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Con una mandíbula torcida su destino era morir, pero la historia de Picasso tuvo un final feliz

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“¡Qué perro tan espantoso!”, era lo único que exclamaban quienes lo veían, incluyendo su dueño que, al no poder venderlo, lo ofreció para su sacrificio.

Picasso, como fue llamado, se salvó en el último minuto de la eutanasia, al igual que Pablo, su hermano. Toda la camada de la que hacían parte había sido comercializada al mejor postor, menos ellos.

Con el rótulo de feos e inservibles, terminaron en una perrera municipal, a un paso de la muerte.

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El que llevaba la carga más pesada era Picasso, que nació con su mandíbula superior torcida. Y es que en un mundo viciado por un concepto vacío de belleza, este perro no tenía cómo triunfar.

Pero, como en muchas ocasiones, la realidad supera a la ficción. Cuando todo estaba listo para el sacrificio de estos animales, apareció Liesl Wilhardt, director del refugio canino Luvable Dog Rescue, ubicado en Oregón (EE. UU.).

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Wilhardt se enamoró de Picasso. Y cuando supo que tenía un hermano, también lo quiso adoptar. Fue amor a doble vista.

Lo sometió a pequeñas cirugías para mejorar su calidad de vida. Hoy, Picasso, de diez meses, es un perro feliz y juguetón. Y no solo eso: es toda una celebridad en las redes sociales, donde junto a su hermano se reparten el cariño de los usuarios.

 

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