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El escultor que sorprende en la tierra del rebusque

El escultor que sorprende en la tierra del rebusque

Bernardo Herrera salió de su casa en Villa del Rosario, Norte de Santander, con un equipaje de más de 300 kilos y recorre las calles de Medellín en busca de su sustento.

Sus esculturas, elaboradas con la chatarra que salva de la basura, son la sensación en el centro, la carrera 70, el parque de El Poblado, el parque Lleras y La Alpujarra.

Los transeúntes en esos lugares emblemáticos de la capital antioqueña, esa tierra donde su gente asegura que el paisa no se vara y donde el rebusque es la bandera con la que se enfrenta el desempleo, que entre junio y agosto marcó un 10,7 por ciento en esa ciudad, no dejan de ser atraídos por el arte de don Bernardo, nacido en Chisca, Boyacá, hace 56 años.

"Salí de la casa desde muy chiquito, viví en Venezuela, en Cúcuta y ahora el Villa del Rosario (que hace parte de su área metropolitana). Hace 19 años soy escultor. Antes trabajaba en la ornamentación y eso que sólo fui dos meses a la escuela" asegura, mientras un hombre se le acerca para preguntar qué costo tiene un helicóptero que elaboró con tornillos, tubos de aluminio, tuercas y otros pedazos de desechos que rescató de la basura al comprarlos en chatarrerías de la ciudad en que vive.

"Ese vale 170. Si lo lleva con ese otro, la colección, le cuestan 300", le explica.
Esos valores le sirven a don Bernardo para sortear la dura crisis que se vive en Norte de Santander. Cúcuta y su área metropolitana marcan la segunda tasa de desempleo más alta del país, con un 15,3 por ciento, después de Chocó, que registra un 16 por ciento, según dato del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).

Él vive en el barrio Pueblito España junto a su esposa. Allí instaló su taller, en el qué se encierra a elaborar su arte tal y como lo hacía Aureliano Buendía con sus pescaditos de oro en casa de Úrsula Iguarán.

"Los hago como me los pide la gente. Ellos me dan la imaginación. Ahora una señora de Envigado me pidió un rinoceronte. Yo nunca he hecho eso, pero se lo voy a hacer", afirma este hombre con su acento fuerte, como si fuera un mazazo.

Una de sus compradoras es Ángela Elda Velásquez Ramírez (foto), quien al pasar por La Alpujarra vio a don Bernardo y encontró entre las 37 obras de arte el 'traido de Niño Dios' perfecto para su hijo que tiene 56 años y vive en Estados Unidos.


"Ese carrito de la segunda guerra, el de Hitler, a mi hijo le encantaría y si ve que pensé en él, mejor", manifiesta la mujer mientras señala un Jeep.

Don Bernardo completa un mes en las calles de Medellín, el primer destino lejano durante su primera gran correría por Colombia (lo más lejos que había ido era a Bucaramanga, a unas 6 horas de Cúcuta), y se hospeda en un hotel ubicado en la carrera El Palo con la calle El Huevo, pleno corazón de la ciudad del rebusque.

En esas calles estará mientras venda sus esculturas, luego regresará a su casa, a ver a su mujer y a sentarse en su taller para comenzar a buscar con qué tornillo o con qué tuerca vieja levanta un armatoste de guerra.

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