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No dijo nada y se rehusó a una última cena: la historia del asesino que hizo todo para morir

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Michael Eggers llevaba años pidiendo al estado de Alabama que acelerara su ejecución. Incluso despidió a sus abogados. Este jueves recibió la inyección letal.
El hombre, de 50 años, fue condenado a muerte por asesinar en diciembre del 2000 a Bennie Francis Murray, su jefa en la feria ambulante en la que había trabajado.
Según documentos judiciales, tras dejar el trabajo, Eggers pidió a Murray que le volviera a contratar, pero ella no lo hizo porque en ese momento estaba inactiva.
Murray, sin embargo, trató ayudarlo, le estaba buscando trabajo y le acompañaba con su vehículo a varios sitios que él le pedía ir.
En uno de esos trayectos, el 30 de diciembre del 2000, Eggers atacó a Murray, la arrojó del vehículo y se dio a la fuga.
Sin embargo, tal y como él mismo confesó, dio la vuelta al poco rato para rematarla y escondió su cuerpo en una zona boscosa.
Cuando el esposo de Murray denunció su desaparición, el rastro de las tarjetas de crédito de la mujer y algunas llamadas telefónicas condujeron a la detención de Eggers en Florida una semana después del asesinato.
Tras la captura, Eggers comenzó una carrera desesperada por morir. Despidió a sus abogados y renunció a presentar los recursos a los que tiene derecho todo reo a lo largo del proceso de apelaciones.
Sus defensores, sin embargo, solicitaron a los tribunales que detuviesen la ejecución alegando que el reo no estaba capacitado mentalmente para tomar esa decisión, pero el Tribunal Supremo rechazó esa petición.
El día de su ejecución, este 15 de marzo, Eggers tampoco quiso pronunciar unas últimas palabras, mucho menos aceptó el derecho a escoger una última escena.
Michael Eggers murió tras recibir una inyección letal. Desde que el Tribunal Supremo restituyó la pena de muerte hace ya cuatro décadas, 1.470 presos han sido ejecutados en EE. UU., 62 de ellos en Alabama.

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