Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Push Noticias Caracol
Reciba nuestras notificaciones con lo último de:
Ahora no
Activar

Publicidad

El drama de las familias que buscan a secuestrados o reclutados por Estado Islámico

El drama de las familias que buscan a secuestrados o reclutados por Estado Islámico

Tras la caída del califato, las milicias kurdas y la coalición internacional celebran. Pero en los campos de refugiados hay dolor.

Las milicias kurdas de los YPG, y con ellas sus mujeres combatientes, celebran con orgullo el triunfo.

A ellos, a su lucha y a sus muertos, se debe buena parte de la victoria que ahora celebra Estados Unidos y en general, occidente. Es hora de festejar aunque aún sigue en el aire su aspiración de tener un nación propia.

Lejos de la fiesta militar y diplomática, en las cenizas de lo que fue el temible califato hay ruina, desolación y tristezas.

Publicidad

En la villa kurda de Sherane, aquellos que perdieron a sus seres queridos, secuestrados o reclutados por los extremistas, ahora sueñan con volver a verlos.

“Mis niños desaparecieron y cayeron en manos del Estado Islámico. ¿Dónde los capturaron?, no sé, ellos siguen desaparecidos, no sé nada sobre ellos”, dice Abdelhanan Mohammed.

Publicidad

Otra mujer busca a su hijo. “Mis nietos me preguntan. Yo les digo que su padre se fue a trabajar. Dios quiera que regrese vivo. Yo trato de no atemorizarlos, pero los niños saben que él estaba con el Estado Islámico”, dice Rougine Mohammed.

Mustafá llegó de Francia. Viene a buscar a su sobrina. Era apenas una bebé de dos años y medio cuando la enviaron a pasar vacaciones con su familia en Marruecos pero el padre se la llevó a Siria, donde se unió al grupo extremista. La niña ahora debe tener siete años, pero él tiene esperanza.

“Tengo todos los documentos necesarios, el carné de identidad, el recibo del pasaporte, el certificado de nacimiento, las fotos, que pueden probar su identidad”, dice.

Muchos otros están libres de aquel régimen de hierro, pero han quedado a la deriva. Los campos de refugiados del área están repletos de bebés temerosos y desnutridos. También lo están sus mamás. Algunas mujeres están tan débiles, que ni siquiera pueden lactar.

Publicidad

  • Publicidad