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Los más viejos llevan la peor parte de la guerra en Ucrania: “No vamos a huir”

Sus rostros reflejan cansancio, tristeza, dolor y miedo. Con lágrimas dicen que no dejarán su tierra, donde piensan morir.

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Pese a la guerra en Ucrania, los más viejos se niegan a abandonar su país o sus hogares y se muestran resignados a cerrar sus ojos por última vez en la tierra que los vio nacer. Tiemblan de frío, de dolor por las heridas y porque temen que no alcancen a vivir lo suficiente para volver a la paz de la que disfrutaron por décadas.

"No tengo a dónde huir. No voy a dejar mi tierra. Como dijo mi vecino, vamos a morir aquí, en ningún otro lugar, no vamos a huir", sostiene Nikolay Petrovich.

Entretanto, Valentyna Pavlivna cuenta cómo vio que su "balcón desapareció por completo, al igual que las ventanas de la cocina. Pensé que fue lo peor para mí, pero ahora veo lo horrible que es aquí".

Y así, estos abuelitos observan lo que quedó de sus hogares tras los ataques a Ucrania. No pueden contener las lágrimas porque ven destrozados los esfuerzos y ahorros de 60, 70 y hasta 80 años de trabajo.

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De todas formas, prefieren quedarse entre las ruinas "porque aquí estoy en casa y no me iré a ningún lado".

Quienes vieron sus casas caer completamente se refugiaron en el metro.

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"Mis hijos están aquí y yo, como soy vieja, estoy aquí. Eso es porque tuve un derrame cerebral y un ataque al corazón, así que aquí estoy, durmiendo en el vagón. Y esos más pequeños, los niños, están ahí en el suelo", dice llorando Valentyna Katkova.

En cada vagón del tren hay un abuelito durmiendo en el suelo, con algunas provisiones de comida. Nina Piddubna reconoce que “aquí no morirás de hambre, solo hace falta tener ganas de comer, que a veces es difícil en estas circunstancias”.

Casi 100.000 personas están atrapadas entre las ruinas de la ciudad de Mariúpol


Allí siguen cayendo las bombas rusas, mientras prosiguen las "difíciles" negociaciones entre Kiev y Moscú, según el principal negociador ucraniano, Mijailo Podoliak.

Por su parte, el presidente estadounidense, Joe Biden, advirtió que un ataque químico ruso en Ucrania es una "amenaza real", antes de partir rumbo a Bruselas para reunirse con dirigentes de la OTAN, la Unión Europea y el G7.

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La víspera, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, declaró a la cadena CNN que Rusia utilizaría armas nucleares si enfrenta una "amenaza existencial", una retórica que el portavoz del Pentágono, John Kirby, calificó de "peligrosa".

Para los ucranianos sitiados en Mariúpol y en otras ciudades, las declaraciones de Rusia sobre las negociaciones de paz no son más que palabras vacías, pues cada día son objeto de bombardeos, que los países occidentales tildaron de crímenes de guerra.

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En su último mensaje de video, el presidente Volodímir Zelenski afirmó que un grupo que iba por una ruta humanitaria pactada fue "simplemente capturado por los ocupantes".

"Hoy la ciudad aún tiene casi 100.000 personas en condiciones inhumanas. Es un asedio total. Sin alimento, agua, medicamentos, bajo constante bombardeo", declaró.

Según indicó el consejo municipal en Telegram, en total, cerca de 45.000 residentes de la ciudad habrían sido evacuados.

Unas imágenes satelitales de Mariúpol suministradas el martes por la compañía privada Maxar mostraban un paisaje quemado, con varios edificios en llamas y varias columnas de humo emanando de la ciudad.

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Las fuerzas ucranianas también reportaron combates "pesados" en tierra con la infantería rusa, luego de que el lunes se negaran a acatar un ultimátum de Moscú para rendirse.

Mariúpol es clave para Rusia por servir de puente terrestre entre las fuerzas rusas en Crimea, en el suroeste, y los territorios bajo control ruso en el norte y este.

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Las agencias de la ONU estiman que cerca de 3.000 personas habrían muerto violentamente en esa ciudad, aunque advierten que podrían ser muchas más, pues el balance real se desconoce.

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