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Con solemne ceremonia, y algunas protestas, despiden a Margaret Thatcher

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En presencia de la reina Isabel II y más de 2.000 invitados, Chartres se dirigió a la congregación reunida en la catedral de San Pablo, en Londres, para dar el último adiós a Tatcher.
Durante el acto religioso y frente al ataúd situado en la nave central del templo cubierto con la bandera británica, la nieta de la exmandataria, Amanda Thatcher, y el primer ministro británico, el también conservador David Cameron, leyeron pasajes de la Biblia antes de que se escuchara música barroca de órgano de Henry Purcell.
En su intervención, Chartres recordó la vida de Thatcher desde sus comienzos como estudiante de Química hasta su llegada al poder en 1979 pero pidió, sobre todo, dejar a un lado la controversia que rodea su legado político para concentrarse en la persona "sujeta al destino común del ser humano".
"Después de la tormenta de una vida rodeada por la controversia política, hay una gran calma", admitió el obispo, y recordó que el debate sobre sus políticas debe ser en el Parlamento porque "hoy y aquí, no es ni el momento ni el lugar" para hacerlo.
Thatcher aún despierta las pasiones más encontradas entre los que admiran su gestión de Gobierno (1979-90) hasta los que recelan de sus políticas que hicieron sufrir a mucha gente.
Además de la reina y los miembros del Gobierno, al funeral en San Pablo asistieron invitados del Reino Unido y el mundo, entre ellos sus antiguos enemigos políticos, como Michael Heseltine, que le desafió el liderazgo en 1990 y propició su caída del poder después de que ganara tres elecciones.
También asistieron los ex primeros ministros británicos John Major (conservador), Tony Blair y Gordon Brown (laboristas).
Thatcher recibió un funeral con honores militares, sin ser de Estado, pero con toda la pompa que establece el protocolo.
El ataúd con los restos mortales de Thatcher había sido transportado a San Pablo en un armón de artillería tirado por seis caballos y escoltado por miembros de las tres fuerzas armadas.
Esta fue la primera vez que la soberana británica asiste al funeral de un primer ministro desde 1965, cuando acudió al de Winston Churchill, considerado una de las figuras nacionales más importantes de la historia por su papel en la II Guerra Mundial.
Londres, Inglaterra

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