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Participando en terapias asistidas, perros rescatados de la calle reciben una segunda oportunidad

Participando en terapias asistidas, perros rescatados de la calle reciben una segunda oportunidad

Los animales ayudan a que abuelos abandonados, niños maltratados y jóvenes en proceso de resocialización puedan recuperarse física y emocionalmente.
“Para uno es más fácil llegarle a una persona con un perro, que llegar sólo. Ellos empiezan a hacer como esos engranajes sociales. Simplemente porque pasa algo bien bonito y es: si ese perro confía en esa persona quiere decir que yo puedo confiar en esa persona”, cuenta Sara Jaramillo, gerente de la Fundación Instintos.
Terapia asistida por animales: un campo en expansión. A través del contacto humano con diferentes especies, la ciencia busca que las personas puedan recuperarse de condiciones físicas, emocionales o cognitivas.
“El perro es el compañero de trabajo, es el equipo de trabajo del coterapeuta que es un psicólogo, un trabajador social, un terapeuta ocupacional”,  
Animales rescatados, al servicio de la sociedad
Y es fácil pensar en perros que nacen y son criados con ese propósito, pero ¿puede imaginarse a un perro maltratado, abandonado y hasta con problemas de conducta cumpliendo este rol?
Pues ese el mayor mérito de los animales que hacen parte de la Fundación Instintos.
“Toda esta estrategia la hemos desarrollado para visibilizar a los animales con respeto. Pasar de la victimización al respeto”, relata Sara Jaramillo.
Instintos, busca sanar el tejido social articulando diferentes actores con historias de vida marcadas por el maltrato y el rechazo: perros de difícil adopción albergados en centros de bienestar, jóvenes de centros de responsabilidad penal o tribunal de drogas, niños en condición de abandono, víctimas de violencia y/o problemas de aprendizaje y abuelos abandonados en centros para el adulto mayor. Así se teje esta historia:
“Lo primero es el perro porque el perro realmente es el canal para trabajar diferentes grupos poblacionales”, resalta la gerente de la fundación.  
Los perros viejos, grandes, con cicatrices y negros, generalmente, son los que nadie quiere adoptar. Ellos son los diamantes en brutos para esta fundación y tienen un proceso de rehabilitación. Luego llegan a los jóvenes, el segundo eslabón de esta cadena.   
“Hacen parte del grupo de Medellín que se llama jóvenes. Casi todos pertenecen a centros de responsabilidad penal para adolescentes o tribunal de drogas. También, tenemos muchos chicos que son niños que están bajo medidas de protección por abuso sexual”, comenta Sara Jaramillo.  
“Nos han pasado que los perros que más dificultades tienen son los que más adherencia generan por los jóvenes. Genera un nivel de apropiación de la historia del perro y empiezan a resignificar sus propios conceptos de vida: abandono, maltrato y víctimas de violencia”, añade.
Es el caso de Lu, una perrita que fue maltratada y abandonada. Como mecanismo de defensa era agresiva con las personas, tras su proceso de resocialización y un estratégico cambio de look, que no implicó riesgo para su salud, Lu establece fácilmente vínculo con los jóvenes.
Jóvenes recluidos entrenan perros rescatados
“Puede que yo no les cambie la realidad a ellos, porque salen y llegan a su entorno y yo no puedo modificar su entorno, pero se vuelven protectores de animales a cualquier lugar que vayan”, resalta la gerente de la fundación.
Después de cuatro meses de entrenamiento con los jóvenes, estos amigos de cuatro patas están listos para serviles en terapias asistidas a abuelos abandonados y a personas con necesidades especiales físicas o cognitivas. Su presencia es casi mágica y la explicación por la cual aportan tanto a los procesos es simple:
“Porque nosotros llegamos rápidamente a la frustración. La expectativa de un terapeuta, de una familia, frente a alguien que tiene un síndrome, está basada en las necesidades de las personas que tiene la expectativa. Un animal no genera ese tipo de sensación”, explica Sara Jaramillo.
Finalmente, lo que se busca con esta cadena de buenas acciones es el bienestar de los perritos:
“Lo que buscamos es darle una habilidad a ese perro para que encuentre un hogar más fácilmente”, señala la gerente de la fundación.
Trasformar la vida ayudando a sanar a personas y animales… eso es construir tejido social incluyente, donde todos se vean beneficiados y donde los animales tengan un lugar, donde los respeten, cuiden y valoren.

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