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Cafés de la muerte, un momento para hablar de lo inevitable

Puede ser difícil trabar una conversación si de lo que usted quiere hablar son cosas como la etapa terminal de la demencia, el último testamento y el fallecimiento reciente de su mamá.
"Cuando uno está en una fiesta y comienza una conversación preguntando qué piensa de la muerte. Se dirán que es una fiesta, que hable de otra cosa", dice Len Belzer, anfitrión radial retirado de Manhattan.
Belzer es uno de un grupo cada vez mayor de personas de todo el mundo interesadas lo suficiente en la muerte como para reunirse en pequeños grupos en casas, restaurantes e iglesias para hablar del tema.
Las reuniones, conocidas como cafés de la muerte, son lugares donde el tema se discute sin temor de infringir los tabúes o que se rían de uno por tocar el tema.
"La mayoría de la gente le tiene un miedo terrible a la muerte", dijo Jane Hughes Gignoux, de 83 años, una escritora que dirige reuniones en su apartamento de Manhattan.
"Pero si uno piensa en la muerte como parte de la vida y le pierde el miedo, entonces piensa más en vivir mejor".
Jon Underwood, quien organizó el primer café de la muerte en Londres hace dos años, dijo que se inspiró en las discusiones de Bernard Crettaz, un sociólogo suizo.
El primer café de la muerte en Estados Unidos fue en Columbus, Ohio, el año pasado, y de ahí "creció sin cesar", dijo. Underwood calcula que se han celebrado unos 300 Cafés de la Muerte en Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Italia, Portugal, Brasil y Singapur.
Uno se celebró en un cementerio de Georgia y esta semana hay otros programados en California, Colorado, Florida, Nueva York, Ohio, Oregon, Pennsylvania y Washington.
En reciente Café de la Muerte de dos horas dirigido por Gignoux, seis participantes, la mayoría de más de 60 años, hablaron relajadamente mientras comían biscotti y tomaban te. Kathryn Janus, de 66 años, dijo que la muerte involucra "mucho de `¿por qué?' ¿Por qué murió de leucemia un niño de 12 años? ¿Por qué arrollaron a un gato?" Marjorie Lipari, de 68 años, habló de la muerte de su hermano mellizo, hace 16 años. "¿Qué hace uno con ese tipo de pérdida?", preguntó ella.
"Nunca me imaginé que fuera algo que estuviera conmigo el resto de mi vida". Robb Kushner, de 62 años, discutió las diferencias entre los funerales cristianos y judíos en que había estado, señalando que el ataúd abierto en un velorio metodista.
Alicia Evans, de unos 40 años, contó de un hombre que en vida era un poco desarreglado, que cuando murió lo pusieron como un caballero.
"Se veía tan bien en el ataúd que yo quería darle mi número de teléfono", dijo, provocando risas entre los asistentes.
Janus dijo después: "Me gusta que nos riamos". Pero Lipari afirmó que no estaba segura de que alguna vez pudiera tocar el tema sin seriedad. "Mi ego se opone a la muerte porque ese es su trabajo", dijo.
Otros temas comunes en los Cafés de la Muerte van desde la planeación financiera hasta cómo suicidarse.
También se habla de la cremación, del velorio, de los últimos momentos de un ser querido y de la posibilidad de vida en el más allá.
Underwood y otros organizadores hacen énfasis en que las discusiones no tienen por fin ser una terapia.
Y aunque las discusiones atraen a personas de una amplia gama de religiones, grupos étnicos y edades, los organizadores señalan que hay más personas de 50 años o más jóvenes.

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