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Tras una década del terremoto de Haití, el país afronta un aplastante olvido

Tras una década del terremoto de Haití, el país afronta un aplastante olvido

Un sismo de magnitud 7 devastó la isla y provocó una abrumadora respuesta internacional. Sin embargo, queda mucho camino para lograr la total recuperación.
El 12 de enero de 2010, Haití fue sacudido por la fuerza de la naturaleza. Hubo miles de afectados que, desde ese día, no volvieron a ser los mismos.
La estropeada silla de ruedas de Herlande Mitile no le permite salir del inanimado pueblo de Lumane Casimir, el mismo Haití quiso convertir en modelo de reconstrucción tras el terremoto. Esta mujer de 36 años, discapacitada desde el seísmo, sobrevive gracias a la caridad de sus vecinos.
Antes de aquel 12 de enero, la joven comerciante de Puerto Príncipe no sabía nada de terremotos. A última hora de la tarde de ese martes, más de 200.000 haitianos habían muerto, aplastados por el cemento de edificios construidos sin ningún respeto a las normas.
Los servicios de rescate sacaron a Herlande de entre los escombros, ocho días después. Estaba viva, pero gravemente herida.

"Me volví más discapacitada aquí"

"El médico me dijo que si seguía un tratamiento de fisioterapia podría volver a caminar, pero, para eso, hay que ir a la ciudad. Se necesita dinero para el transporte y no tengo nada. Por eso me volví más discapacitada aquí", lamenta Herlande, a quien pusieron placas metálicas en la cadera y en la columna vertebral.
Tras meses sobreviviendo en uno de los cientos de campamentos improvisados que surgieron en la capital haitiana después del terremoto, Herlande y sus dos hijas fueron a vivir a Lumane Casimir. El Estado quería ofrecer viviendas a unas 50 personas que quedaron discapacitadas.
El gobierno aspiraba a convertir el pueblo, que recibió su nombre de una cantante haitiana, en un modelo de urbanismo para un país que hoy en día sigue sin tener catastro.
El proyecto era atractivo: 3.000 viviendas antisísmicas, un mercado, una zona industrial, una comisaría, un cuartel de bomberos, una escuela y un dispensario; pero su construcción nunca se concretó.
Como cientos de obras públicas inacabadas, esta se financió con el fondo Petrocaribe, un programa de asistencia creado en 2005 por el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez para ofrecer petróleo a precio subsidiado a países latinoamericanos y del Caribe.
A partir del verano boreal de 2018, se multiplicaron las manifestaciones en todo el país para exigir transparencia sobre Petrocaribe, plagado de denuncias de corrupción.

Una oportunidad para algunos

El contrato inicial de Lumane Casimir, de cerca de 50 millones de dólares, fue atribuido a finales de 2010 a una empresa perteneciente a un senador dominicano, cuyos bienes fueron luego congelados por Estados Unidos. La obra se abandonó en 2014 con la mitad de las viviendas sin edificar.
El despilfarro de los fondos Petrocaribe acabó con el proyecto de ese pueblo.
"Vine a vivir aquí porque los alquileres se habían vuelto demasiado caros en mi antiguo barrio", recuerda William Saint-Pierre, que se convirtió en habitante de la localidad sin pagar nada, ocupando simplemente una casa vacía.
Además de no pagar alquiler por inmueble de dos habitaciones ni ninguna tasa por su pequeño negocio informal de sodas, William aprecia la seguridad de las hileras de pequeñas casas coloridas que forman el pueblo.

Aislamiento

"En la ciudad, a partir de las 5:00 p.m. o las 6:00 p.m., hay que meterse en casa y las viviendas tienen puertas de hierro. Mire aquí, tengo una pequeña puerta de madera y las casas no tienen ningún muro de protección. Oír los disparos en cualquier momento del día... Mi corazón es demasiado viejo para eso", dice el hombre de 62 años.
Pero, aunque el aislamiento geográfico y administrativo del pueblo lo deja al margen de la lucha entre bandas armadas, también afecta a sus habitantes más vulnerables.
Como no puede desplazarse para buscar un empleo y no recibe ningún tipo de ayuda pública, Herlande depende del apoyo de sus vecinos.
"A veces he querido morir", confiesa tras asegurarse de que no la oyen sus hijas de 12 y 16 años.
"Cuando mis vecinos cocinan, llaman a la pequeña y le dicen que vaya a agarrar un cuenco. Antes del 12 de enero (de 2010) salíamos adelante, pero ahora soy peor que un bebé", lamenta.
En este pueblo autogestionado, los heridos durante el terremoto y quienes ocuparon una vivienda abandonada comparten la convicción de haber sido olvidados por los políticos.
"Si hubiéramos tenido que esperar sus promesas, estaríamos muertos", dice Herlande. "No hay Estado, soy mi propio Estado".

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