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Carlos III y Camila, los dos divorciados que obtienen la corona de Reino Unido

Para muchos británicos, Camila era "la otra" que había hecho añicos el cuento de hadas entre Carlos III y la princesa Diana de Gales. Conozca otros divorcios que han escandalizado a la familia real.

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Los británicos la vieron durante mucho tiempo con desconfianza, pero Camila, el amor de la vida de Carlos III con quien se casó tras la muerte de Diana, logró poco a poco ser aceptada y ahora será coronada junto a él.

Antes de fallecer, Isabel II expresó su "deseo sincero" de que cuando Carlos ascendiese al trono, Camila fuera "conocida como reina consorte", en lugar de princesa.

Ya era de por sí un gran paso. Pero, cuando un mes antes de la coronación, el palacio presentó la invitación a la ceremonia, apareció designada simplemente como reina, sin el título de consorte.

Es un enorme salto para la mujer que hasta la muerte de Isabel II, en septiembre de 2022, era simplemente conocida como duquesa de Cornualles, pues optó por no usar el título de princesa de Gales, estrechamente asociado a la difunta Diana.

Camila, una plebeya de 75 años, de voz grave y serena sonrisa, fue durante mucho tiempo considerada como responsable del fracaso del matrimonio de Carlos y Diana, contraído en 1981.

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Miembro de la alta burguesía de provincias, Camilla Shand conoció al príncipe en 1970 durante un partido de polo. Pese a no pertenecer a la nobleza, la joven se movía en los mismos círculos sociales.

Nacida el 17 de julio de 1947, hija del mayor Bruce Shand y de Rosemary Cubitt, ricos terratenientes, fue educada en las mejores escuelas privadas, en Londres, Francia y Suiza.

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Tiene incluso algún lazo con la familia real: bisnieta de Alice Keppel, una de las amantes del rey Eduardo VII, tatarabuelo de Carlos III, Camila habría utilizado esta anécdota para abordar al príncipe en 1970, preguntándole si le "tentaba" seguir los pasos de su antepasado.

Pero su relación fue corta: Carlos III entró en la Royal Navy y Camila se casó poco después con otro de sus admiradores, el mayor Andrew Parker Bowles, con quien tuvo dos hijos.

Unos años después, ella misma animaría al príncipe de Gales a contraer matrimonio con Diana. Pero, cuando ambos estaban aún casados, reanudaron su relación. La prensa llegó incluso a publicar sus escandalosas conversaciones telefónicas íntimas.
Tras el divorcio de Carlos III y Diana, en 1996, Camila, separada un año antes, empezó a aparecer públicamente junto a él. Pero la muerte de la "princesa del pueblo" en un accidente automovilístico, en agosto de 1997, en París, volvió a relegarla a la sombra.

Para muchos británicos, era "la otra", que había hecho añicos el cuento de hadas.

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Poco a poco, sin embargo, logró dejar atrás esa imagen, imponiéndose junto al príncipe hasta que su situación se consagró con su boda civil en 2005.

La ceremonia atrajo a una multitud de 20.000 personas que aclamó a la pareja, que a medida que Isabel II se iba haciendo mayor multiplicaba sus viajes y compromisos reales.

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"Camila nunca tuvo la ambición de ser princesa, duquesa o reina. Quería simplemente estar junto al príncipe de Gales", afirmó Penny Junor, biógrafa de Carlos III, en el décimo aniversario de su boda.

Con sentido del humor, simplicidad y desenvoltura, fue ganando popularidad y visibilidad gracias a su compromiso con causas sociales.

Desde hace años defiende a las víctimas de violaciones y agresiones sexuales. Otros de sus intereses son la salud, las artes, la literatura y la equitación, afición que compartía con Isabel II.

Muestra especial interés por causas como la Real Sociedad de Osteoporosis, enfermedad de la que murieron su madre y su abuela.

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Hace dos años también creó un círculo de lectura en Instagram, bautizado 'The Reading Room'.

Acompañante fiel y serena, muchos han acabado reconociendo el impacto positivo del inquebrantable apoyo que brinda a su esposo.

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"La gente se da cuenta de que Camila es ideal para Carlos III, y ambos trabajan maravillosamente juntos", explicó recientemente a AFP el comentarista real Richard Fitzwilliams.

Mostrando la imagen moderna de una familia recompuesta, la nueva reina quiso incluir a sus hijos y nietos en la ceremonia de coronación, junto a los de Carlos III.

¿Qué otros divorcios han escandalizado la familia real?

Además del divorcio de Carlos III con Diana de Gales, otras separaciones protagonizaron escándalos en la familia real británica.

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En 1526, el rey Enrique VIII creó la Iglesia de Inglaterra o anglicana. Se separó de la Iglesia católica ante la negativa del papa Clemente VII de permitir su divorcio con Catalina de Aragón, quien no había podido darle el hijo varón que tanto deseaba.

Tuvo en total 6 esposas. Ejecutó a la segunda, una murió, a la siguiente la repudió y otra fue condenada a muerte por el parlamento.

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En 1936, el rey Eduardo VIII, con menos de un año en el cargo, abdicó cuando gobierno y parlamento se opusieron a que se casara con la mujer que amaba: la socialité estadounidense Wallis Simpson, divorciada dos veces.

La decisión de Eduardo VIII lo forzó al exilio y le valió el rechazo de su familia. Además, cambió el destino de la sucesión, pues su hermano se convirtió en rey con el nombre de Jorge VI y luego su sobrina Isabel, en 1953. Ella llegó para custodiar las tradiciones de la iglesia de la cual era cabeza.

Por eso, cuando la princesa Margarita, su hermana, se enamoró de Peter Townsend, un excapitán de la Fuerza Aérea Británica y héroe de guerra, no le permitió casarse con él.

Townsend era divorciado y su exesposa estaba viva, una combinación de factores prohibida por la Iglesia anglicana.

Sin embargo, por más que Isabel II buscó alejar el fantasma del divorcio, tres de sus cuatro hijos se separaron.

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En 1992, la princesa Ana se divorció de Mark Phillips por una infidelidad.

Ella se volvió a casar, pero por su condición de divorciada se vio obligada a hacerlo en Escocia.

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Luego vino la separación del príncipe Andrés, en medio de escándalo y controversias. Su esposa, Sarah Ferguson, apareció en fotos con otro hombre.

Andrés fue comidilla en los tabloides y un dolor de cabeza para la reina.

Aunque aún indeseable, el divorcio se abrió camino en la realeza en 2002, cuando la Iglesia de Inglaterra dio luz verde a las personas divorciadas para volverse a casar aun cuando el excónyuge siguiera con vida.

La senda estaba despejada para que el príncipe Carlos se casara con la mujer que había sido su eterna amante, matrimonio que ocurrió en 2005.

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De aquel cambio también se benefició el príncipe Harry. Su boda en 2018 con Meghan Markle, actriz estadounidense de ascendencia afroamericana, católica y además divorciada, rompió nuevos esquemas que, aun con tropiezos, están siendo asimilados por la rígida monarquía británica.

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