemos conseguir donaciones. El trabajo colectivo es la mejor forma de hacer arte y sobre todo en la calle", asegura.

Obras artísticas juveniles callejeras que se construyen bajo todo riesgo, ya que algunas son reprobadas, tachadas, manchadas y, en el peor de los casos, borradas, censuradas. El artista Guache califica el acto de pintar en la calle como una acción colectiva que siempre estará expuesta a riesgos.

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“Esa acción colectiva está expuesta a cualquier cosa que llegase a pasar y, en un contexto como el que estamos de polarización, sé que hay gente que no le gusta lo que está pasando, pero se están generando una cantidad de acciones que son históricas", sostiene.

Lo real es que para los artistas callejeros es un acto de dignidad y recuperación de espacios libres, que llega a tener un tercer momento, repintar para recuperar la obra. Murillo, como grafitero, lo cataloga como parte del ejercicio de pintar.

"En ese tercer momento en que la gente ve que lo estamos recuperando siento que es un mensaje claro de resistencia. La gente misma, y de pronto la gente que la intentó dañar, entendieron el mensaje. Y es un ‘yo soy un ser humano y hago cosas’. El principio de yo soy yo y hago cosas es un acto de dignidad y reivindicación", dice.

Estas personas aseguran que, si bien en muchas ciudades no hay escenarios para el arte, no hay espacios, los artistas están usando las calles en las protestas para visibilizarse y esa también es su causa.

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¿Pero por cuánto tiempo arte e inconformismo social en las calles? Lo que dure, aseguran los jóvenes artistas. Está claro, es un mundo artístico en ebullición que generó una revolución íntima en artistas como Dublas.

“Hace dos meses la bandera de Colombia no significaba nada, pero con este trascender, sobre todo la bandera colombiana, que es el símbolo de las manifestaciones, sobre todo el color rojo que nos decían que era la sangre de los héroes y bla, bla, bla, para mí, tiene un mayor significado”, manifiesta.

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Y explica: “No solo es la sangre de nuestros héroes que libertaron, sino toda esta sangre de violencia que ha vivido Colombia, sí, y el arte me ha impactado más y de manera profunda y encontré un sentido como de tribu. A veces no sabía qué era ser colombiano."

Escenas como la de construir un monumento de la resistencia en Cali por los protestantes se van a quedar grabadas en la memoria cultural de los colombianos y los colombianos van a recordar cuando un grupo de ciudadanos iza su propio monumento artístico como símbolo de resistencia para decir que las calles son de todos y aquí estamos.

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