Cuando tenía tan solo 4 años, Charity Sutte sufrió graves quemaduras luego de que su mamá tratara de exterminar un problema de piojos utilizando gasolina. Hoy, a sus 21 años, cuenta cómo sucedió todo y asegura que no la perdona, pues las consecuencias la acompañarán por el resto de su vida.
Charity Sutte, oriunda de
Cubrió con gasolina el cuero cabelludo de la niña de 4 años. Minutos más tarde, encendió un cigarrillo cerca de la menor de edad y una colilla cayó en su cabeza, que se prendió en llamas.
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La pequeña fue trasladada a un centro médico con quemaduras de tercer grado que afectaron el 60% de su cuerpo.
Luego de que salvaran su vida, los médicos realizaron durante varios años cirugías para tratar de reconstruir su rostro.
En su relato a
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Todavía recuerda lo que sucedió esa fatídica jornada: “Me prendí en llamas como una hoguera. Recuerdo a mi mamá gritando, pero extrañamente, no recuerdo el olor ya que casi todo mi cuerpo se incendió. Creo que fue tan traumático que lo guardé en mi memoria en alguna parte".
La madre de la joven la envolvió en una toalla y la trasladó a una clínica. Por la gravedad de sus heridas, fue remitida en helicóptero a otro centro asistencial.
"Tenía quemaduras en toda la cara, el cuello, el brazo izquierdo, parte de la pierna izquierda y en la espalda. Los médicos dijeron que tenía quemaduras de tercer grado en más del 60% de mi cuerpo", recalcó.
Los especialistas decidieron que lo mejor era inducirla a un coma durante varios meses, esto mientras realizaban injertos de piel y varias cirugías reconstructivas.
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"Recuerdo que las enfermeras y los médicos fueron muy amables conmigo. Mi objetivo era volver a la escuela para ver a mis amigos", recalcó.
Mientras avanzaba su recuperación, las autoridades adelantaban una investigación sobre lo sucedido. Tras el incidente, los servicios de protección infantil decidieron que la custodia de la niña debía pasar al padre.
Charity Sutte expuso que su vida cambió por completo luego del accidente: "Era una niña solitaria, no me permitían ver amigos después de la escuela y rara vez salía de casa. Cuando lo hice, la gente me miró como si fuera una especie de extraterrestre con mi fea piel roja y llena de cicatrices”.
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Mucho le costó, pero logró aceptarse tal y como era. Se convirtió en una inspiración para las personas que también han sufrido quemaduras en el rostro y otras partes del cuerpo.
"Parte de mi recuperación fue finalmente aceptar que, aunque tengo cicatrices, lo que está adentro es lo que cuenta. Sabía que encontraría a alguien que también creyera en eso", manifestó.
Hoy, recuperada y viviendo su vida al máximo, disfruta de su novio, sus amigos y su familia, que fueron un pilar importante en su proceso.