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Papa pidió a judíos, cristianos y musulmanes respetarse y amarse mutuamente

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El papa Francisco pidió este lunes que Jerusalén sea la verdadera "Ciudad de la Paz", una ciudad viva abierta a todas las personas, en una jornada, la última de su primera peregrinación a Tierra Santa, dedicada al diálogo interreligioso con musulmanes y judíos.
Bergoglio inició su apretada agenda con una simbólica subida al corazón del conflicto de Oriente Medio: la explanada de las Mezquitas o Monte del Templo, cuya heredad se disputan ambas confesiones.
Allí, sobre el lugar en el que se alza la mezquita de Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado del islam y donde los judíos creen que se elevaba el Templo de Salomón, Francisco hizo el primero de sus llamamientos al diálogo, a la compresión, al respeto mutuo y sobre todo al interés hacia el hermano.
Pidió a judíos, cristianos y musulmanes que abran sus corazones y su mente para entender al otro, ya que el conocimiento mutuo es la vía para superar las barreras y los conflictos.
Además, exigió que nadie use el nombre de Dios para justificar la violencia y reclamó la figura de Abraham como ejemplo, pues las tres religiones monoteístas le reconocen como padre de la fe y ejemplo a imitar.
Un mensaje que minutos después trasladó al Muro de las Lamentaciones, único vestigio de aquel templo, al que se acercó y entre cuyas piedras introdujo un papel, como hacen millones de turistas y fieles cada año, con la oración de Padre Nuestro en español, según fuentes vaticanas.
Y lo volvió a verbalizar más tarde en la reunión de cortesía con los dos principales rabinos e Israel, el Gran Rabino Askenazi, Yona Metzger, y el Gran Rabino Sefardita, Shlomo Amar, a quienes pidió seguir trabajando en el diálogo bilateral para luchar unidos contra el antisemitismo y otras formas de discriminación.
"El conocimiento recíproco de nuestro patrimonio espiritual, la valoración de lo que tenemos en común y el respeto en lo que nos separa, podrán marcar la pauta para el futuro desarrollo de nuestras relaciones, que ponemos en las manos de Dios", afirmó.
"Juntos podremos dar un gran impulso a la causa de la paz; juntos podremos dar testimonio, en un mundo en rápida transformación, del significado perenne del plan divino de la creación", aseguró.
Pero más allá de las palabras, Francisco, fiel a su estilo, dejó también hoy gestos muy significativos.
Al salir del rezo se abrazó con los dos amigos que le acompañan: el rabino Abraham Skorda y el jeque Omar Abboud, y les dijo: "Lo logramos".
Después, se convirtió en el primer pontífice en visitar la tumba del fundador del sionismo, Theodor Herzl, y de camino al museo del Holocausto hizo una inesperada parada frente al memorial de las víctimas israelíes del terrorismo, días después de que cuatro personas murieran en un atentado en el museo judío de Bruselas.
En el Yed Vashem, que recuerda la barbarie nazi, Bergoglio cambió los habituales discursos por una oración, sentida y cálida, en la que pidió a Dios que "nunca más" permita "una monstruosidad" de la que los hombres se deben avergonzar.
¡Nunca más, Señor, nunca más! Adán, ¿dónde estás?. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer. Acuérdate de nosotros en tu misericordia", concluyó.
Pero quizá el guiño más comprometido con la conciliación Francisco lo reservó para su último acto oficial, el encuentro con el nonagenario presidente israelí, Simón Peres, con quien mantuvo un cercano y distendido diálogo.
Consciente de que Jerusalén es la clave del conflicto que asuela desde hace años Tierra Santa, objeto de una colonización judía que ha reducido y restringido la presencia de cristianos y musulmanes, el pontífice pidió que se convierta en la verdadera "Ciudad de la paz", libre y abierta a todos los hombres.
"Los Lugares Santos no son museos o monumentos para turistas, sino lugares donde las comunidades de creyentes viven su fe, su cultura, sus obras de caridad", subrayó.
Por eso, añadió, "se deben salvaguardar para siempre en su sacralidad, tutelando así no sólo el legado del pasado, sino también a las personas que los visitan hoy y que los visitarán en el futuro". 
Que Jerusalén sea verdaderamente la Ciudad de la Paz. Que resplandezca plenamente su identidad y su carácter sagrado, su valor universal religioso y cultural, como tesoro para toda la humanidad. Qué bello que los peregrinos y los residentes puedan acudir libremente a los Lugares Santos y participar en las celebraciones", agregó.
"La construcción de la paz exige sobre todo el respeto a la libertad y a la dignidad de la persona humana, que judíos, cristianos y musulmanes consideran igualmente creada por Dios y destinada a la vida eterna", apostilló.

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