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Brasil vive un día de la independencia marcado por protestas y disturbios

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Decenas de ciudades de Brasil fueron este sábado escenario de diversas protestas en el marco de la celebración del Día de la Independencia, que tuvieron algunos focos de violencia pero no llegaron a sacudir al país como ocurrió en junio pasado.

Las protestas fueron convocadas por las más diversas causas y el llamamiento partió de pequeños grupos de izquierda, que en Río de Janeiro lograron reunir a unas 2.000 personas.

Esas protestas en la capital fluminense dejaron las imágenes más repetidas por la televisión local, en las que se vio a cientos de personas en momentos en que ocupaban parte una céntrica avenida en la que se desarrollaba un desfile militar por la fecha patria.

Los manifestantes burlaron un fuerte cerco policial, lograron ocupar durante unos minutos uno de los tres canales de la avenida Presidente Vargas y se enfrentaron a los agentes, mientras en otra de las vías los soldados continuaban con su desfile impasibles.

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La policía disparó bombas de gases lacrimógenos y dispersó a los manifestantes, que corrieron por calles vecinas, se reagruparon y continuaron durante algunas horas con la protesta, que perdió fuerza en forma gradual.

Según las autoridades, al menos doce personas resultaron heridas, pero ninguna de gravedad, y nueve fueron detenidas.

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En Brasilia, por la mañana la presidenta Dilma Rousseff encabezó el tradicional desfile del Día de la Independencia, que transcurrió sin ningún incidente, aunque con un público de sólo 5.000 personas, cuando las autoridades esperaban unas 100.000.

En las redes sociales se aseguraba que las protestas en medio del desfile en la capital atraerían a unas 50.000 personas, pero en realidad no pasaron de unas pocas decenas, que dirigieron tímidos abucheos a Rousseff cuando llegaba el palco presidencial.

Sin embargo, se perdieron en medio de la música de bandas militares y algunos aplausos a la jefa de Estado, que permaneció inmutable frente a unos y otros. Concluido el desfile, algunos manifestantes se dirigieron primero hacia la sede del Congreso y luego hacia el estadio Nacional, donde las selecciones de fútbol de Brasil y Australia jugaban un partido amistoso.

En los alrededores del estadio ocurrieron los disturbios más serios de la jornada, que concluyeron con 25 detenidos después de una batalla campal que dejó al menos siete heridos y se desarrolló mientras los hinchas se dirigían al coliseo.

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La revuelta fue dispersada con gases lacrimógenos, caballos y perros y, según la prensa local, un fotógrafo resultó herido y debió ser atendido por médicos, aunque se desconoce la gravedad.

En la ciudad nororiental de Fortaleza la policía informó de 30 detenidos y en la sureña Curitiba fueron arrestadas otros 25, pero en el resto del país las protestas fueron en general pacíficas. En Sao Paulo, cientos de personas marcharon por la avenida 23 de Mayo y, aunque inicialmente lo hicieron sin incidentes, la protesta degeneró en violencia y fue reprimida con gases lacrimógenos, a los que los manifestantes respondieron con piedras y otros objetos.

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En junio pasado, las manifestaciones se mantuvieron casi a diario durante dos semanas y llegaron a congregar cerca de 1,2 millones de personas en una sola jornada de movilizaciones en todo el país.

Tras esas masivas protestas, Rousseff instó a los políticos a "escuchar la voz de las calles" y anunció la contratación de miles de médicos extranjeros para mejorar la atención pública, pese al repudio de los colegios profesionales.

También anunció inversiones en el transporte público y promovió una reforma política, que tramita actualmente en el Congreso.

Este viernes, en un mensaje al país con motivo del Día de la Independencia, reiteró que "la población tiene todo el derecho de indignarse" y "exigir cambios", pero volvió a defender el "cambio social" experimentado por Brasil en los últimos años.

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