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Niños raquíticos se convierten en el desgarrador símbolo de seis años de guerra en Yemen

Además, familias y autoridades sanitarias tienen ahora en su espalda el miedo a una nueva desgracia causada por la pandemia de COVID-19.

Niños Yemen

Massirah Saqr al Juiri tiene dificultades para abrir los ojos y para ingerir la leche que su abuela, provista de una gran jeringa, le da para mamar, en medio de gritos de otros niños yemeníes raquíticos, que se convirtieron en símbolos de una de las guerras más devastadoras del mundo.

El bebé, de dos meses y diez días, es atendido en una sala, pintada de rosa, en el servicio de malnutrición del hospital Al Sabyine de Saná, capital del Yemen, donde se trata a niños enfermos.

En seis años, la guerra devastó Yemen, país sumamente pobre de la península arábiga sumido en la peor crisis humanitaria del mundo, según las Naciones Unidas.

El conflicto alcanzó un punto de inflexión el 8 de julio de 2014. Los rebeldes hutíes, procedentes del norte, obtuvieron una gran victoria al tomar la ciudad de Omrane, al norte de Saná.

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Al hacer estallar ese cerrojo, lograron abrirse camino a la capital, que controlaron fácilmente, así como partes enteras del norte del país al precio de una guerra que condujo a millones de civiles al borde de la hambruna.

Entre ellos se encuentran Massirah y miles de niños y niñas más. Debido a la desnutrición aguda, pesa sólo 2,4 kg. "Necesitamos atención médica, leche y comida. Si los medicamentos están disponibles en el hospital, nos los dan, de lo contrario tenemos que comprarlos fuera", explica su abuela.

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Miedo del virus

Millones de niños y niñas de Yemen corren el riesgo de encontrarse "al borde de la hambruna" debido a la falta de ayuda, afirmó UNICEF a finales de junio.

El conflicto devastó el sistema de salud y desplazó a 3,3 millones de personas que viven en campamentos improvisados donde proliferan el cólera y otras enfermedades.

La guerra se intensificó con la intervención, en marzo de 2015, de la Arabia Saudita a la cabeza de una coalición militar para apoyar a las fuerzas del gobierno frente a los rebeldes, apoyados por Irán, gran rival de Riad.

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Desde entonces murieron decenas de miles de civiles, entre ellos cientos de niños, víctimas de ataques aéreos y bombardeos.

El país, con recursos hídricos limitados, sigue amenazado por una nueva desgracia, la propagación de la pandemia de COVID-19, que causó oficialmente 330 muertes.

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En el hospital Al Sabyine, los médicos del servicio de malnutrición, con una capacidad de 25 plazas, advierten del deterioro de la situación debido a la pandemia y a la escasez de combustibles que impide a muchos yemeníes llegar a los hospitales.

Muchos padres temen que sus hijos contraigan el virus si son hospitalizados, explica un médico, Hazaa Abdalá al Farah.

Falta de medios

En Yemen, el estado de la propagación del COVID-19 en las zonas controladas por los hutíes, acusados por el gobierno de no comunicar sobre el tema, sigue siendo un misterio.

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Los organismos de las Naciones Unidas y las oenegés advierten constantemente de una posible catástrofe.

UNICEF solicitó 461 millones de dólares para su labor humanitaria en Yemen y otros 53 millones para luchar contra el nuevo coronavirus en ese país.

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A pesar de la emergencia, hasta la fecha solo se recaudó 39% de la primera suma y 10% de la segunda, según UNICEF, que advierte de la reducción de sus programas sobre el terreno.

A principios de junio, las Naciones Unidas recaudaron 1.350 millones de dólares en asistencia humanitaria para el Yemen en una conferencia virtual de donantes, lejos de los 2.410 millones de dólares previstos inicialmente.

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