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El campesino colombiano que montó un puesto de mazorcas al lado de la Torre Eiffel

Deivinson Ocampo también vende morcilla, papas criollas y tamales. Con su sazón y carisma, está conquistando paladares y corazones en la ciudad del amor.

El campesino colombiano que montó un puesto de mazorcas al lado de la Torre Eiffel

La misma Torre Eiffel que ha visto triunfar a Nairo, a Rigo y a Egan, hoy ve brillar a Deivinson Ocampo, un colombiano de racamandaca que, a punta de mazorca y rellena, ya se subió al podio de los más verracos vendedores ambulantes de Francia.

"Me la rebusco en las calles de París, al frente de la Torre Eiffel. Vendo mazorca, vendo morcilla, vendo tamales. Estamos innovando y queremos hacer pandebono", dice.

Y es que, como muchos de nuestros ciclistas, Deivinson viene de abajo. Sí, le ha tocado pedalear duro en esta vida, pero ninguna cuesta le ha quedado grande. "Soy un campesino más de hacha, pala y machete de ese hermoso municipio de Balboa, Cauca, un colombiano más rebuscándose la vida en tierras europeas".

De Colombia, donde -dice orgulloso- se dedicaba al "gremio de la construcción", salió hace un año. Aterrizó inicialmente en Italia y allí echó pala, pintó casas e instaló ventanas.

"En mi país hay oportunidades, pero nosotros, como no somos estudiados, no tenemos ese bachiller, no tenemos universidad, es un poco más difícil".

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Tan difícil como haber dejado al otro lado del océano a su esposa y sus dos hijos. Dejado, no abandonado, pues los lleva, literalmente, pegados en la piel, en un tatuaje.

Por ellos, por su familia, montó el puesto de mazorcas junto a la Torre Eiffel. Vende entre 70 y 100 diarias. Y cómo no, si es que tienen el saborcito colombiano, esa pisquita de amor que no hay en otros platos.

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"Haciendo futuro para mis hijos, luchar por ellos, como todo colombiano, como todo paisano que sale, dejando su tierra, su terruño", recalca.

Allí, en París, consiguió una aliada, una compatriota que, según parece, posee un don: preparar las más deliciosas rellenas que haya conocido Francia. "Es de la ciudad de Palmira. Con esas manos hace obras, con esas manos deleita a muchos paladares, porque son peleadas las morcillas"-

Lejos de su tierra, Deivinson no olvida a sus amigos de las calles colombianas. Por eso, pide que, aquí o allá, se respeten a los vendedores ambulantes.

"Cuando miren uno, por favor, cómprenle. Tal vez una empresa le cerró las puertas y tiene mucha familia, tiene hijos y tiene que llevar el sustento a casa", reflexiona.

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Como Egan, Nairo y Rigo, Deivinson Ocampo sabe que el mayor triunfo que podemos lucir en el exterior no son los trofeos ni las medallas, sino algo más sencillo: ser un buen colombiano.

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